Muchas veces hemos escuchado los versos gitanos del «Romance sonámbulo»
Verde, que te quiero verde.
Verde viento, verdes ramas.
Así sonaba el más grande poeta de su generación: ese que llevaba en su pecho todas las flores, y que no dudaba en regalarlas a los necesitados. Detrás de los símbolos inconexos guardaba el yo más íntimo, que tanto tardó en liberar. Su verso era folclore, canto, angustia; pero también era genio, inteligencia, duende. Por eso fue capaz de mirar con ojos límpidos, gitanos, a la ciudad que le abrió las puertas, pero le cerró el alma durante los años 1929 y 1930.
Nueva York fue la causa de un poemario que era vida, otra vida surreal, planteada de manera paralela a esta. Poeta en Nueva York es deseo de libertad, deseo de autenticidad e insatisfacción con lo que se ve. Por las calles andaba, como quien busca un destino y queda, al final de la ruta, sin explicación y sin aliento. Vivió y sufrió, y de ese roce, de ese asombro, comenzaron a brotar los versos, hijos de las botas, los adoquines, el sudor y la frustración.
Estos son los poemas del hombre Federico, que finalmente abre su alma «para ver que todo se ha ido. Para ver los huecos de nubes y ríos». Diez razones no bastan para hacer nuestro su canto, solo una: que amemos ese enjambre de palabras hechas con materia de alma. La poesía cuando es pura y real, logra tocar y atrapar por sí misma, más allá de cualquier intermediario. Los hombres somos torpes, queremos siempre tapar los soles con uno de nuestros dedos. Por eso he querido, que sea ella, quien te diera, lector, diez razones para leerla:
- «Me defiendo con esta mirada
que mana de las ondas por donde el alba no se atreve,
yo, poeta sin brazos, perdido
entre la multitud que vomita» (Paisaje de la multitud que vomita) - «No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!» (Ciudad sin sueño)
- «No preguntarme nada. He visto que las cosas
cuando buscan su curso encuentran su vacío.
Hay un dolor de huecos por el aire sin gente
y en mis ojos criaturas vestidas ¡sin desnudo!» (1910 Intermedio) - «Todos comprenden el dolor que se relaciona con la muerte,
pero el verdadero dolor no está presente en el espíritu.» (Panorama ciego de Nueva York) - «¡Ay Harlem! ¡Ay Harlem! ¡Ay Harlem!
¡No hay angustia comparable a tus ojos oprimidos,
a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro
a tu violencia granate sordomuda en la penumbra,
a tu gran rey prisionero con un traje de conserje!» (Oda al rey de Harlem) - «Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga» (Oda a Walt Whitman) - «…debajo de las estatuas no hay amor,
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
en la choza diminuta que lucha con la inundación;
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.» (Grito hacia Roma) - «Como nadie volvía la cabeza, el cielo pudo desnudarse.
entonces se oyó la gran voz y los fariseos dijeron:
Esa maldita vaca tiene las tetas llenas de leche.» (Crucifixión) - «¡Oh Cuba! ¡Oh ritmo de semillas secas!
Iré a Santiago.» (Son de negros en Cuba) - «Quiero llorar porque me da la gana
como lloran los niños del último banco,
porque yo no soy un hombre, ni un poeta , ni una hoja,
pero sí un pulso herido que sonda las cosas del otro lado.» (Poema doble del lago Edem)
Por Lázaro Abraham Pérez Suárez, estudiante de 4to año de Letras
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