Cuentan sus amigos que Yoerky Sánchez Cuellar podía pasar horas deleitándose con la belleza del campus de la Universidad Central “Marta Abreu” de las Villas (UCLV). Muchas veces se le veía sumergido en un libro de Arte Universal; otras, en un debate con los dirigentes de la FEU, y su lápiz siempre estaba listo para componer la décima en el momento exacto.

De afable carácter y habitual sonrisa, este joven manicaragüense formó parte de los primeros periodistas graduados en la Facultad de Humanidades de la UCLV; donde adquirió las técnicas para enfrentar el complejo universo de la comunicación, y aprendió a hacer, con la palabra, una obra de dignidad.

Su nombre apareció en las páginas del semanario Vanguardia, de Villa Clara, para el cual fue reportero. Luego plasmó su firma en la revista Alma Mater, donde se desempeñó como director; y, después de ocupar algunas responsabilidades previas en Juventud Rebelde, asumió la conducción de este medio de prensa. Hasta el Consejo de Estado y el Comité Central del Partido Comunista de Cuba ha llegado el pensamiento de un hombre que eligió el «mejor oficio del mundo» como eje de su vida.

¿Siempre quiso estudiar Periodismo?

«Mi inclinación hacia el periodismo surgió mientras cursaba la secundaria básica, cuando comencé a tener una visión más clara de las contradicciones del mundo y de nuestra propia sociedad. Recuerdo que estaba suscrito a casi todos los periódicos; y recortaba las notas que más me interesaban. También me convertí en un asiduo oyente de la radio, fundamentalmente de los espacios informativos de la emisora provincial, como Patria, Radio Revista W, el Noticiero de la seis de la tarde. Y a la vez, pasaba mucho tiempo en la Biblioteca Municipal, consultando enciclopedias o ensimismado con la lectura de un libro. Eran los finales de los 90, cuando los medios tradicionales conservaban total hegemonía en el espacio público».

¿Quiénes han sido sus referentes en la prensa cubana?

«Han sido varios, algunos ya fallecidos o jubilados y otros aún en el ejercicio de la profesión. En la lista no podrían faltar Guillermo Cabrera Álvarez, Manuel González Bello, Lisandro Otero, Enrique Núñez Rodríguez, Roberto González Quesada, Luis Sexto, Pepe Alejandro, Ciro Bianchi, Mercedes Rodríguez García, José Antonio Fulgueiras, Juan Antonio Borrego, Jesús Álvarez López, Abel Falcón, Minoska Cadalso, Bolivia Tamara Cruz, Arleen Rodríguez Derivet, Miriam Rodríguez Betancourt, Marelys Concepción… De todos ellos aprendí que cuando uno empieza en una profesión tan apasionante y retadora como esta, en ese propio instante emprende un viaje sin retorno».

¿En qué piensa cuando le digo la «Milagrosa»?

«Por supuesto, en mi años de estudiante en la querida Vocacional. Y en las famosas décimas que le dediqué a una «milagrosa» llave, la única que siempre tenía agua: (Ni el desierto del Sahara/es posible comparar/con el desierto escolar/más grande de Santa Clara/A la escuela Che Guevara/ni una gota de agua llega/el costre está que se pega/a cualquiera que se asome/y dicen que ni se come/ni se lava ni se friega)…».

¿Qué recuerda de su etapa estudiantil en la UCLV?

«La vida siempre bulliciosa de la beca en el 900; los festivales de artistas aficionados de la FEU y las veces que ganó Humanidades; las colas para entrar a los laboratorios de computación en la noche; las caminatas por el 8 de octubre cada año; los esfuerzos por rescatar en formato impreso el Criollito; las fiestas con la UPEC; la guarapera donde varios nos reunimos después de almuerzo; los bancos en los que nos sentábamos a estudiar Historia de la Filosofía; el tren universitario o la ruta 3 que salía de la parada de Buen Viaje. Y sobre todo, los extensos debates sobre lo humano y lo divino que constantemente hacíamos estudiantes y docentes».

¿Cómo fueron sus profesores en la Facultad de Humanidades?

«Tuvimos la dicha de que muchos de los que nos dieron clases y dirigían la carrera eran periodistas de gran reconocimiento en la provincia. Sabían bien de lo que hablaban en el aula porque habían ejercido o estaban ejerciendo la profesión en los medios. Nos enseñaban cómo dominar la técnica del oficio, qué no hacer frente a un entrevistado o las particularidades de cada género. A ellos se les unían profesores de otras ramas del saber, con vasta experiencia, quienes nos brindaban herramientas para que pensáramos dialécticamente y tuviéramos una formación humanista y con una amplia visión de los fenómenos económicos, sociales, políticos, éticos y filosóficos de la sociedad contemporánea.

«Con el desarrollo de la tecnología, comenzaban entonces el uso, aunque muy limitado, de internet en las universidades, el tránsito del disco de 3 ½ a la memoria flash y la sustitución de las cámaras fotográficas analógicas por cámaras digitales. Sin embargo, llevar en el bolsillo un celular era un lujo y todos nos graduamos, en 2007, sin tener aún una cuenta en Facebook».

En la universidad se forjan grandes amistades…

«Hicimos amistades para toda la vida. Éramos un grupo muy unido, de mayoría mujeres. Algunos ya no viven en Cuba, pero interactuamos por las redes; y de los que están aquí unos continúan en el sector y otro no, pero siempre que hablamos o nos vemos la comunicación fluye como si estuviéramos en el aula».

