Más de dos siglos han transcurrido desde que nació ese vigoroso pensador y revolucionario que fue Karl Marx. Es un tiempo ya bastante distante si nos ubicamos en la representación de un individuo; casi nada si pensamos en rangos de universo. Al margen de lo que lógicamente puede haber cambiado, de las costumbres y formas de llevar la vida que no se parezcan a la época en que vivió Marx, su pensamiento tiene aún algo valioso que decirnos.

De lleno en las raíces de la historia

En la historia del marxismo se ha buscado afanosamente el hombre nuevo, liberado de las ataduras del mercado y volcado a la realización personal y colectiva a la vez; sin embargo, siempre que se ha considerado ganada la batalla de la formación de un individuo de este tipo, la historia ha dado marcha atrás, deshaciendo lo que se consideraba construido con mucho esfuerzo. Se vuelve de nuevo a los mecanismos sempiternos del mercado, los cuales son considerados por muchos, por millones de personas, los mecanismos “naturales” para mover a las masas al trabajo, pero se vuelve también, con la misma persistencia, a la situación de enajenación que provoca el trabajo en las condiciones en que el productor no domina los mecanismos de distribución, cambio y consumo de las mercancías producidas, y, con esto, escapan también a su control los mecanismos ideológicos que refuerzan esa enajenación o alivian sus efectos.

Carlos Marx

Y en esto precisamente es donde no ha perdido vigencia el pensamiento de Marx (y el de Engels, su colaborador tan cercano). Pruebe a leer de nuevo el fragmento de sus manuscritos de 1844 dedicado al trabajo enajenado, o el que dedica al comunismo en la misma obra; pruebe a adentrarse en los llamados Grundrisse, donde encontrará profundas reflexiones con las que queda uno pasmado al ver la actualidad de las mismas, tratando sobre las crisis económicas del capitalismo, sobre la revolución de las fuerzas productivas que impone el capital, sobre el papel creciente de la ciencia como fuerza productiva directa, sobre el tiempo libre en calidad de medida de la riqueza social en vez del trabajo. Llegue definitivamente a El Capital y trate de encontrar una lógica distinta que explique mejor las contradicciones que genera un sistema productivo de tal tipo.

El Capital de Carlos Marx

Marx supo encontrar la raíz del sistema capitalista, descubrir su esencia en la producción del plusvalor y prever la evolución hacia una sociedad superior, que conservara sus conquistas sociales y productivas y se planteara cotos de libertad mucho mayores al eliminar relaciones sociales de producción que implicaban explotación de trabajo ajeno, buscando sustituirlas por relaciones en que los hombres libremente puedan coordinar sus acciones y no por el yugo que imponen las condiciones del capital, la amenaza de desempleo, las dificultades de educación, de acceso a la cultura y a la superación personal, al descanso retribuido, a la salud no convertida en mercancía y tantas otras ventajas de un sistema social que no tenga al mercado como horizonte último.

La construcción del bien común

Si bien Marx no llegó a ver más que la experiencia de la Comuna de París como Estado proletario efectivo y no vivió la época de las revoluciones proletarias exitosas en Eurasia, sí supo prever las líneas generales de la sociedad que debía reemplazar al capitalismo. En las obras donde sometió a crítica el pensamiento socialista de la época dio importantes razonamientos de cómo debían ser o cómo no debían ser organizadas las relaciones sociales para no reproducir los males de la sociedad burguesa. Así, en Miseria de la filosofía, Marx se burla de aquella concepción de la retribución igualitaria al trabajador, mientras se constata en la realidad el desigual trabajo de los individuos. La pasmosa actualidad de las consecuencias que previene Marx electrizan por la capacidad de ver el futuro de nuestros socialismos de corte pequeñoburgués: al tener que establecer una nivelación pareja en la distribución ante una desigualdad en el trabajo, Marx concluye que se instauraría una ¡emulación por el ocio, por no trabajar!; justamente uno de los grandes problemas del socialismo del siglo XX, el cual no hemos podido resolver.

No puede quedar sin mención el perdurable Manifiesto Comunista. La magistral caracterización de la sociedad dividida en clases sociales antagónicas, que simplifica las contradicciones tensándolas, mantiene hoy plena vigencia. Es allí donde lanzan él y Engels, la enigmática fórmula que delata cuánta manipulación sufren sus ideas en manos de quienes no le perdonan la influencia que levantaron:

“En sustitución de la antigua sociedad burguesa, con sus clases y sus antagonismos de clase, surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos

(K. Marx)


Contribución del Dr. C. Rafael Plá León, Facultad de Ciencias Sociales de la UCLV