“Cada nuevo amigo que ganamos en la carrera de la vida nos perfecciona y enriquece más aún por lo que de nosotros mismos nos descubre, que por lo que de él mismo nos da”. Miguel de Unamuno
En junio de 1958 un grupo de amigos se reunieron para celebrar el Día del Árbol en Puerto Pinasco (Paraguay). Fue el Dr. Artemio Bracho, entonces director del hospital del Instituto de Previsión Social en Puerto Pinasco, quien propone la instauración de un día para festejar la amistad entre los seres humanos.
Aquel día se funda la organización civil internacional llamada Cruzada Mundial de la Amistad, cuyo lema es “Por un mundo mejor y más humano”. Ese mismo año 1958 se celebró la Primera Semana de la Amistad del 21 al 27 de julio en Paraguay.
El gobierno paraguayo a instancias del Ministerio de Educación y Cultura realizó gestiones para celebrar el Día Internacional de la Amistad, que se transmitió a otros países de América Latina, y finalmente llegó a la ONU.
Los países que lo celebran más activamente, lo consideran como uno de los eventos más populares del año, especialmente para la población joven, que dedica el día completo a sus amigos más especiales compartiendo tarjetas, regalos y realizando juegos como el Amigo invisible.
Los amigos representan parte de la familia que nos permitimos elegir para caminar por la vida. Ellos se van convirtiendo en personas importantes en nuestra existencia. Nos escuchan, les escuchamos, nos reímos y compartimos actividades que nos gustan. Confiamos en ellos para contar nuestras alegrías y nuestras penas. Y esperamos que siempre estén ahí, sobre todo en los momentos más complejos.
El valor de la amistad radica en sentirse a gusto con otra persona, sin importar su condición social, sexualidad, religión y raza; es la esencia del compartir sentimientos, convicciones, gustos y afecciones este tipo de cosas es lo que tienen en común las personas que profesan amistad.
Una persona amistosa y sociable es capaz de establecer relaciones con los demás caracterizadas por la libertad, la creatividad, la comprensión y la comunicación profunda de lo que nos parece más importante. La generosidad no tiene obstáculos, pues los amigos dan de sí mismos desinteresadamente y sin límites, están pendientes de las preocupaciones y necesidades del otro, acompañándose en los padecimientos o en los malos momentos, disfrutando de los triunfos y las alegrías, y compartiendo el tiempo, el conocimiento y las diferentes cualidades.
El valor de la amistad nos dispone a ser amables y afectuosos con los otros y a tener interés por ellos renunciando a la hostilidad y el egoísmo; siempre partiendo de la honestidad y fidelidad como premisas. Ser auténticos y verdaderos también resultan claves en el descubrimiento de la amistad.
“El único servicio que un amigo puede realmente prestarte es el de sustentar tu valentía al sostener un espejo frente a ti en el que puedas ver una imagen noble de ti mismo”. George Bernard Shaw