Por: Leslie Díaz Monserrat

Tomado de Periódico Vanguardia

Entrevista con un joven profesor de la Facultad de Ingeniería Eléctrica de la  Universidad Central que obtuvo Mención a la mejor Tesis de Doctorado en el Tribunal Nacional de Ciencias Técnicas.

Erick Ortiz Guerra trabaja como profesor del departamento de electrónica y comunicación de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas. (Foto de la autora).

Erik Ortiz Guerra anda enredado en otros algoritmos. Unos que, además de mucho cálculo, incluyen cemento, ladrillo y mezcla.

«Ahora estoy construyendo. Así que el algoritmo me cambió», sonríe y se pasa la mano por el pelo inundado en canas a pesar de su juventud.

Solo tiene 32 años y ya es Doctor en Ciencias. Hace poco se conoció que su trabajo doctoral recibió mención a la Mejor Tesis en el tribunal de Ciencias Técnicas.

— ¿En qué se centró tu investigación?

Propuse tres algoritmos propios que permiten a usuarios inalámbricos conectarse y establecer comunicación en un lapso breve de tiempo.  Para la mención que recibí se tomaron en consideración los resultados avalados en publicaciones científicas de prestigio internacional y, además, se tuvo en cuenta la opinión del tribunal que participó en el acto de defensa.

«En la actualidad hay muchos servicios inalámbricos y eso ha llevado a que el espectro disponible para las comunicaciones se haya agotado. Sin embargo, los canales de televisión no están al aire todo el tiempo. Entonces, la tesis está centrada en reutilizar esas bandas para lograr conexiones inalámbricas de otros usuarios que no sean los de televisión.

— ¿Por qué hacerte doctor tan joven?

—No hay límite de edad para comenzar y tampoco para terminar. Junto conmigo también se premió al doctor más longevo, tenía unos 72 años.  Sí lleva un esfuerzo que no solo es personal, también es  de un colectivo de trabajo que incluye a tutores y a compañeros que muchas veces tienen que asumir nuestra carga laboral para que uno pueda dedicarse parcialmente a la investigación.

«En mi caso, el hecho de haberlo logrado relativamente joven se debe a que comencé a trabajar en la facultad y desde que me gradué me permitieron y ayudaron a realizar rápido la maestría. Después pudimos identificar un tema de investigación para el posible doctorado. Nos enfrascamos y alcanzamos los resultados que queríamos. Empecé en el 2013, cuando tenía unos 29 años».  

—¿Qué viene después del doctorado?

—Hacer un doctorado no es el fin del camino, sino el comienzo de otro relacionado a que los resultados obtenidos se puedan aplicar. Ahora toca seguir desarrollando investigaciones de calidad, que puedan ser aplicables en el país, en los procesos productivos.

«Existen muchos retos de índole material. Todo investigador sueña con tener acceso a financiamiento para llevar a la práctica alguna de estas ideas.  Por tanto, este anhelo también implica saber gestionar cómo materializarlos.

Erik se graduó de Telecomunicaciones y Electrónica en el 2008 y a pesar de su juventud ya tiene 9 años de experiencia. (Foto de la autora).

— ¿Por qué eliges ser profesor?

—Tengo tradición familiar. Mi papa es profesor en la Universidad desde hace muchos años y mi mamá también trabaja aquí aunque no como profesora. De estudiante en la Facultad ya me gustaba y en segundo año de la carrera me vinculé al movimiento de alumnos ayudantes. Desde ahí recibí una formación encaminada a potenciar las habilidades pedagógicas y me gustó. Por eso decidí quedarme.

—¿Cuán difícil puede ser para un joven pararse frente a un aula?

—Es muy difícil, sobre todo por la poca diferencia de edad. La primera vez que di clases fue a estudiantes de cursos para trabajadores. La mayoría de los alumnos eran mayores que yo.  Eso pone una barrera que poco a poco se puede sortear porque uno se va entrenando en el proceso de dar clases, que no es una tarea sencilla.

«La clave del éxito está en mantener una actitud coherente, lograr que exista disciplina, que los estudiantes entiendan la necesidad de la información que uno le transmite y hacer que las clases sean de calidad, que motiven, independientemente de la edad que uno tenga».

—¿Cómo te ves como profesor?

—Creo que los estudiantes tienen la opinión de que soy riguroso y eso puede ser bueno porque ellos reconocen que uno es exigente por la disciplina.

—Y en lo personal…

—Soy tímido, callado. Después que logro entablar las amistades todo va bien, pero me cuesta iniciarlas. Luego que están consolidadas hago muchos chistes.

«Me gusta ver televisión, me entretiene y tengo otros hobbies asociados a trabajos habituales en la casa. Me encanta la mecánica. Creo que hubiese sido una buena segunda profesión.

— Ya que estás en el mundo de las ciencias técnicas ¿Cuál sería la ecuación que te resume?

— Disciplina + constancia + mucha ayuda externa sería una buena ecuación para mí.

—¿Cuál crees que sea el mayor reto para los jóvenes hoy?

—Un reto importante para todo joven está en encontrar un camino a seguir. En la juventud resulta difícil definir: “esto es lo que quiero para toda la vida”. Por eso a veces uno tiene que estar dándose cabezazos. Es muy importante identificar temprano y decir: “aquí está mi camino”, para luego dedicarle la vida.

«Siempre quise ser mecánico. De niño no solo jugaba con el carrito, lo desarmaba. Incluso, cuando empecé a recibir clases, durante las primeras actividades relacionadas con la formación básica todavía no encontraba de qué iba la carrera y cuál sería el alcance. Luego los profesores me cautivaron y entonces supe estaba donde quería estar».

—Tus sueños

—Dan para hacer un periódico; pero el esencial es lograr un buen equilibrio entre la familia, los hijos (los que vendrán) y la vida profesional para sentirme realizado y satisfecho con lo que hago.