Por: Anabel Díaz, Vicerrectora de Extensión Universitaria y proyección social de la UCLV. (Tomado de su perfil de Facebook)

El Código de las Familias es un libro de historias de vida. Es la norma legal donde han quedado escritos el reconocimiento de los derechos, el sufrimiento, las alegrías, los anhelos, las luchas, la opresión, el dolor, los silencios y los gritos de muchas personas. Es una oportunidad de ser plenos y conformar la familia que deseemos: la propia, la nuestra.
Tener la oportunidad de decidir es una altísima responsabilidad. Opinar quizás no lo sea tanto, opinar es dar criterios según contextos y referencias. Votar este domingo, como muchos otros domingos que lo hemos hecho, es pensar por mí y por las muchas historias de vida que tengo a mi alrededor.

También es asumir la responsabilidad de legarle a mi hija la posibilidad de que en su futuro, en su proyecto de vida pueda ser feliz y no pasar ni por discriminaciones, ni violación de sus derechos como persona, como el  ser social que es.


Conozco, a muchísimas personas que sufren y lloran en silencio por no haber podido tener hijos y no contar con ningún medio legal que les posibilitara tener esa oportunidad. Conozco, a muchos padres y a muchas madres que han educado y amado a sus hijos, solos y los han formado como personas plenas y felices. También he visto lo contrario y he escuchado a muchos molestarse porque cuando se maltrata a un niño o no se le educa y cuida bien nadie ha podido hacer nada.

Conozco, como muchos, el dolor de ver ancianos solos, abuelos, padres y madres abandonados que lloran no tan en silencio, la soledad y nadie puede hacer nada.
Conozco, como muchos, personas anhelando ser felices, luchando cada día por sus derechos, por sus familias, las que no siempre son de sangre. Y con todas estas personas que conozco y que conocemos, me solidarizo, las  defiendo y abrazo.
El Código de las Familias reúne  muchas historias que conocemos y que han quedado escritas en lenguaje jurídico, en el lenguaje de la protección y los derechos. Todos estamos representados. Cada quien tiene el derecho de opinar y la oportunidad de votar.

Con la diferencia de que usted opina de todo pero vota por aquello que le toca el corazón y que necesita ser protegido a nivel social, reconocido en su expresión más plena del ser humano, el derecho a ser una persona respetada y protegida porque de muchas maneras todos estamos protegidos y reconocidos y eso es lo más importante.

Este no es un tema meramente político o de posturas fundamentalistas. Se trata de un tema de amor, de respeto al prójimo, de cuidado, de responsabilidad, de afecto, de silencios, de legado, de derechos individuales y colectivos.

Yo siempre diré que Sí al código, porque tengo una responsabilidad grandísima con mi hija, con mi familia, con mis amigos y con muchísimos que no conozco, pero que necesitan en su futuro, en sus proyectos de vida este código de las familias.