Confirmé que la belleza femenina y la versatilidad permanecen a pesar de los años, en mi encuentro con una de las pocas mujeres ingeniera industrial de su tiempo en el centro de Cuba.

La recuperación de una operación de cataratas no impidió que esta sencilla fémina de 66 años compartiera sus experiencias como trabajadora, madre y esposa, para resaltar el grandísimo privilegio de nacer mujer.

Sus méritos profesionales y humanos la convirtieron en una mariposa de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas. Y es que Lourdes García Ávila desde muy temprano emprendió un vuelo demasiado alto que la ha hecho agigantarse y convertir la tradicional fragilidad femenina en pura independencia y determinación.

«Siempre quise ser arquitecta, pero cuando Fidel revolucionó la parte nuclear en Cuba hicieron una selección de estudiantes de los preuniversitarios vocacionales para estudiar Física Nuclear y fui de ese grupo. Me quedé en La Habana y comencé en aquel experimento, al final no salí bien en los exámenes y mi mamá me hizo regresar para Santa Clara.

Cuando llegué aquí fui a la Universidad y me presenté ante Luis Gómez, entonces decano de Tecnología, para trabajar sin ganar dinero hasta que comenzara el nuevo curso. Me enviaron para el departamento de Física a hacer dibujitos para un libro. El siguiente curso comenzaba con una escuela al campo en Juraguá y aunque no tenía que ir, mi mamá me exigió participar. Es decir, he tenido formación fuerte venida de una mujer, mi madre. Opté por una ingeniería y me decidí por Industrial, porque Arquitectura se estudiaba en La Habana».

En su época de estudiante universitaria…

Precisamente sobre esa etapa les comenté a los estudiantes en el proyecto Mediodía en la FIIT. Les expliqué que no siempre fui vieja. Yo estuve en la Lenin, cuando aquello Escuela Vocacional de Vento y recuerdo que nos fuimos para la Sierra Maestra a abonar café. La pizarra en las clases era la misma casa de campaña. Había una sola letrina, nos bañábamos en el río y así estuvimos tres meses en los que me sentí bien. Las muchachitas hacíamos todo lo que hacían los varones, subíamos lomas, escalamos el Pico Turquino. La condición de mujer no hace que sea difícil llevar tareas duras.

Jugué en el equipo de Básquet de la Universidad, formé parte del grupo de Teatro, bailé “Mira la batea como se menea”, en medio de aquel escenario. En fin, mi vida estudiantil fue muy activa. Quizás no fui la gran deportista ni la gran artista, pero lo disfruté, defendí la facultad y la Universidad.

Fui alumna ayudante de Matemática desde segundo año. Di clases en el curso nocturno siendo estudiante, muy cómico por cierto, porque tenía a mis dos profesores de dibujo de alumnos por la noche y yo era su alumna por el día.

Mi primer trabajo de investigación premiado fue en esta época estudiantil. Consistía en el diseño de la silla de la prensa con la que se moldea la olla de presión en la INPUD. Cogí la muestra de todos los trabajadores que usaban sillas en ese tipo de prensa, los medí a todos y medí la altura de las sillas, e hice un estudio antropométrico de ese proceso en la fábrica. En sentido general logré todo lo que me propuse en esta etapa como joven.

Al graduarse como ingeniera industrial conoció primero la construcción y luego la academia…

En el preuniversitario fui el segundo expediente y solo ofertaron una plaza para laborar en Las Villas. Cuando aquello la única casada de mi grupo era yo y mi esposo, Pedro Arcos, trabajaba en la Universidad. Además siempre tuve casa aquí en Santa Clara. A mí la opción que me tocó fue Cienfuegos con casa y todo. Yo renuncié a esa propuesta y me ubicaron directamente en la construcción dentro de la Industria de Materiales, en la ECOIG 5, cuando la Textilera estaba en movimiento de tierra, ¡cuántos años hace! Pero yo encantada, aunque era la única mujer entre tantos hombres.

Salí embarazada y parí a los 26 años y me llevaron para la Empresa, después no me dieron derecho a círculo y no pude ir a trabajar más a ese centro, porque no tenía quien me cuidara a la niña. Por eso me incorporé a la UCLV. Allí no había plazas en Industrial y fui para el Centro de Cálculo, donde trabajé como especialista de Software hasta que logré mi plaza de docente. Siempre les digo a mis estudiantes que lo importante es tener un título. Mira cuántas cosas he hecho y en todas he tenido resultados.

¿Cómo ha transcurrido su vida de trabajadora universitaria?

