Miro las fotos y videos de momentos geniales. Encuentro en cada uno el recuerdo del aula, de los que más hablaron en aquel seminario, de los profesores que buscan la mejor manera de formarnos, de aquel teatro que frecuentamos a diario, del Jardín botánico que llena nuestras tardes.

Queda conmigo la nostalgia; la nostalgia del bullicio en los pasillos, de las alegrías vividas con los amigos que hoy no tengo para compartir un abrazo, de los que cada día hacen de la Universidad nuestro lugar especial.

Personas que conocí y otras que quedan por conocer. Lugares que se hacen rutina, parque que no aguanta una mentira más. Edificios que se pierden entre los árboles. Atardeceres y guitarras que no se separan. Cafés que conducen a la Facultad, mientras caminas rápido para no llegar tarde al turno de clase. Quedan pendientes proyectos a realizar y sueños por convertir en realidad.

Resulta difícil estar alejada de lo que nos hace feliz. Sé que pronto volveré, por eso tengo la nostalgia sumergida en recuerdos, en pequeñas imágenes que no dejo de observar.

Nostalgia pasajera de la casa que siempre pensé visitar.

Nostalgia de las personas que te cambian la vida.

Nostalgia de Marta, la señora a la que todos le roban una foto para publicar.

Nostalgia de quejas que conducen a la felicidad.

Por: Claudia Rodríguez Díaz