Poeta, narrador, investigador, ensayista, periodista, editor, pintor, dibujante, animador cultural, Samuel Feijóo (San Juan de los Yeras, Villa Clara, 1914-La Habana, 1992) es autor de una extensa y variada obra, marcada por una raigal cubanía.
El 14 de julio de 1992 murió Samuel Feijóo. En su memoria, compartimos este día, tres de sus poemas.
Somos ramas que tiemblan:
Somos ramas que tiemblan:
apretando el verde, el ala que huye, la lluvia del vanado cielo
y la tierna música del viento.
Tememos;
el lucero atraviesa con un puente de oro la noche,
y su agua antigua, rumorosa,
donde juegan errantes lenguas desconocidas,
canta en la orilla.
Tenue amor nos atraviesa
y el lamer del mar nocturno en la costa solitaria, inmenso y negro.
La poesía quiebra al pecho, nos recuerda
la frente ardida
y el verde escondido, verde en la boca, en los ojos;
un solo verde clavado sobre nuestros ojos.
Si mi voz…
Si mi voz no es una llama muy alta,
erguida a lamer el viento final, junto a las estrellas, más allá…
no hallaré su música.
Se perderá como el rumor de una ola, lejana del viento en los oídos.
Tengo que poner mi nombre donde alumbre, ¿y cómo?
Tengo que ocultarme detrás de un árbol.
Tengo que ser y saberlo.
Por mis ojos ve la vida algo más que naranjos,
algo más que la tierra nocturna.
Cántico
No es por los geranios de la muerte
donde me habito. Subo a besar
los ojos castos de un árbol,
los labios del rocío desordenado.
En la espalda de las piedras siembro azaleas
y las hiedras del sol que no se sostienen en mi hálito.
Y canto con la voz que va a ser vuelo.
Sé que vivo
por el eco que llega
de la historia de amor que lancé al viento
con labios mudos.
(Hacer un poema como una ciudad encantada
que adentro guarde mi sepulcro.)