Impartí siempre Introducción a la Computación en todas las facultades y en ese Centro de Cálculo estuve trabajando hasta 1986, año en que eliminaron el departamento docente y fuimos para el departamento de Cibernética en aquel entonces. Allí obtuve la categoría de Asistente.

Cuando comenzó el plan C en Industrial aumentó la disciplina de Informática que integraba varias asignaturas y que tenía como exigencia vincularse a la carrera. Entonces la dirección de esa facultad pidió que me trasladaran por ser ingeniera de esa rama y tener la formación en la parte informática. Hice mi maestría en Informática aplicada, luego el doctorado en la CUJAE, vinculado a la ingeniería de software, específicamente a la calidad del proceso de producción de software.

Fui jefa de disciplina, jefa de la junta del segundo año académico, jefa de carrera. Dirigí la Maestría de Informática Empresarial, como resultado de un proyecto con universidades alemanas, que tuvo mucho éxito. He formado ya tres doctores y varios maestrantes. Soy miembro del tribunal nacional de grado científico. Participo en las Maestrías de Ciencias de la Computación, de Calidad de software, de Telemática.

Estuve en varios países en funciones de asesoramiento de Maestría, de docencia en pre y postgrado y como parte del proyecto con Universidades alemanas. He hecho varios cursos independientes en Etecsa, asignaturas que me han aportado mucho, pues en Cuba no se estudia Informática Empresarial y esa dualidad no la tienen los industriales o los cibernéticos por separado. Con ese convenio que teníamos con Alemania se logró vincular los conocimientos de informática e industrial como nueva visión en la nueva era digital.

En el sindicato…

Fui secretaria del Sindicato de esa facultad.  Cuando entré a Industrial me pusieron también de secretaria de toda la facultad y cuando nos unieron con economía en lo que se llamó INDECO también asumí la responsabilidad. Mi vida sindical ha sido muy activa.

Cuando ya dejé esa tarea que me trasladé para el departamento, fui la mejor cotizadora de la Universidad. Siempre delante en la emulación. Había unos juegos de profesores entre facultades de halar la soga y otras iniciativas con las que disfrutábamos muchísimo. A mí de las gradas me gritaban muchas cosas cuando me ponía en la punta de la soga, porque cuando bajaba el nalgatorio atraía a todo el mundo hacia mí.

¿Qué logros recuerda en su vida profesional?

Recuerdo con gratitud que conseguí que el Ministro aprobara la salida con tres estudiantes a República Dominicana a presentar sus trabajos en un evento de ingenieros en Latinoamérica.

En el Fórum de Ciencia y Técnica presenté una vez un trabajo para el MINAZ, que consistía en programar el corte de caña de acuerdo al índice de madurez y el rendimiento de la caña, si es de moler, si es quemada, el algoritmo de hacer ese proceso. Esa investigación llego a nivel nacional y fui Destacada. Me seleccionaron también como mujer creadora por los años 80. Recuerdo que nos reunimos un grupo de mujeres en la Casa de la Ciudad con Vilma Espín.

La Universidad de Magdeburg me dio la Medalla de Profesora Invitada destacada en Postgrado, fui mejor coordinadora de año de la UCLV, la mejor jefa de disciplina. El año que salí para Mozambique fui seleccionada la mejor trabajadora a nivel de Universidad. Ese mismo año casualmente Leti también fue la mejor trabajadora.

He obtenido reconocimientos en la formación de postgrado, en las diferentes maestrías que he trabajado, tengo la distinción Frank País de I Grado. Tengo reconocimientos importantes de la UNAICC. Me he sentido reconocida en la Comisión de Informática de la que soy miembro permanente de un taller. He tenido diplomas por los 60 y 65 años de la UCLV.

¿Cómo cataloga a la Lourdes madre?

Creo que he sido buena madre. Tengo una sola hija y es hembra. La crié con el apoyo de mi suegra y de mi mamá, que eran maestras. Siempre la formé en un ambiente de estudio. Desde pequeña me veía haciendo algoritmos y yo le enseñaba y le ponía situaciones problémicas con muñecas. Le inculqué siempre que participara en muchas actividades para que se mantuviera activa. Estuvo en un círculo de interés que tuvo competencia nacional, ganó premios importantes en la electrónica, entre otros logros. A la hora de decidir la carrera universitaria mi esposo y yo la enamorábamos con nuestras carreras y ella quiso coger Cibernética, ahora Ciencias de la Computación, de la que fue la estudiante más integral de la Universidad. Imagínate, qué orgullo para mí.

Ya como trabajadora de la Universidad, Leti ha sido seleccionada mejor trabajadora del centro y se mantiene muy activa. Ella se hizo doctora muy jovencita. Antes, llegaba Lourdes al Centro de Cálculo, una de sus primeras trabajadoras. Ahora, llega la mamá de Leticia (Risas).

