Cada mayo nos trae una de las celebraciones más simbólicas para la familia, el segundo domingo viene a recordar, (como si fuera fácil olvidarlo) la importante existencia de quien nos trajo a la vida, aunque a la madre hay que quererla y tenerla presente siempre, no solo un día.

En 2020 se ha transformado la celebración, y aunque siempre se buscan maneras de agasajar a las reinas de nuestros hogares, el ambiente es distinto, los abrazos y besos se dan de una manera diferente.

Este domingo muchas madres e hijos estarán separados por el cumplimiento del deber, desde diversos frentes se encuentran unos y otros para combatir la COVID-19; y aunque la distancia se siente más en días como estos, el amor es infinito y trasciende todas las dificultades. Sabemos que ahora lo más importante es seguir combatiendo esta pandemia, dentro y fuera de la isla.

Muchos de los hijos de nuestra Universidad han servido en la primera línea del Centro de aislamiento que funciona en la institución. Hoy no es un día diferente, siguen allí cuidando de la salud de otros, velando por la seguridad de nuestro pueblo. Sus madres deben sentir orgullo por su altruista labor, aún estando lejos en esta fecha.

Hoy es un buen día para recordar la frase de nuestro apóstol, “El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre… Ahora bendígame y crea que jamás saldrá de mi corazón”.

Muchas felicidades a todas la madres, y a las que sus hijos sirven en el cumplimiento del deber ante la enfermedad, el reconocimiento y la seguridad de que volverán a sus casas pronto, para buscar ese abrazo cálido como ninguno.