Era domingo de carnaval aquel 26 de Julio de 1953 en Santiago de Cuba cuando, de madrugada a las 5 y 15 a.m, la fatalidad quiso que la mejor arma que poseían los revolucionarios –el factor sorpresa- quedara neutralizada al toparse con una pareja de la llamada “guardia cosaca”. A pesar de ello, la supremacía correspondió a los asaltantes, quienes causaron al ejército treinta bajas, de ellas once muertos y diecisiete heridos. Pero el Moncada acogía en su interior a más de mil soldados de la tiranía, contra los que, eliminado el mencionado factor sorpresa, poco o nada se podía hacer. De modo que los revolucionarios optaron por retirarse, luego de combatir durante dos horas y cuarenta y cinco minutos, aproximadamente.

Antes de los ataques, Fidel habló a sus compañeros: «Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró José Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertad o muerte! Ya conocen ustedes los objetivos del plan. Sin duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar sino por última necesidad».

La represión desatada por los tiranos contra los asaltantes fue de lo más salvaje que uno puede imaginar; para probar esta afirmación sobran los ejemplos. Apresados tras el asalto, a Abel Santamaría le sacaron los ojos y a Boris Luis Santa Coloma –hermano y novio de Haydée Santamaría respectivamente- le arrancaron los testículos. Una veintena de combatientes –entre los que ellos se encontraban- fueron sacados con vida del Hospital Saturnino Lora y trasladados por los soldados de la tiranía al asaltado cuartel, donde por orden de Batista –éste ordenó matar a diez prisioneros por cada soldado muerto- fueron salvajemente torturados y asesinados.

En ese mismo hospital cumplieron su misión Haydée Santamaría y Melba Hernández, quienes igualmente fueron detenidas y llevadas al Moncada. Estas dos mujeres fueron testigos de excepción de la masacre allí cometida. Si no las ultimaron a ellas también fue porque un fotógrafo, que acompañaba a la periodista Marta Rojas, simuló hacerles una fotografía -no tenía película en la cámara- y, regándose la noticia de que en el cuartel había dos mujeres detenidas, los soldados ya no podían presentarlas como muertas en combate. A otros compañeros los asesinaron en el Hospital inyectándole en las venas aire y alcanfor. Pedro Miret sobrevivió y, en el transcurso del juicio, denunció el hecho.

Después, los cadáveres de algunos combatientes fueron dispersos por diferentes lugares del cuartel. A otros los arrojaron en las proximidades de El Caney y Siboney… también de Songo y La Maya, para simular su muerte en combate.

Los participantes en el asalto al cuartel de Bayamo no tuvieron mejor suerte. Basta citar un solo ejemplo para mostrar la masacre allí cometida: Tras ser detenidos, Hugo Camejo y Pedro Véliz fueron ahorcados atados con una cuerda al cuello y arrastrados por un vehículo en el Callejón de Sofía, cerca del cementerio de Veguitas. Al igual que a sus compañeros, a Andrés García Díaz le aplicaron el mismo método asesino. Dado por muerto, éste sin embargo, sobrevivió y pudo denunciar el hecho.

De las 70 personas que murieron el 26 de julio y en días posteriores a manos de la tiranía, sólo ocho cayeron en combate; el resto de los cadáveres, sin excepción alguna, presentaban signos de evidentes mutilaciones y salvajes torturas.

Dante dividió su infierno en 9 círculos: puso en el séptimo a los criminales, puso en el octavo a los ladrones y puso en el noveno a los traidores. ¡Duro dilema el que tendrían los demonios para buscar un sitio adecuado al alma de este hombre… si este hombre tuviera alma! Quien alentó los hechos atroces de Santiago de Cuba, no tiene entrañas siquiera -la cursiva es de Fidel refiriéndose a Fulgencio Batista y Zaldivar.

La acciones de aquel  26 de julio sdieron vida a  un movimiento por la defensa de la justicia social que merecia el pais. Hoy cuando celebramos alegres la fecha, cuando reconocemos a los logros alcanzados y  las nuevas victorias, vale la pena detenernos a pensar en el valor de los jóvenes que entregaron su vida aquella mañana de la Santa Ana y aplaudamos a los heroes de la gesta.