Y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo, así hizo justicia José Martí al reconocer las grandes capacidades de pensador revolucionario del Titán de Bronce, quien junto a su extraordinario talento militar demostró con la reedición del periódico El Cubano Libre su concepción de que en el campo de las ideas también se librarían batallas tan importantes como las que se decidían con las armas.

En un recorrido del Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales por la zona norte de la región oriental, a inicios de la guerra de 1895, halló una imprenta abandonada y la envío íntegramente a su campamento, para frustración de algunos combatientes que pensaban fundir las letras de plomo para fabricar proyectiles destinados a las viejas escopetas en uso en el variado arsenal mambí.

Pero Maceo dispuso todo lo necesario para hacer funcionar la imprenta y reeditar en la manigua nuevamente el periódico El Cubano Libre, fundado por Carlos Manuel de Céspedes en la contienda de 1868, a pesar de los duros momentos de la consolidación de la guerra después de la prematura caída en combate de José Martí.

El Titán de Bronce, entusiasmado por el éxito del reinicio de esa publicación el tres de agosto de 1895, le escribió a su director, el capitán Mariano Corona Ferrer. “Bien, muy bien. Siga usted así. El Cubano Libre es un cuerpo de ejército compuesto de 12 columnas que se bate, se bate bien, diariamente, por la causa de Cuba. Los españoles darían algo por darle una carga. Mucho ojo y aprieten.”

Además, como acostumbraba en sus acciones militares dejó establecidos principios estrictos de orden y funcionamiento del periódico para que no se convirtiera en un órgano regionalista, ni fuera utilizado para divulgar opiniones personales o criterios en contra la unidad y la causa de la independencia, peligro siempre latente en los convulsos años de guerra y sobre todo después de la muerte del Apóstol.

Por eso escribió “El Cubano Libre se fundó nuevamente debido a mis esfuerzos, sin que ni a mí ni a nadie le guiara idea de predominio ni de imposición […] En él escriben los que quieren y pueden hacerlo, sin que jamás haya impuesto mi criterio político a ninguno de sus redactores. Me estimo mucho para exponerme al reproche de los escritores que en ese semanario colaboran”.

La publicación se editó en la cueva de Sao Corona, jurisdicción de Holguín y durante esa etapa se publicaron cerca de 100 ediciones que salían los sábados, se distribuía entre las fuerzas mambisas y se enviaba a los emigrados.

También en la imprenta del Cubano Libre se editó la primera cartilla para aprender a leer y escribir de la República en Armas en 1896, escrita por Daniel Fajardo Ortiz, codirector del periódico, lo que evidencia el esfuerzo de los redactores de la publicación por luchar contra el analfabetismo y extender la cultura entre los combatientes.

Después de concluida la guerra, el semanario continuó saliendo en Santiago de Cuba, dirigido por Fajardo Ortiz, y en sus páginas criticó la intervención norteamericana y en general mantuvo una posición progresista hasta que dejó de publicarse en la década de 1920.

La iniciativa del Titán de Bronce de darle continuidad a la prensa mambisa en la manigua , conformó una relevante tradición del combate ideológico en nuestro proceso revolucionario, iniciado en Yara, y que medio siglo después el comandante Ernesto “Che” Guevara retomó al imprimir de forma rudimentaria nuevamente El Cubano Libre, un órgano de información de las fuerzas rebeldes durante la definitiva guerra de liberación.