«¿Noa?, muchacha ese hombre ha dedicado su vida al Jardín Botánico»: esta era la expresión de las personas cuando preguntaba por mi entrevistado. El encuentro con Dr. C. Alfredo Noa Monzón surge como una propuesta de la dirección actual de este centro, y es que su labor y dedicación lo han hecho merecedor del premio más grande que se pueda ostentar: el reconocimiento y respeto de todos sus colegas y alumnos.

Nada más llego al herbario, lugar donde pasa la mayor parte del día, y el tono de su voz me delata modestia, incluso sorpresa de encontrase como protagonista de esta historia. Cienfueguero de nacimiento, me cuenta que al triunfo de la Revolución su padre había fallecido y la familia presentaba dificultades económicas por lo que se trasladan a Santa Clara, específicamente a la zona del Capiro.

«Esta era una zona prácticamente campesina, ahora ya casi todo es ciudad pero cuando aquello no, así que tenía mucho contacto con la naturaleza. En esta época uno de mis hermanos empieza a estudiar un técnico en plantas ornamentales, él se tenía que aprender los nombres científicos de las especies y ensayaba conmigo que era más chiquito. Yo diría que aquí están mis primeros acercamientos al mundo de la botánica, imagínate, cuando comencé a estudiar Biología ya me sabía muchos de estos nombres».

Una vez en el Pedagógico, donde se graduara de Licenciado en Educación en la Especialidad de Biología, «tuve muy buenos profesores, que les gustaba el trabajo de campo. Ya en 4to año me seleccionaron como alumno ayudante e íbamos a expediciones de quince días en el campo; este mismo amor trato de inculcárselo a mis estudiantes todos los días».

«Mi vida profesional siempre ha estado ligada a la enseñanza y la investigación de la botánica, en este sentido me gustaría destacar que fui miembro del Primer Contingente del Destacamento Pedagógico convocado por Fidel Castro, una experiencia que me permitió ampliar mis conocimientos y tener una formación más sólida», me dice con orgullo.

Noa se hizo Doctor en la Universidad de La Habana y estuvo trabajando en el Pedagógico hasta el año 2003 cuando le solicitaron ser el director del Centro de Estudios que se iba a fundar en el Jardín Botánico. «En ese año la UCLV gana un proyecto interinstitucional con universidades belgas y gran parte del presupuesto es designado para la reconstrucción de este lugar. Ya yo tenía años trabajando en el campo de la botánica y resultados en esta especialidad, así que acepto el cargo».

-¿Fue una tarea difícil?, le pregunto.

«Bueno, cuando llego el jardín estaba prácticamente abandonado y lleno de marabú, aunque se mantenían trabajando algunos compañeros, la instalación estaba casi desarticulada por los efectos del período especial, incluso los estudiantes que hacían prácticas aquí solo venían a recoger las plantas para llevarlas al laboratorio. Gracias a ese financiamiento se logró rescatar esta institución y sus colecciones en solo cinco años; también aportó mucho la creación de la carrera de Biología en la universidad».

Tras desempeñarse por once años como director del Centro de Estudios del Jardín Botánico de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, me habla de este lugar con el orgullo de un creador por su pieza más famosa: «este Jardín pertenece a la Red Nacional de Jardines Botánicos y posee una gran fortaleza desde el punto de vista científico. Nos destacamos por el desarrollo investigativo y la docencia universitaria, tenemos un herbario con una colección importante de plantas —algunas de ellas tienen más de 100 años colectadas— y una maestría de conservación de biodiversidad, única de su tipo en el país, próxima a acreditarse».

Desde el 2014, fecha en que deja de ser el director del Jardín, hasta hoy continúa desarrollando dos líneas de investigación: la taxonomía vegetal y la conservación de la biodiversidad, asociada a la maestría de la que es coordinador.

«Yo trabajo varias líneas de investigación, pero esas dos son las fundamentales. En la primera estudio familias de plantas de la flora cubana como parte de una gran proyecto internacional que pretende actualizar estas temáticas, ya publiqué dos familias, y sigo trabajando con dos más en estos momentos».

«En la de conservación de la biodiversidad investigo especies amenazadas o en peligro de extinción en el país y ecosistemas afectados en la provincia. Además, formo parte del Grupo de Expertos en Plantas Cubanas que se encarga de hacer las categorizaciones de las especies afectadas, este grupo pertenece a la Comisión de Supervivencia de las Especies de la Unión Internacional de Conservación de las Especies asociada a la Organización de las Naciones Unidas».

Alfredo Noa Monzón recibió en el año 2017 uno de los Premios Julián Acuña que se entrega a personas con un trabajo destacado en el ámbito de la botánica en Cuba debido a sus muchos resultados investigativos y como director del Centro de Estudios del Jardín Botánico de la UCLV. En su haber, Noa tiene tres especies y dos subespecies de plantas descritas para la ciencia, entre ellas la Daphnopsis bissei A. Noa, que nombrara en reconocimiento a Johannes Bisse, destacado científico y botánico alemán.

Si algo se ha mantenido invariable en la vida de este hombre, es su amor por el magisterio. En su carrera profesional ha impartido clases en Cuba, Chile, Perú y Ecuador y a estudiantes de Biología y Agronomía y de posgrado. «Yo siempre he tratado de aportar lo que se a los demás, por eso siempre que tengo un conocimiento lo comparto; siempre quiero aprender más, sobre todo de mis alumnos».

En este momento, admirada por sus muchos logros y sus incesantes ganas de seguir haciendo por este hermoso Jardín, le pregunto por el descanso:

«Uno no puede predecir pero realmente mi vida está tan ligada a este Jardín que me es difícil apartarme, este lugar me ha dado muchas satisfacciones. El trabajo de rescate y de rehabilitación fue duro pero muy gratificante, por eso es una obra que hay que mantener».

Ya al final y de camino a la salida, le hago la pregunta obligada:

-¿Tiene en la casa otro Jardín?

«Como dice mi mujer, en casa de herrero, cuchillo de palo», me dijo sonriendo.

Y es que no necesita otro, este Jardín, ya es su casa.