A los 68 años, Miguel Ángel Asturias no sabía qué obra en particular influyó para que le otorgaran el Premio Nobel de Literatura. De igual forma ignoraba qué escritores y poetas formaron parte del jurado y cuáles de sus libros conocían antes de otorgárselo, aunque sospechaba de aquella tirada sueca de El Señor presidente, que contó con 70.000 ejemplares y una traducción admirable.

Sí conocía que el Premio Lenin de La Paz lo obtuvo por La trilogía bananera. De esto es testigo también una edición reciente de Arte y Literatura de El Papa Verde (1954), la segunda del ciclo antes mencionado, que esta sección propone al lector universitario por:

1. El carácter latinoamericanamente universal de Asturias. “Yo creo que mi esfuerzo ha sido precisamente el encontrar la expresión americana con carácter universal; es decir, salir del aldeanismo, del criollismo, de las formas mínimas de nuestra manera de contar, y buscar como yo digo una forma americana, una expresión indoamericana que pudiera ser entendida por casi todos los hombres”, dice en una entrevista para el Bulletin Hispanique.

2. La valentía de Asturias a la hora de tomar partido. Pese la opinión de críticos prejuiciados que renegaron de la novela por su clara orientación izquierdista, Asturias es el ejemplo de que el arte revolucionario, para que sea revolucionario, primero tiene que ser arte, como solía decir Alfredo Guevara.

3. La interpretación de las causas del subdesarrollo en América Latina. Cuando nos enfrentamos a los libros de Miguel Ángel Asturias, en especial El Papa Verde (1954), pareciera que viajáramos a la Atlantis legendaria en pleno proceso de sumersión. Un lugar donde el episodio de la conquista se repite tantas veces sea necesario, venga de la mano de quien venga, hasta que muere la vida, y con ella la posibilidad de cualquier desarrollo económico futuro.

4. El extenso y provechoso debate en torno a la categoría sociopolítica del progreso. La novela refleja el discurso pragmático y de justificación colonialista de los gringos en tierras latinoamericanas. Así, en uno de sus páginas se expresa: “Se les domina (a los hombres) para hacerlos progresar, como a los niños que se les castiga para su bien, para su progreso”, dice “el comandante” en diálogo con Mr. Thompson.

5. El estilo de Asturias, que es poema en prosa. Asturias le confiere a su texto una sonoridad de alto calibre, que otorga un ritmo al texto capaz de hipnotizar cual música. Una sonoridad que recuerda la influencia wagneriana en Thomas Mann o la importancia que tiene el jazz en la escritura del japonés Haruki Murakami.

6. Las posibilidades que da la obra El Papa Verde para entender al “otro”, para entender la mentalidad de quienes anuncian el progreso “y aborrecen de él” (los gringos), se apropian de la materia prima de una tierra que no es su tierra, la elaboran y la venden a los guatemaltecos, como si estos no fueran los dueños de lo que están comprando.

7. Y esto se debe a la cuarta razón: el protagonista de El Papa Verde. El protagonista de la obra es Geo Maker Thompson, un gringo que llega a Guatemala con la intención de hacer dinero con la engañifa del progreso. Asturias hace la caracterización perfecta de Minor Keith, padre de la United Fruit Company, a través de este personaje que, si bien no era político, tenía autoridad suficiente en Guatemala como para catalogar a la obra dentro del subgénero “novela de dictador”.

8. El enfrentamiento de dos mentalidades dentro del periodo colonialista: la pragmática de los norteamericanos quienes adoran el dinero más que cualquier cosa y la espiritual de los guatemaltecos quienes se nutren de la naturaleza cual raíces. Mayarí, amor de juventud de Geo Maker Thompson, así como la relación entre ambos -en sentido general-, bien lo simboliza.

9. El “realismo mágico” de Asturias, que trasciende la razón y llega a la raíz del pensamiento indígena. El indigenismo encontró, con el magicorrealismo de Asturias, un canal de expresión que lo dimensionó al punto de hacerlo atractivo para el mundo, por muy locales que parecieran sus tópicos.

10. La alternancia de la denuncia directa con las palabras del narrador, a través del diálogo entre los diferentes personajes arquetípicos del continente, que se vale de un lenguaje tan hermoso como cerrado, no por esa tendencia voyerista, sino por los códigos de un pueblo que intenta reivindicar su derecho a evadir el discurso hegemónico, a no ceder ante el país del masca-masca.

Por Miguel Ángel Castiñeira García y Elianet Carrazana Moreno, estudiantes de cuarto año de Periodismo