Si hoy visitara la «Marta Abreu», ¿a qué sitio acudiría primero?

«He estado varias veces en la UCLV después de graduado. Y nunca he dejado de ir primero a la Facultad de Humanidades. Siempre caminaré por esos pasillos»

A su entender, ¿cuál es el mayor reto en el ejercicio de su profesión?

«Vencer la rutina. El periodismo, por su naturaleza, tiene un matrimonio con el día a día. Pero, al igual que en las relaciones de pareja, para tener éxito debe evitar ser rutinario».

Usted también es poeta, pero ¿poeta periodista o periodista poeta? 

«Ambos están unidos. Como diría un matemático, aquí el orden de los factores no altera el producto. El periodismo es contar historias. Y según Andrés Bello, “la primera historia fue en verso” . Los juglares de la Edad Media eran los periodistas del momento, que iban de pueblo en pueblo contando las noticias al son de sus instrumentos musicales. Mi tesis de licenciatura Al Son de la historia: periodismo en verso ofrece más elementos de esa relación, a partir de una sección del Indio Naborí en el periódico Hoy».

¿Y cuándo escribió sus primeras décimas?

«En la primaria, cuando cursaba el cuarto o quinto grados. Conservo aquellas décimas que dedicaba a las fechas patrias y a los mártires, y que luego leía en el Estudio 10 Guamuhaya, de Manicaragua, para que la población las escuchara por las bocinas instaladas en varios sitios de la calle central del municipio».

Su dominio de la poesía: ¿herencia familiar o talento innato?

«Tanto por la vía materna como paterna, crecí oyendo décimas, yendo a controversias guajiras, leyendo clásicos como Hatuey y Guarina, del Cucalambé (con un cocuyo en la mano /y un gran tabaco en la boca/un indio desde una roca/miraba el cielo cubano) o La Vida es sueño, de Calderón de la Barca (¿Qué es la vida? Una ilusión/y el mayor bien es pequeño/que toda la vida es sueño/y los sueños, sueños son). Desde entonces el octosílabo se impregnó en mí y lo llevo para siempre en vena».

Esa aptitud para componer versos fue muy apreciada por el Comandante en Jefe. ¿Dónde y cuándo conoció a Fidel?

«Durante la batalla por el regreso de Elián participé con mis décimas en muchas Tribunas Abiertas. Luego de su retorno a la patria se mantuvieron por un tiempo. El 13 de octubre de 2000, un día antes de la tribuna en Batabanó, pude ver a Fidel por vez primera de cerca. Fui invitado a asistir a la Mesa Redonda en el estudio de televisión, en el que él estaba y de allí salimos para el Consejo de Estado.

«Esa noche el Comandante completó una de mis estrofas. Yo había escrito: (Basta ya de Ley de Ajuste/que busca las distorsiones/las muertes, las agresiones…), pero me faltaba un cuarto verso. Y él me dice: “pon algo ahí de desbarajuste”. Entonces, quedó así: (Basta ya de ley de ajuste/que busca las distorsiones/las muertes/las agresiones/y el mayor desbarajuste/Y aunque a ellos no les guste/basta ya de hegemonismo/basta ya de imperialismo/basta ya de falsedad/porque esta Humanidad/echó a andar desde aquí mismo). Y así lo expresé en Batabanó, ante su presencia y la de Raúl».

¿Cómo fue su relación con él?

«Siempre fue muy tierno. Una vez llegó a decirme: «ni Homero escribe cosas como esas». Por supuesto, nunca me lo he creído, pero que me lo diga Fidel… El veía mis versos como «reservas de dardos para enfrentar a los profanos». Así me lo hizo saber en la dedicatoria de su libro La contraofensiva estratégica».

Se puede decir que la prensa escrita ha sido preponderante en su vida profesional. ¿Ha incursionado en otros medios?

«Solo en las prácticas cuando estudiaba en la UCLV. Me gustó mucho la radio, no tanto así la televisión. Mi pasión sigue siendo la prensa escrita».

¿Qué prefiere hacer cuando el ejercicio del periodismo le deja tiempo libre?

«Escuchar música, fundamentalmente la trova cubana».

¿Qué les recomienda a los que, como en Criollito, buscamos hacer prensa universitaria?

«Que conquisten el alma de cada estudiante, indaguen en sus historias de vida y experimenten nuevas narrativas a tono con las demandas de los jóvenes de hoy».

Entonces, ¿cuánto queda de aquel estudiante que recorría el campus de la UCLV en el periodista de hoy?

«Han pasado 19 años de mi entrada a la universidad, cuando llegué, precisamente, con 19 años. Desde entonces hasta hoy cada paso que he dado lleva su impronta, la de sus profesores, la de su historia, la de los momentos trascendentales que allí disfruté. Es por eso que, a punto de cumplir 38, puedo decir que la mitad de mi vida se la debo a la UCLV».

Sencillez y honestidad, cual doctrinas de la existencia, prevalecen en el joven y rebelde Yoerky Sánchez. Con gran talento y compromiso patriótico, este hijo ilustre de nuestra Universidad constituye un referente para los que iniciamos el trayecto por los extensos senderos del periodismo, aún más para aquellos que tenemos el privilegio de ser sus coterráneos.

Por Lisvany Martín Rodríguez, estudiante de Periodismo

Fotos: Cortesía del Entrevistado

Tomado de Criollito