El 5 de junio se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente. Fue establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1972 coincidiendo con la primera cumbre mundial sobre medio ambiente: la Conferencia de Estocolmo sobre el Medio Ambiente Humano. A partir de 1974 comenzó a celebrarse tal evento con el fin de aumentar la conciencia medioambiental y fomentar el accionar global en la protección y conservación del medio ambiente.

Cada año desde 1974 ha estado dedicado a un tema específico y el 2020 su objetivo resulta la Biodiversidad, motivo de preocupación por su urgencia y al mismo tiempo existencial. Abarca aproximadamente los 8 millones de especies en el planeta, los ecosistemas que las albergan y la diversidad genética entre ellas.

Varios eventos recientes van demostrando la relación tan compleja entre los humanos y los tejidos de la vida que vivimos: incendios forestales sin precedentes en Brasil, California y Australia; la invasión de langostas en el Cuerno de África y ahora la terrible pandemia COVID-19.

La Biodiversidad constituye la plataforma que sustenta toda la vida en la tierra y debajo del agua. Su vínculo estrecho cataliza todos los aspectos de la salud de los humanos. Es la que proporciona agua y aire limpios, alimentos nutritivos, conocimiento científico y fuentes de medicamentos, resistencia a enfermedades naturales y atenuación al cambio climático. Cuando cambiamos o eliminamos un elemento en esta compleja gama de tejidos que componen la Biodiversidad afecta todo el sistema de vida y produce efectos fatales.

En los últimos 150 años, la superficie de arrecifes de coral vivos se ha reducido a la mitad y dentro de la próxima década, una de cada cuatro especies conocidas podría extinguirse.

Llevar a un plano academicista los términos relacionados con el Medio Ambiente se incrementa de forma vertiginosa cada año. Conferencias, encuentros internacionales entre gobiernos, empresas, celebridades y ciudadanos suman teóricamente la voluntad de la mayoría por la creación de una conciencia global medioambiental.

Sin embargo, la deforestación, la invasión de hábitats de vida silvestre, la agricultura intensiva y la aceleración del cambio climático han crecido de forma asombrosa, lo que han puesto objetivamente en riesgo el equilibrio de la naturaleza.

¿A dónde ha ido a parar tanta teorización acerca del cuidado del Medio Ambiente?

Al parecer, está muy lejos la materialización oportuna de soluciones, el desarrollo de una cultura de consumidores, la creación de una sociedad más sostenible donde todo el mundo tenga alimentación y sobre todo, el respeto hacia la capacidad generadora del planeta.

Estudiosos del tema plantean la necesidad en el futuro de los recursos de 1,6 planetas Tierra para satisfacer la demanda de los humanos cada año. Es hora de crear acciones concretas y velar por el cumplimiento de ellas para salvar la Biodiversidad pues esta ya comienza a mostrar sus fisuras, lo cual trae graves consecuencias para la humanidad, incluido el colapso de los sistemas alimentarios y de salud.

Nuestro líder histórico, Fidel Castro Ruz nunca apartó su preocupación acerca del Medio Ambiente. Fue vocero y amplio defensor de ello en disímiles escenarios. Su visión futurista basada en análisis profundos lo hacía avizorar a la humanidad de asuntos esenciales para la vida, de intereses comunes.

En 1992, durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro (Brasil), Fidel Castro se pronunció de forma contundente al abordar asuntos de relevante importancia: el intercambio desigual y la deuda externa como atenuantes que agreden la ecología y la naturaleza, el derroche de recursos, el orden económico mundial injusto, la contaminación, la mejor distribución de las riquezas, disponibilidad de las tecnologías y la supervivencia a costa de la naturaleza.

Proponía por encima de cualquier egoísmo salvar el Mundo y la naturaleza a partir de un modelo de desarrollo sostenible. En aquel contexto incitaba a todos los gobiernos a colaborar de forma armónica en defensa de la especie humana, pues corría peligro en el futuro.

“Es una apuesta por la inteligencia frente a la brutalidad y el salvajismo; una apuesta por la educación frente a los instintos; una apuesta a favor de la inteligencia humana”, afirmó.

Convocaba desde la agudeza de juicios certeros a la integración de los países industrializados y de consumo en conjunto con los más pobres a convertirse en agentes activos a favor del desarrollo sostenible y defensores de la salud del Medio Ambiente. Para ello resultaba determinante la colaboración y voluntad política de todos, pero más los ricos por su impacto directo.

Han transcurrido casi tres décadas de aquella intervención de Fidel Castro en Río de Janeiro y su vigencia crece de forma gigantesca. Y esa “inteligencia” que nos procurara el líder de la revolución cubana nos coloca hoy con mayor responsabilidad en los desafíos contemporáneos. Cada día aumentan las posibilidades de hacerse real su gran preocupación: el deterioro del futuro de la humanidad.

La aparición de la COVID-19 pone en evidencia que cuando destruimos la Biodiversidad también atacamos el sistema que sustenta la vida humana. Mil millones de personas son contagiadas cada año y millones de ellas mueren debido a las enfermedades causadas por los coronavirus; alrededor de 75% de todas las enfermedades infecciosas emergentes en humanos son zoonóticas, lo que significa que se transmiten de animales a personas.

Con la COVID-19, la naturaleza puede que nos envíe un mensaje y es que el distanciamiento social ha producido efectos positivos en el medio ambiente: disminución de la contaminación en las aguas y tierra, la calidad del aire en varias ciudades gracias a la caída del monóxido de carbono de hasta un 50% e incluso, muchos animales salvajes se han aventurado en espacios urbanos. El cambio climático no va a combatirse con un virus, pero lo que sí nos trae en medio de este contexto sanitario momentos de reflexiones para repensar nuestra vital influencia en la Tierra.

La singularidad de esta pausa de manera obligatoria contribuye a una regulación y control de los recursos que se consumen, lo que obliga a los humanos todos a un vínculo más sano con el medio ambiente. Y puede que resulte el mayor inesperado beneficio, la interrogante en cada uno de nosotros, ¿qué hacer para vivir en armonía entre todos y con nuestro entorno, después de la vuelta a la vida cotidiana?