Desde 2014 entré a la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV). Casi son 7 los años que acumulo en esta institución. En este tiempo he pasado más momentos en ella que en ningún otro sitio. La UCLV es como mi casa.
Uno nunca sabe lo que depara el destino. En mi séptimo año y en una semana que empezó como casi todas —viajando hacia la UCLV con la pereza que acompaña al lunes— puedo decir que me sucedió algo realmente gratificante. Jamás lo había tenido en mi “lista de cosas por hacer”, ni tan siquiera lo había pensado. Pero ciertamente la vida me dio la oportunidad. Y no fue hasta que estos largos y agotadores días pasaron, cuando me di la tarea de relatarlo, que me di cuenta de lo afortunado que había sido. Ser el elegido para acompañar —durante 4 días— a los 12 decanos de la UCLV, su rectora y otros directivos, por todos los municipios villaclareños fue una experiencia verdaderamente reconfortante.
«Por primera vez estamos juntos estos 12 decanos» me dijo uno de ellos. Poder estar ahí, escribirlo y dejar constancia fotográfica de ello fue un gran privilegio.
De lunes a jueves parte de la directiva universitaria —incluyendo jóvenes de la FEU—, encabezada por la rectora de la UCLV Dr. C. Osana Molerio Pérez, recorrieron los 13 municipios de Villa Clara para entregar los carnés de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) a los estudiantes de nuevo ingreso. La situación generada por la COVID-19 ha provocado que muchos de estos jóvenes ni tan siquiera hayan conocido su universidad más que en fotos. En situación tan atípica, los propios decanos se trasladaron a los municipios para entregar esos carnés personalmente. Además, para darles la “bienvenida” a la UCLV y guiar a estos estudiantes que andan a tientas en tiempos de Moodle y estudio online.
Asimismo, en el marco de este intercambio entre decanos y estudiantes, el consejo de dirección universitario aprovechó la oportunidad para reunirse con las autoridades de los Centros Universitarios Municipales (CUM).
A pesar de ser momentos sumamente dificiles en todo el país, las máximas autoridades locales, entre tantas responsabilidades, hicieron espacio en sus agendas para recibir a la directiva universitaria. Así sucedió en cada municipio.
Fueron días exhaustivos. Cientos de kilómetros en guagua, largas charlas, lluvias, soles intensos. Pero con sus mochilas o bolsos al hombro como pioneros y cajas de libros en brazos, los decanos no decaían, con su ímpetu, ejemplo y buena voluntad, encandecían con su llegada. Con paciencia, atendían cuidadosamente cada petición o duda de sus estudiantes. Hasta que la última demanda no fuese atendida, doy fe de ello, no avanzabamos hacia otro municipio.
Y en esa convivencia, compartiendo guaguas, meriendas, almuerzos, bromas durante días recuerdas que los decanos son mitos en el ámbito universitario, pero que también son vecinos, hijos, nietos, amigos, padres. Y ese extrañamiento que sentí para con ellos en un inicio, se fue desvaneciendo. Unos más serios, otros con más desenfado en su rotro, unos jóvenes, otros no tanto, habladores algunos, láconicos otros. Pero todos, a su manera, desprenden sabiduría a raudales.
Sabemos la alta responsabilidad que tienen, cargan el peso de una facultad en sus espaldas. La premura del día a día impide reconocer lo suficiente su labor. Pero en esta oportunidad no hay manera de no agradecerles. Es el momento preciso para alabar su quehacer. Con ideas y libros como adarga volvieron una y otra vez al camino durante estos cuatro días para asistir a sus estudiantes. En nombre de todos esos estudiantes que escucharon y ayudaron durante estas jornadas, gracias, gracias Beatriz, Anabel, Erich, Omar, Pereira, Raciel, Nosley, Anabel, Barrios, Raulito, Neibys, Maylín, Gálvez. Gracias a la rectora Osana, a su equipo de dirección y a la FEU.