Una carrera de tipo universitaria es una cuestión de kilómetros recorridos con el esfuerzo y el sacrificio de aquellos que a toda costa logran la meta de convertirse en excelentes profesionales.

Para Jesús Alejandro Águila Córdova llegar a la meta fue doblemente difícil. Superó dificultades que van más allá de carencias económicas, con su abundancia de conciencia y su formación como joven de bien en el seno familiar.

Su piel no resiste los embates del sol, pero su corazón alberga la voluntad de haberse formado como Ingeniero en Telecomunicaciones y Electrónica desde su hogar, convertido en centro de enseñanza superior por su condición de paciente XP.

«Desde que nací tuve el pelo rojo, tanto que mis padres se asustaron (Risas). Siempre cogí sol y hacía mi vida normal porque no tenía conciencia de lo que padecía. Pero cuando iba al río o a la playa me despellejaba y me salían unas burbujas por todo el cuerpo y sufría».

Hoy se gradúa con la satisfacción de haber saltado los obstáculos y de haber recibido el apoyo y el amor por parte de su madre y de sus dos hermanos, quienes también estudian para hacerse hombres de bien.

«Desde pequeño mi mamá me inculcó que tenía que estudiar para ser alguien en la vida, a pesar de tener una situación económica difícil. Yo vivía en el Caracatey y siempre fui muy curioso. Al principio de la escuela primaria no tenía muy buenas notas que digamos, pero luego me di cuenta que era porque no veía bien la pizarra por un problema de visión, pues enseguida que me gradué la vista tuve excelentes calificaciones y comencé a ser monitor de Matemática. Esa dificultad no se supo hasta que mi mamá se dio cuenta de que estaba observando una figura que realmente no era. Yo pensaba que todo el mundo era igual que yo, que veía menos por la lejanía y mejor con la cercanía».

¿Cuándo conociste de tu padecimiento?

Entré luego a la secundaria de la Vigía, como a tres kilómetros del Caracatey e iba a la escuela a pie todos los días. Después me conseguí una bicicleta. Mi promedio era bueno. Me fui para el pre de Boquerones y estuve una semana porque me mandaron para la casa con un yeso. Cuando en el infantil estaba pasando por frente a la consulta de Dermatología estaba Nancy, una especialista muy buena que me llamó la atención acerca de si yo tenía problemas en la piel y me convenció de hacerme una prueba para ver si era XP. Cuando aquello estaba en décimo grado. Luego me cambié para el técnico medio en Electrónica, que era lo que siempre me gustó.

La prueba no era tal prueba. Era una comisión médica que se reunía y determinaba. Me hicieron preguntas típicas de la enfermedad y me declararon XP, lo cual fue corroborado con la prueba científica. Me explicaron que no podía exponerme al sol por la probabilidad de tener cáncer de piel y eso es grave. Le expliqué de mis ampollas en la piel y eso los convenció del diagnóstico.

Cuando te declararon XP ¿sentiste que se limitaba la vida?

Pensé que iba a perder la oportunidad de estudiar. Imagínate. Me pregunté como sería esto que no podría salir de mi casa. Ese trance no lo cogí muy fuerte y me puse a estudiar cerca en el técnico medio. Pedí un protector solar a mi tío y así logré vencer los estudios allí. Cuando me dijeron cómo tenía que ser el régimen de vida me dije que eso no era vida. Pero afortunadamente un año después de que me atendió la comisión médica me hicieron una prueba científica que se llamaba Cometa. Me explicaron que era porque cuando rompen el núcleo de la célula parece como si fuera un arcoiris y lo asociaron a un cometa.

Siempre le decía a la doctora que me hablara con sus términos que yo trataría de entenderla. La prueba es como un ponche para tomar muestras y analizar qué tan bien se regenera la piel. La piel tiene un mecanismo de arreglo. Todos los días soltamos células muertas y se regenera con nuevas células. Al XP se le regenera pero con defecto y eso afecta la salud porque los tejidos no son normales. Mis padres son portadores del gen y yo salí genotípica y fenotípicamente con el padecimiento. Pero ello no me impidió seguir mi vida y mis aspiraciones.

Comencé a cuidarme y las pecas fueron disminuyendo. Luego empezamos a averiguar de nuevo por el resultado de la prueba. Esta casa me la dieron porque donde yo vivía no había condiciones era una casa de fibro y fíjate si había calor que una fosforera se explotó encima del refrigerador. Me dieron la posibilidad de construir allí mismo o venir para Santa Clara. Aquí construimos, pero con dificultades porque necesitaba placa y me asignaron zinc. Al final después de tantas gestiones hice placa a una parte de la casa. Hasta fui a La Habana para resolver el problema y ahí también solucionamos cuestiones de salud. La buena noticia fue que yo era XP pero que mi regeneración funciona algo, es decir, soy una variante de XP. Eso fue en cuarto año de la carrera. La doctora me vio bien cuidado, aunque no dejó de recomendarme que siguiera tomando las medidas que venía aplicando hacía siete años.

