Atareada en su constante faena de atender el correo y el teléfono, elaborar documentos, localizar a algún trabajador y mantenerse atenta al llamado de su jefe, esa versátil mujer atendió a esta periodista, quien comprobó personalmente que a los 62 años ella puede conservar la agilidad y la eficiencia demostrada desde que comenzó a trabajar hace 46 años en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas.

«El único centro de trabajo que he tenido desde que en noviembre de 1971 me presenté en la Dirección de Recursos Humanos. Le dije a Anoceto cuando me entrevistó que tenía 17 años, cosa que era mentira porque solo tenía 16, pero quería parecer mayor para que me tomaran más en serio. Enseguida él me preguntó si sabía escribir a máquina y yo sin experiencia ninguna le dije que sí, que yo era mecanógrafa, otra mentirilla» (Risas).

Mercedes Pérez Machado es una de esas personas que, aunque pequeñas de estatura, son grandes de corazón. Se mide de la cabeza al cielo por su condición humana y por su trayectoria laboral. Secretaria del Centro de Investigaciones Agropecuarias (CIAP) y amiga de todos, servicial, simpática y perfeccionista como pocos, irradia naturalidad y honestidad.

Sin embargo, tuvo que decir una mentira piadosa. ¿Algún día la descubrieron?

No, nunca se llegó a descubrir. Me hubiera dado tremenda pena pasar por eso. Pero  pensé que esa era la única alternativa para que no se negaran a darme alguna responsabilidad.

«Imagínate, me mandaron para la Facultad de Ciencias Agropecuarias, en aquel entonces Escuela de Medicina Veterinaria, ubicada en lo que es hoy la Facultad de Construcciones. Allí comencé unos días como oficinista del jefe de la Escuela de Veterinaria. Pero mi plaza no era esa, era la de auxiliar de laboratorio y ya de Recursos Humanos estaban llamando la atención. Mira, cuando a mí me dijeron que tenía que fregar, que limpiar, que hacer pipetas y muchas cosas más, casi me vuelvo loca.

Yo le dije al profesor que no me hiciera eso y que si estaba de acuerdo con que me quedara como secretaria. Él me dijo que sí porque no tenían a nadie. Me dio la tarde y fui de inmediato para Recursos Humanos a echarle un “llorao” a Anoceto. Él me mandó un mes a prueba y si daba la talla me dejaban de oficinista.

Llegué allá de los más contenta y el director me dio una cantidad de periódicos enorme para empezar a copiar en la máquina de escribir. Me mantuve haciendo esto y lo otro hasta que vencí al mes la prueba, me hicieron un examen y me dejaron en esa plaza.

Allí fui creciendo y ya en el año 73 aproximadamente, cuando se desvincula la Escuela de Veterinaria, paso a trabajar a lo que era la Facultad de Ciencia Animal hasta 1999, cuando se hace el CIAP.

Primero fui secretaria de dos decanos en la Facultad de Ciencia Animal y luego comencé como secretaria en el CIAP desde hace 19 años, donde tuve como jefes a Pacheco, Norberto, Jaime, Miguelito Orozco, Andres, Barranco y Raciel Lima, que es el actual. Han sido jefes muy buenos, no me puedo quejar.

¿Cómo fue ese cambio de la máquina de escribir a la computadora?

Muy malo. Tenía tanta práctica en la máquina de escribir que era muy rápida y ese cambio para la computadora me impactó bastante. Tuve que pasar muchos cursos y ni los entendía. Aprendí cacharrazos y gracias a mis compañeros que me guiaron y me enseñaron. Ya sé de todo, pero me costó mucho porque a mi edad no es fácil lidiar con la tecnología.

Obtuvo la Medalla José M. de Mendive y Distinción por la Educación Cubana, la Medalla por el 60 aniversario de la UCLV, certificados de reconocimiento por años de servicio en la Educación, reconocimiento por la labor desplegada en las Tareas de los Comités de Protección Física, certificados por ser destacada en la Emulación y en la participación activa en las Guardias Obreras. ¿Qué siente al repasar esta trayectoria?

