Anacleto Bermúdez y González, Alonso Álvarez de la Campa, Pascual Rodríguez y Pérez, Carlos Augusto de Latorre, Ángel Laborde, Carlos Verdugo, Eladio González y Toledo, y José Marcos Medina.

Sí, tenemos que decir los ocho nombres. Largos y complicados, acordes con los tiempos coloniales. Tenemos que decirlos todos, porque detrás de los “estudiantes de medicina” se ocultan ocho almas que no tuvieron tiempo para brillar por separado.

Apenas cursaban su primer año en la Universidad de La Habana. Sin conocer aun los encantos de la Anatomía sufrieron en carne propia la curiosidad inescrupulosa de los voluntarios por ver la sangre correr.

“No graba cincel alguno como la muerte los dolores en el alma:—no olvida nunca el espíritu oprimido el día tremendo en que el cielo robó ocho hijos a la tierra y un pueblo lloró sobre la tumba de ocho mártires”

José Martí.

El 27 de noviembre de 1871, a las 4:20 de la tarde, después de dos días de tormentoso encierro y un apresurado juicio, ocho familias fueron mutiladas por la descarga de fusileria sobre el cuerpo de sus hijos adolescentes.

“Aún buscan las madres en la sombra la sonrisa de sus hijos; aún extienden los brazos para estrecharlos en su pecho; aún brotan de sus ojos raudales de amarguísimo llanto (…) —aún gimen— ¡Siempre gemirán!”

José Martí.

Los cubanos de aquellos tiempos revivieron los hechos con el testimonio de Fermín Valdés Domíguez y el homenaje de José Martí. Nosotros nos estremecimos con el atinado guion de Amilcar Salatti en el filme Inocencia, de Alejndro Gil. Cambian los tiempos y los modos de expresión; pero la historia grita la misma injusticia.

Desde la enseñanza primaria nos llegan las travesuras de cinco jóvenes en el antiguo cementerio de Espada. Anacleto Bermúdez, Angel Laborde, José de Marcos y Medina, y Pascual Rodríguez y Pérez jugaron con el carro de transportar cadáveres. Alonso Álvarez de la Campa tomó una flor. Ninguno se sabía tan próximo a la muerte.

Escuchamos también el nombre del español Gonzalo de Castañón, cuya tumba, supuestamente profanada, detonó el ensañamiento contra los estudiantes. Pero otras figuras completan el cuadro de la violencia, pintado a toda prisa durante los últimos días de noviembre de 1871.

El Gobernador Político, Dionisio López Roberts, se convirtió en acusador de 45 jóvenes y verdugo de los ocho mártires. Mientras, el catedrático Dr. Pablo Valencia agachó la cabeza servilmente ante el funcionario.

Sin embargo, cuatro hombres dignos brillaron en medio de tanta oscuridad. El Dr. Manuel Sanchez Bustamante rechazó la acusación inicial del Gobernador Político sobre los estudiantes de segundo año. El Dr. Domingo Fernández Cubas afrontó el encierro para defender la inocecia de sus discípulos.

Un español llamado Nicolás Estévanez, quien ostentaba los grados de capitán, renunció a su carrera militar, frente a la puerta del Louvre, cuando escuchó los primeros disparos. Y otro capitán español: Federico R. y Capdevilla se atrevió a calificar el proceso de triste, lamentable y repugante:

“Mi obligación como español, mi sagrado deber como defensor, mi honra como caballero, y mi pundonor como oficial es proteger y amparar al inocente, y los son mis cuarenta y cinco defendidos”

Federico Capdevilla

La presión de los voluntarios tiró al suelo la balanza de la justicia. Los cinco «traviesos» del cementerio ya habían firmado su sentencia de muerte. Cuenta Fermín que los tres restantes se sortearon. “Y el azar respondió a aquella acusación espantosa con los nombres de Carlos Augusto de Latorre, Carlos Verdugo y Eladio González” Otros 31 fueron condenados a presidio y los últimos cuatro sufrieron penas de encierro menor.

Afortunadamente, la resignación de Fermín Valdés no permitió que el ultraje a la historia quedara en las sombras, y, después de 16 largos años, dio sagrada sepultura a sus hermanos.

“De rodillas, sobre la tumba de mis hermanos muertos, escribo en la tierra que los guarda, este elocuente epitafio: ¡Inocentes!”

Fermín Valdés Domínguez.

Fotos: Internet

Fuentes:

Martí, J. (2010). El día 27 de noviembre de 1871. Obras Completas t. 1, pp. 97-98.

Valdés Domínguez, F. (s.f.). El 27 de Noviembre de 1871.