La mayoría de los estudiantes o trabajadores de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, conocen o han oído hablar sobre el “árbol de la mentira”, pero desconocen los detalles del surgimiento y de sus características.
Es muy difícil precisar la fecha en que surgió, y quizás no la tenga, pero todo indica que fue en la década de los 60 del pasado siglo, cuando nuestra universidad se “vistió de pueblo”con estudiantes y trabajadores de todo el país, principalmente de la región central, al iniciarse el sistema de becas.
Cuando los estudiantes hacían uso del comedor, para el almuerzo del mediodía o para la comida vespertina, antes de regresar a la beca o a las aulas, se detenían un rato para conversar y hacer “cuentos” debajo de un árbol de majagua todavía existente, localizado justo en la intercepción de la calle que pasa frente a la entrada del actual comedor central con la vial peatonal que une al comedor con los edificios de beca U-1 y U-2, con la biblioteca general y con el edificio de Ciencias Sociales llamado la “U”.
Al parecer, un buen día a alguien se leocurrió referirse al lugar como el “árbol de la mentira”, y así quedó bautizado para siempre. Por mucho tiempo el árbol de la mentira fue una frondosa majagua de flores rojas (las hay también de flores amarillas), pero como una broma de la naturaleza, la “frondosa”majagua ya no lo es así.
Parece que algún pájaro o murciélago dejó caer, en alguna oquedad de la majagua, una semilla de Jagüey que germinó, y a medida que fue desarrollándose, envió sus anclas (raíces adventicias) al suelo y fue cubriendo la majagua con un eterno e inamistoso abrazo.
Ya de la frondosa majagua queda muy poco, solo una pequeña ramita. Ahora más bien lo que existe, es un frondoso jagüey, tan antillano uno como el otro. Lo cierto es que este antojo de árbol enamorado, seguirá siendo testigo de las historias cotidianas de estudiantes y trabajadores de la UCLV, ahora contadas desde el parque que a su alrededor crece con idéntico nombre. Nada, curiosidades de la historia universitaria y de la naturaleza.
Por Edilio Quintero Fernández, Profesor de la Facultad de Ciencias Agropecuarias