Alegría de saber que he permanecido durante tantos años aquí y haber cumplido con todo sin sanciones. Tengo permanencia en mi trabajo y amo lo que hago. Llego a las siete de la mañana diariamente y me voy a las cuatro y media, a no ser que haya un consejo de dirección que se extienda.

Todos mis premios, reconocimientos, diplomas y hasta los guiones de las actividades en las que he sido reconocida los tengo guardados para archivarlos y recordarlos siempre.

Para todos en la UCLV su trabajo ha sido meritorio…

Considero que mi trabajo ha tenido calidad porque, por ejemplo, cuando yo hacía una carta y nada más le veía un churrasquito, yo la botaba para el cesto y volvía a hacerla hasta que quedara perfecta. Ese era el valor de mi trabajo.

Además, siempre he tenido muy buena ortografía, hasta revisaba trabajos y les pasaba tesis a los muchachos.

¿Cómo es Mercedes?

Soy muy exigente. Me gustan las cosas bien hechas. Soy responsable y atiendo bien a todo el que viene, trabajo con ética, siento mucho sentido de pertenencia hacia mi trabajo y hacia la UCLV. Me gustan mucho las fiestas para compartir con mis amistades. No tengo enemistad con nadie. Soy muy jaranera y quiero sinceramente a mis compañeros.

Me enteré de que recibirá un reconocimiento en estos días…

Creo que es la Medalla Pepito Tey. Me siento muy estimulada porque 46 años en un centro laboral con muy pocas ausencias y ninguna indisciplina ni sanción en el trabajo, es un gran logro.

¿No ha pensado en irse de este puesto algún día?

No, eso nunca. Me mantengo aquí en el CIAP y en Ciencias Agropecuarias, no en Economía ni en ninguna otra facultad, aquí. Solo me iría si el jefe me botara, pero como he navegado con tanta suerte y con jefes tan buenos a los que no les he dado motivo para regaños, aún sigo en el mismo lugar.

¿Qué momentos recuerda con mayor emoción en estos 46 años?

Cuando me entregaron la Medalla por la Educación Cubana y cuando me dieron la condición de Mariposa en el 2012. Sentí la satisfacción del deber cumplido. Esos dos momentos fueron muy emocionantes. También recuerdo cuando Norberto me dio una credencial que decía Comité Organizador, eso me llenó de orgullo porque participé en un evento en el que había profesionales y yo era simplemente una secretaria. Esa experiencia la tengo guardada en mi corazón y se la agradezco a Norberto Alonso.

Ya han pasado dos años desde que cumplió la edad de retiro, ¿Acaso no ha pensado en irse a casa?

Por ahora no, la verdad. Siempre he sido muy activa y si por mí fuera no me iría nunca de aquí. Pero no depende de mí, depende de mi mamá que es viejita, tiene 87 años, y cuando ya no pueda valerse por ella misma me iré para la casa a cuidarla.

Vivimos ella, un nieto de mi mamá que criamos, y yo. Él es mi hijo de crianza. Yo no tuve hijos, por eso le digo a todo el mundo que es mi niño. Trabaja de noche y cuida a mi mamá por el día. Yo la cuido cuando llego a la casa.

Pero mientras ella se mantenga como hasta ahora yo me mantengo en la Universidad. Fíjate si llevo años aquí que los muchachos que se graduaron en los años 70 y 80 vienen a la universidad y se asombran porque todavía yo estoy aquí y seguiré.

Su familia está vinculada 100 % a la UCLV

Así es. Mi hijo de crianza trabaja como custodio en el IBP. Mi mamá trabajó en el comedor de Las Antillas picando tiques y yo aquí en el CIAP. Somos una familia muy apegada a la universidad.

¿Mercedes se siente realizada?

Te lo voy a decir con el corazón en la mano. Yo me siento muy bien en mi trabajo. Me siento realizada. He participado en todo lo que me han convocado.

Cuando se hacían los fórums y otros eventos y me llamaban yo corría con lo que hiciera falta y también disfrutaba. Por ejemplo, cuando el evento de la OCLAE fui del Comité organizador. Todo eso me llenaba de orgullo. Tengo muy buenos recuerdos. Me siento enamorada de mi vida universitaria.