Ante el acelerado proceso de envejecimiento demográfico que se evidencia tanto a nivel mundial como en la sociedad cubana actual, la población de personas mayores es cada vez más creciente. El aumento de la esperanza de vida lleva a atender varios aspectos en el orden biopsicosocial que permita vivir más pero con calidad de vida. A nuestro juicio son fundamentales el cuidado y el autocuidado.
En este sentido es importante reflexionar acerca de las siguientes cuestiones: ¿Qué es el cuidado? ¿Sobre quién recae el trabajo de los cuidados a las personas mayores? ¿Cómo asumimos el autocuidado?
Entre sus múltiples acepciones el cuidado se reconoce como un trabajo, actividad, conjunto de acciones, bienes y servicios, que permiten la estabilidad social, proporcionan sostenibilidad a las personas en condiciones agudas o crónicas de dependencia y apoyo en las actividades cotidianas (Romero et al., 2021). Por tanto, el cuidado constituye un entramado de prácticas con una fuerte implicación emocional. Resulta imprescindible comprender los cuidados desde su multidimensionalidad, pues constituye una necesidad para todas las personas a lo largo del ciclo vital y un derecho para garantizar el bienestar (Alfonso et al., 2020; Romero et al., 2021).
De acuerdo con Romero et al., (2021) los cuidados pueden clasificarse en remunerados o no remunerados, públicos o privados, formales o informales. Se compone de cuidados directos, indirectos, de gestión y precondiciones, de manera conjunta estas acciones demandan esfuerzo físico, emocional y mental (Romero et al., 2021).
La distribución de los cuidados familiares se concentra en las mujeres y se reconoce el desequilibrio, desigualdad y desproporción que existe en relación a los cuidados para las mujeres. Ello implica que se establezcan prioridades ante el cuidado y estas subordinen actividades laborales, de estudio, uso del tiempo libre y recreación.
De manera general, el trabajo de cuidado se ha delegado a las mujeres, en ocasiones con carácter obligatorio, propiciando una sobrecarga de trabajo, que podría aligerarse y redistribuirse si los propios integrantes de la familia, las organizaciones laborales, el Estado y la sociedad en general, estuvieran sensibilizados y participaran de manera más activa y responsable. Frente a este escenario, la capacidad de autocuidado que se desarrolle marca la diferencia en el mantenimiento de la salud.
El autocuidado es una práctica estimulada por la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2021), que se refiere a una actitud activa y responsable con respecto a la calidad de vida. Actualmente se define como la capacidad de individuos, familias y comunidades para promover la salud, prevenir enfermedades, hacer frente a las enfermedades y discapacidad con o sin el apoyo de un proveedor de atención médica (OMS, 2021).
El desarrollo de habilidades como: razonar dentro de un sistema de autocuidado, estar motivado para cuidar a uno mismo, tomar decisiones y llevarlas a cabo, emplea un repertorio de aptitudes cognitivas, perceptuales y de comunicación, para llevar un estado de autocuidado favorable para su salud; pero es importante mencionar que el ser humano se caracteriza por realizar pocas acciones de autocuidado a pesar de tener los conocimientos para desarrollarlos (Báez et al., 2012).
La adopción de prácticas de autocuidado y estilos de vida saludables desde edades tempranas de la vida resulta esencial para lograr una adultez y vejez activas y saludables. La adolescencia y la juventud son momentos de la vida en el que las conductas de riesgo son la mayor parte de las causas que originan lesiones, trastornos de salud, secuelas y en oportunidades hasta la muerte en ambos sexos. Por otra parte, es en esta etapa donde se van definiendo la mayor parte de las prácticas que determinan las opciones y estilos de vida en los que se sustentan la autoconstrucción de la salud.
Por tanto, el cuidado y autocuidado deben estar presente a lo largo de la vida, en la medida que nos autocuidemos en las edades tempranas llegaremos en mejores condiciones y capacidades a la vejez y además, estaremos en condiciones de cuidar a otros que lo necesiten.
¿Se ha avanzado en la toma de conciencia respecto al cuidado de las personas mayores? Sí. ¿Quedan retos, brechas para promover el cuidado y el autocuidado? Sí, es necesaria la corresponsabilidad entre Estado, gobiernos, familias, comunidades y sociedad en general para romper estereotipos, co-construir espacios, entornos seguros, accesibles, así como políticas que fomenten el desarrollo, prevención y promoción de autonomía en las personas.
Pensemos que fomentar el cuidado y el autocuidado en la vejez no es un lujo, sino un acto de profundo respeto a la trayectoria humana. Como sociedad, estamos llamados a construir redes de cuidados, que vayan de la mano la necesaria asistencia pero que promueva el autocuidado. No olvidemos que envejecer no significa dejar de ser uno mismo.
Por M. Sc. Lesnay Martínez Rodríguez y Dr. C. Lucrines Azcuy Aguilera/ Miembros de la Red Cubana de Estudios sobre Cuidados
Referencias bibliográficas
Martínez-Rodríguez, L., Cortés-Garciga, M. y Iglesias-Pérez, A. (2023). Reflexiones sobre los cuidados familiares en el proceso salud-enfermedad. Boletín del Grupo de Trabajo ¿Qué desarrollo? Diálogo multiactoral y multinivel (pp. 5-15).
Alfonso, G., Lara, T., Romero, M., Echevarría, D. y Proveyer, C. Los cuidados en la ruta hacia la equidad en Cuba. Instituto de Filosofía.
Romero, M., Valdés, Y. y Palmero, Y. (2021). Los cuidados que sostienen la vida. Herramientas teóricas y enfoques metodológicos desde la perspectiva de género. Cuba: Federación de Mujeres Cubanas y Centro de Estudios de la Mujer.