Como mismo me considero buena madre, ella ha sido buena hija. Estoy operada y ella pidió una semana para dedicarla a mí. Ahora va por las mañanas a la UCLV y dentro de un rato llega a prepararme el almuerzo porque todos los mediodías ya está aquí. Vive conmigo y creo que me cuida demasiado, nos tenemos una a la otra, pues tengo una hermana, pero no está en el país. Fíjate que con ella fue con la que compartí la enfermedad de mi mamá. Es de las que le gusta relacionarse con las personas mayores, quizás por estar acostumbrada a convivir con ancianos. Es muy cariñosa y preocupada.

Y… ¿en su faceta de esposa?

Pedrín y yo somos pareja desde la UCLV. Yo estaba en primer año, él era profesor mío de Análisis Matemático, estuvimos como tres años de novio y en 1975 nos casamos, yo con 24 años. Así que de allá a acá ha llovido bastante. Hemos vivido momentos felices, pero también momentos de nostalgia. En medio del matrimonio, siendo muy jovencita, mi esposo se fue para Angola a dar clases en Guambo y se convirtió en el primer internacionalista de Eléctrica. Aunque fue difícil, puedo decirte que la distancia me ayudó a fortalecer nuestra  relación, en la que siempre  hemos compartido las decisiones, las alegrías, las tristezas, las responsabilidades, todo, y siempre nos hemos llevado muy bien.

Como mujer, ¿ha llevado la iniciativa en el hogar?

Eso sí. Él decía que la desgracia más grande suya era vivir con tres mujeres: su mama, su hija y su esposa. Yo, en particular siempre le he exigido que me escuche. Todo lo planificamos y no tenemos distinción en las tareas de hombre o de mujer. Si es para el carro nos defendemos también mi hija y yo, como si hay que cambiar una goma. Soy una mujer independiente, no tengo que esperar por la fuerza masculina para resolver los problemas. Por ejemplo, en la construcción de esta casa, mi hija y yo cargamos ladrillos e hicimos miles de tareas que normalmente hacen los hombres. Hemos tenido momentos de estar solas y no ha quedado otra que enfrentarnos solas a las situaciones de la vida.

Recuerdo que cuando mi esposo fue a Angola yo tenía 28 años y la gente me decía que me iba a quedar acomodada con un carro. Imagínate lo que implicaba quedarse con un carro si se rompía. Yo no quiero acordarme de esa primera vez que me quedé sola manejando. Fue cuando llevé a mi esposo al aeropuerto a La Habana y regresé sola con el miedo de que se rompiera. No obstante, ya estaba preparada, eché gasolina, medí las gomas. Es decir, siempre me ha tocado hacer cosas de hombres.

¿Cuánto le ha aportado su condición de mujer?

Me ha aportado demasiado. Una vez que tienes un hijo, ¿qué más vas a pedir como mujer? Recuerdo que nunca antes había pensado en la muerte y cuando parí le tuve miedo porque desde ese momento sentí que quería estar siempre con mi hija y ayudarla. El hecho de ser madre es lo máximo para mí, sobre todo, porque he tenido la suerte de que mi hija me ha dado momentos divinos.

También me ha aportado el hecho de enfrentarme a cualquier situación de la vida y no es feminismo, yo sí creo que las mujeres tenemos una capacidad superior de hacer las cosas, de desdoblarnos y hacer muchas actividades al mismo tiempo y hacerlas bien, te entregas más te responsabilizas más con las tareas. Mi niña cuando era adolescente, me decía: Mami, ¡verdad que las mamás tienen un sexto sentido! Y eso no se lo decía a su papá, que lo adora.

¿Cómo es eso de Mamitis?

Los muchachos de la disciplina me dicen así, porque siempre los estoy protegiendo. La CUJAE y nosotros a nivel de país somos los únicos que tenemos resultados importantes por tener ingenieros industriales que han realizado doctorados en Informática empresarial, han tenido una formación dual, con valor añadido. Entonces siempre fui solita en mi disciplina y cuando ya empezaron a entrar jóvenes a trabajar conmigo me tocó orientarlos y guiarlos. “En el laboratorio esto es así”… y les explicaba. La clase en ese lugar es más difícil puesto que allí quienes la dirigimos somos compiladores, tenemos que ser capaces de adecuarnos a la situación particular de cada estudiante.

