Un 14 de junio, pero con 83 años de diferencia, nacen dos personalidades que dejaron una huella  indeleble para la historia y el pueblo de Cuba: Antonio Maceo Grajales y Ernesto Guevara de la Serna.

Esta es una de esas historias inexplicables que nos presenta la vida. La historia de dos hombres nacidos en periodos diferentes pero forjados bajo el mismo ideal revolucionario, de humanismo, valentía e internacionalismo.

Pareciera que el destino nos jugara una buena pasada, una  llena de intenciones, al reencarnar todas las aptitudes y valores patrióticos de uno en el otro; guiados a la vez, por un mismo deseo desenfrenado de libertad; de constante lucha por la patria oprimida.

Ambos más allá de su labor revolucionaria, tenían otras obligaciones familiares; entre ellas la de padre. Tanto Antonio Maceo como Ernesto Guevara tuvieron hijos; de los cuales muchas veces se distanciaron por motivos patrios y de compromiso con el pueblo de Cuba.

A pesar de ello, cada vez que podían, no dudaban en dedicarles tiempo y amor a sus hijos. Les inculcaban a su vez el amor a la patria, a ese suelo sagrado del que eran frutos; la necesidad de defenderla y protegerla a cuestas de todo.

Ser padre implicaba un reto y constituía a su vez , un enorme sacrificio. Pero sus labores para con la patria, independientemente del periodo histórico de cada uno, exigían de ellos un mayor compromiso y entrega.

De Maceo, se calcula que intervino en más de 600 acciones combativas, entre las que se cuentan alrededor de 200 operaciones de gran significado. Su cuerpo estaba marcado por 26 cicatrices de guerra. Sus palabras sobre el destino que espera a sus agresores han sido siempre una motivación de lucha de los revolucionarios cubanos, que repiten con Maceo la advertencia de que «quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, sino perece en la lucha».

Del mismo modo el Che murió combatiendo, herido y sin balas, asesinado por órdenes de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA). Con una pierna inutilizada por un balazo, sentado en una silla de la rústica escuelita primaria de La Higuera, cuando vio miedo en el soldado que habían enviado a matarlo se puso de pie apoyado en la silla y con la misma autoridad que siempre tuvo le ordenó al soldado embriagado: «Dispare, que aquí hay un hombre».

Ambos líderes supieron dejar un legado impenetrable, lleno de valores y anhelos patrióticos y libertadores. Legado que les sirvió de herencia no solo para sus hijos legítimos, sino también para sus hijos de causa; por los que luchaban: el pueblo.

Estos líderes, Maceo y Che, quedaron en la historia como paradigmas y vanguardias del pueblo revolucionario cubano, más allá de las coincidencias históricas de su día de nacimiento.

Por: Milena Hernández Fernández y Laura Cardoso Suárez (Estudiantes de Licenciatura en Letras)