Hace poco más de un año, el mundo lucha contra una pandemia para la que no estaba preparado. La vida nos ha dado un vuelco, hemos tenido que permanecer en casa, cambiar nuestras rutinas e incorporar otras.

La COVID-19 ha creado situaciones de estrés, violencia familiar, desempleo; sin embargo, al mismo tiempo, ha dejado grandes enseñanzas y nos ha mostrado las cosas realmente importantes en la vida. La salud como sector, se ha posicionado en la primera línea de lucha contra la pandemia, y sus trabajadores son los héroes de este tiempo.

No son pocos los países que han sufrido un colapso en sus instituciones sanitarias por la explosión de casos y la cantidad de pacientes graves, una situación que no hemos lamentado en Cuba. Un país tercermundista que siempre ha tenido clara la importancia de la formación de profesionales de la salud.

Un país que garantiza los servicios de salud a cada uno de sus habitantes y que también envía colaboradores a otras latitudes para combatir la enfermedad. Italia, Kuwait, Guinea, Dominica, Jamaica y Belice, son algunos de los países a los que ha llegado el Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias “Henry Reeve”.

Desde su creación, el 19 de septiembre de 2015, la “Henry Reeve” ha colaborado «para superar los efectos de 16 inundaciones, ocho huracanes, ocho terremotos y cuatro epidemias»[1]. Precisamente, por esta labor y la que ha desempeñado en la lucha contra la COVID-19, Consejo Mundial por la Paz registró de manera formal su candidatura al Premio Nobel de la Paz para el 2021.

Hoy, Día de la Medicina Latinoamericana, la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas felicita a estos dignos herederos del legado del médico y científico cubano Carlos J. Finlay.

[1] Fragmento de la carta enviada al Comité Nobel de Noruega para avalar la Candidatura de la Brigada médica cubana.