A mí me encanta que me digan Mamitis, me reconocen y me dicen que yo siempre tengo la pulpa guardada. Siempre he estado con jóvenes y eso me fascina, incluso cuando hice el doctorado, ya de vieja en el 2000. Mi generación fue la generación de la tiza, dábamos muchas clases para los profesores que iban a Alemania, a la Unión Soviética. Mira, ese colectivo que dirigí hasta hace poco los he formado desde mi experiencia. Ahora soy la mujer más vieja del departamento (Risas).

Por ejemplo, Fernando Marrero, el Director de Recursos Humanos, fue un estudiante que hizo Tesis de Diploma, Maestría y Doctorado conmigo. Él me reconoce como su segunda mamá. Desde primer año trabajó conmigo. Ese grupo que formé me llena de orgullo y por ley de la vida ahora me están sustituyendo. Pienso que lo de mamitis es que ellos me ven no solo como la profesora mayor que los guía, sino por esa condición de mujer. Quizás si hubiera un profesor hombre que hace las mismas cosas no le reconocieran tanto ese mérito.

…Y Error 98

Yo le daba clases a toda Mecánica y a Eléctrica. Estaba recién graduada y tuve que darles a esos estudiantes una conferencia de FORTRAN en la Gilda. Eran tarjetas perforadas que pasaban por una máquina de tercera generación, no existían las microcomputadoras ni nada en aquella época. Científicamente Error 98 es un error que da la computadora y significa desbordamiento de memoria. Todos los estudiantes eran varones y yo me paraba a escribir en la pizarra con aquella espalda tan fina y aquel caderaje delante del aula. Por eso me decían así (Risas).

¿Extraña la producción?

Yo trabajé en la calle y mi experiencia en la producción no fue muy larga. Pero puedo decirte que prefiero la academia. La Universidad es única en el sentido de la disciplina, de la necesidad de estudio, de transmitir los conocimientos, de investigar, de superarse. Por otro lado no hay cosa más satisfactoria que ver la televisión y reconocer a uno de los más altos dirigentes como mi alumno. Esa experiencia no se tiene en una empresa, por eso la Universidad me gusta y aunque doy Gestión del cambio en una asignatura, soy resistente al cambio si de abandonar la Universidad se trata. No puedo valorar mis propias clases, pero me gusta la docencia. Me gusta estudiar. Por eso me siento feliz en la Universidad.

Pero además, ha sido la academia el factor común en su familia…

Los tres que vivimos en esta casa trabajamos allí. Mi hija Leticia trabaja en Ciencias de la Computación, y mi esposo, ya retirado y recontratado, en Ingeniería en Telecomunicaciones y Electrónica. Nosotros nos aclimatamos bien a la Universidad. Aquí en la casa no podemos evitar hacer claustros en los que discutimos situaciones y casos, y nos ayudamos desde la visión de tres especialidades distintas. De hecho, los tres damos clases en la carrera de Ciencias de la Computación y cuando acaba el día nos dicen que pasó el familión completo.

Por su edad, ¿ha pensado en renunciar a la UCLV?

Para nada. Me retiré hace aproximadamente dos o tres años. Me pude haber retirado con la ley vieja y no me retiré, fíjate que soy consultante desde los 50 años. Fueron unos cuantos años trabajando después de la edad de jubilación.

Cuando surgió la ley de que podíamos retirarnos y contratarnos a tiempo completo o parcial accedí a jubilarme para suplir mejor las necesidades. Por suerte, yo tenía tres años más de trabajo, porque el pre de Vento era semimilitar y antes del 70 se daba la posibilidad de contar el tiempo en ese tipo de pre como tres años de experiencia laboral. Vino la oportunidad y me contraté a tiempo completo.

Luego me contraté a tiempo parcial, que para mí es como si fuera completo. Tengo que adaptarme a la idea de que es menos carga. Realmente lo único que dejé atrás fue la función de jefa de disciplina, sigo en la Maestría, en el Tribunal, en el Consejo Científico, en la comisión de carrera nacional. Ahora para la elaboración del plan E quisieron que yo participara y fui con la jefa actual de la disciplina.

Pienso seguir porque la casa te come, te embrutece. Hay que estar activa para que el pensamiento se mantenga. No puedo dejar de ayudar a los muchachos, que siguen contando conmigo. Además con la Universidad tengo un gran sentido de pertenencia, que no me deja renunciar tan fácil. Continuaré allí hasta que me den las fuerzas.

Lourdes ha sido y es prolífera en su accionar dentro de la UCLV, al igual que al interior del hogar y de la familia. Su hija y su esposo no quieren una Lourdes mejor, porque en su opinión es imposible superarla en cualquier aspecto de la vida, donde ha demostrado ser una mujer de altos kilates.