Leidy y Laurita recibieron un cálido abrazo en aquella mañana del 22 de diciembre de 2001. Un gigante las saludaba, hablaba con ellas. Sus manos tibias aún siente Leidy. Era un gigante de voz amena y con alas.

“Yo tenía la ilusión de tomarme una fotografía con él. Era el acto nacional por el Día del Educador en Ciudad Libertad. Mi esposo, que era miembro del Buró Nacional de la UJC, y yo, vivíamos en La Habana, y la niña tenía apenas un año. Sí, yo quería retratarme con el Comandante”.

Fidel se le acercó a Aleida Suárez Ramírez en aquella gélida mañana, y desde entonces han sido 15 minutos definitivos en su vida. “Leidy” aún lo recuerda, pero Laurita, que ahora estudia en la UCLV la Licenciatura en Letras, también es dueña de una experiencia única.

“Es difícil de explicar. Laura, que es mi hija mayor, no podría tener recuerdos de aquel momento, y aun así, habla de eso con el mayor orgullo. Mi otra niña, la menor, me ha llegado a decir que tiene celos en ese sentido de Laurita: ¡ella también quería una foto con Fidel!”

Cómo se alimentaba la niña, si estaba sana, si dormía bien, si estaba bien amamantada, que era una niña linda… sobre esas cuestiones trató la conversación capturada en la imagen entre Leidy y Fidel. Y como todos la miraban, ella se sintió dichosa, privilegiada.

“¿Qué recuerdo? Sus manos, grandes y expresivas, como manos de gigante. Sí, su tamaño me impresionó mucho, me sentí tan pequeñita, con mi niña cargada en brazos, tan pequeñitas las dos…Pero más me impactó que, en aquel momento, su voz no era enérgica, ni ruda. Hablaba muy bajito, como con mucha ternura, ¡y su piel era tan fina! Tenía además un olor tan familiar, tan tibio, que llegué a sentir calor en medio del frío de la mañana; un calor que brotaba de sus manos, y de su mirada, que no se olvida”.

“Cuando él falleció, toda la familia se puso de luto. La pared que le dedicamos a la foto se convirtió en nuestro orgullo familiar, y allí, en un lugar especial de la casa, levantamos un altarcito. La idea fue de Laurita. Ella, que no tiene creencias religiosas, juntó la foto con la de su abuelo, y justo allí encendió una velita por los dos”.

Pero lo más curioso de la historia de Leidy y Laura es que, para el asombro de muchos, no pasaron nueve meses antes de que volvieran a retratarse junto a Fidel en un acto público. La segunda vez, Laurita había crecido un poco: estaba bien amamantada, sana y bien cuidada. También era una mañana fría. Cuenta Leidy que Fidel volvió a impresionarse por los rizos rubios de la pequeña, y con la jocosidad que lo iluminaba le dijo a Leidy: “Se te va a congelar la niña”. Entonces Leidy volvió a concretar su ilusión de fotografiarse con Fidel, y volvió a sentir el calor de sus manos de gigante.

Por: Gleidys Sorí Velázquez