¿Cómo decidiste convertirte en universitario?

Desde onceno grado los profesores fueron a mi casa y emplearon alumnos también. Allí me daban las clases y me aplicaban las pruebas como si estuviera en la escuela. Primero estuve en el Sideromecánico y luego pasé a otra escuela cuando me mudé para acá. Hice mi técnico medio, pero me quedé incompleto, inclusive yo era el uno en el escalafón, imagínate, desde mi casa. Me quedé con ganas de seguir por mi curiosidad y decidí entrar a la universidad. Valoré todas las carreras relacionadas con la electrónica y pensé que Tele era la que debía coger y comencé a prepararme para las pruebas de ingreso. Mi mamá me consiguió unas pruebas anteriores y no sabía resolverlo todo, entonces Aleida una buena profesora y amiga de la familia me preparó.

Llegar aquí a este barrio es algo increíble y no creo en las casualidades, toda esta cuadra está llena de profesores. Hay un profesor de historia de la universidad, aquí vive la esposa de Jacinto, el que escribió el libro Cómo estás en matemática. Su hijo me prestó el solucionario con el que hacía los ejercicios. Aprendí todo lo que me faltaba y fui de los que aprobé en la primera convocatoria las tres pruebas de ingreso, cuando hubo solo un 30 ó 40 por ciento de aprobados.

Me dieron la posibilidad de escoger la carrera. Era Miriam Nicado la que estaba de vicerrectora docente. No entré por la modalidad de curso diurno por mi situación y cuando escogí Telecomunicaciones me dijo que era muy difícil.

Y comenzaron a tramitar todo

Lo primero fue la computadora. Fue bastante difícil, tanto que a mitad de curso fue que tuve la computadora y perdí el curso porque el engranaje no comenzó a funcionar bien. Pero me hice la idea de que había pasado el servicio militar. Comencé entonces y los profesores, que venían de la sede y alumnos ayudantes de la Universidad que tuvieran cercanía, venían aquí a darme clases, siempre di la talla porque soy muy bueno analizando y aplico mucho la lógica, fíjate que no solo la matemática me resultó fácil sino también la filosofía.

Los primeros tres años fueron los más difíciles con el cálculo. Luego el cuarto, quinto y sexto. Mis notas fueron buenas, solo tengo un 3 y fue el tutor el que me lo dio que es como un padre para mí. Las pruebas de la universidad eran las mismas que me traían para acá. Los alumnos ayudantes me daban las mismas clases del diurno. Me adapté a estudiar solo, cosa que es diferente en la universidad, pues en grupo se solucionaban los ejercicios. Yo llamaba a los profesores y les escribía correo a alumnos ayudantes y preguntaba mis dudas.

Conocí a tres estudiantes de los que deberían estar conmigo en el aula en la universidad. Los conocí en la discusión de la tesis. En toda la carrera muchos no pudieron continuar.

Fuera de tus familiares, ¿qué figura te apoyó más en tu camino a ser profesional?

Roberto, que desde el primer año está conmigo. No me dio clases de todo, pero me ayudó en todas las asignaturas. Me enseñó español, historia, porque es casi fundador de la UCLV. Te da clases, pero lo vincula con la historia y las cosas prácticas. Me dio Antena, Líneas de transmisión y los tres circuitos.

Si yo tenía un problema con la computadora él me gestionaba, me buscaba a los profesores cuando algo fallaba. Era como un coordinador para mí. Era mi puente con la facultad. Al principio lo vi muy serio, después lo vi como un padre al que respeto y quiero. Es vecino mío a dos puertas de esta casa.

¿Qué sientes al graduarte después de seis años de sacrificio?

Que estoy demasiado agradecido con la Revolución por su educación y su salud, que aquí están bien firmes. Yo le debo mucho a la Revolución, me siento en deuda por todo lo que me ha ayudado, y no solo a mí, sino a todos los que tienen problemas.

En otros países el bienestar social no funciona como aquí. En este país todos somos iguales y aunque tengamos alguna limitación podemos trabajar y ser útiles a la sociedad. Eso es vivir. Vivir no es estar encerrado. Para sentirse vivo hay que ser útil.

Ese título significa mucho para ti

Mucho. La universidad es un nivel que te abre mucho la mente. La capacitación, la formación es diferente a los niveles precedentes. Hacen de ti un buen profesional que asume cualquier tarea. Yo soy multifacético porque me lo enseñó en parte la universidad. Enseña a no quedarte con la duda, a buscar, a profundizar, a generar ideas.

¿Qué perspectivas tienes como trabajador?

Hacer desde mis conocimientos todo lo que pueda para resolver cualquier situación en la sociedad.

¿Qué te inspiró a transitar el camino hacia la profesión?

Simplemente, las ganas de vivir. Tenía que romper la barrera, de alguna manera me le escapé a mi padecimiento. Me tracé una meta y la logré.