La historia del mundo suele recordar aquellos hombres que han dado sus vidas por las causas más nobles y justas. Tras bambalinas y disfrazadas de seudónimos, las mujeres quedan ensombrecidas bajo una égida de manos firmes y rifles que expiran bocanadas de pólvora.

De benefactora a patriota

A más de un siglo del reinicio de las luchas por la independencia de Cuba es imposible dejar de lado el valor histórico y el legado patrio de mujeres de la talla de Marta Abreu de Estévez; forjadoras de un renombre por el servicio fiel a la obra de la libertad.

Cuando se estudia la vida de la ilustre Marta Abreu se suele hablar de la “insigne benefactora”, de la amante de los pobres, una dama de sociedad altruista que se ganó a pulso el señorío de la ciudad de Santa Clara.

Sin embargo, poco se conoce de una Marta patriota, de la mujer que marcó la historia del movimiento revolucionario cubano de su época.

El abrazo a una causa

Al estallar la Guerra de los Diez Años, la familia de la benefactora villaclareña comienza a aportar a la causa con dinero, y muchos de los familiares de Marta se incorporan a la contienda.

Mi última peseta es para la Revolución, y si hace falta más y se acaba mi dinero, venderé mis propiedades, y se acaban también, mis prendas irán a la casa de ventas, y si eso todo fuese poco, nos iríamos nosotros a pedir limosnas para ellos y viviríamos felices, porque lo haríamos por la libertad de Cuba.

Palabras que solía expresar Marta Abreu cuando se le cuestionaba su desprendimiento por la causa independentista (Fernández, 2010: 45).

Hacia junio de 1895, Doña Marta Abreu de Estévez —quien ha pasado sendos años contribuyendo a la causa revolucionaria— parte hacia Francia en el vapor La Navarre, estableciendo su residencia en la calle Beaujon, del distrito 8 de París.

Esta noble patriota conserva toda su fe en el triunfo, todo su entusiasmo por la independencia (…)

Carta de Betances a Tomás Estrada Palma, 9 de julio de 1897 (Archivo Nacional de Cuba, 1945: 98-99).

Dádivas por la libertad

En los meses siguientes a su llegada a París, Marta Abreu pone su fortuna y esfuerzos al servicio de la causa de la independencia. Su primera preocupación versaba sobre socorrer a los deportados cubanos en Ceuta, Chafarinas y Melilla, lo cual logra por métodos clandestinos.

Pudiera decir, si no escribí antes, que la magnitud de la dádiva paralizó la mano y enmudeció mi voz. Yo sé admirar lo que es grande y generoso, y en presencia de todo acto que revela, que pone de manifiesto la espléndida belleza de un alma noble, yo me siento feliz.

Carta de Tomás Estrada Palma a Marta Abreu, 19 de enero de 1897 (García Garófalo, 1925: 174).

El 14 de enero de 1896, Marta remite un giro por dos mil pesos a la tesorería del PRC en Nueva York, firmado bajo el seudónimo de Ignacio Agramonte. Hacia febrero del propio año envía un donativo por un monto de cuatro mil pesos y otro por mil, ambos bajo el seudónimo de Jimaguayú.

Supongo que ya habrá usted recibido órdenes de parte de la eminente patricia [refiriéndose a Marta Abreu] por buenas cantidades.

Telegrama de Betances a Tomás Estrada Palma, sobre los aportes de Marta Abreu (Archivo Nacional de Cuba, 1945: 68).

Si se sometiera a una deliberación en el Ejército Libertador el grado que a dama tan generosa habría de corresponder, yo me atrevo afirmar que no hubiera sido difícil se le asignara el mismo que yo ostento.

Palabras de Máximo Gómez sobre Marta Abreu (García Garófalo, 1925: 231-232).