En la mañana de hoy vuelve a vestirse de gala el teatro de la Universidad Central en homenaje especial por el  176 aniversario del natalicio de Marta Abreu  de Estévez,  quien fuese la benefactora  de nuestra Santa Clara.

Motivo sentido para recordar hoy a la Dama todo corazón que también diera nombre a la Universidad “Marta Abreu” de Las Villas. Una universidad con nombre de mujer, madre amantísima a la que siempre  en fecha tan significativa,  se le hacen honores merecidos y por ello las puertas del teatro de esta casa de altos estudios se abren a toda la comunidad iniversitaria para  evocarla, orgullosos y pletóricos de emoción, entre música y oratoria en su nombre.

Estuvieron presentes la Rectora de nuestra Institución, la Dr. C. Osana Molerio Pérez; Cristian Alejandro Acosta Hirola, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) en nuestro centro; miembros del Consejo de Dirección Universitario; dirigentes de organizaciones políticas y estudiantiles.

La buena música estuvo a cargo del Trío Dlirio, agrupación del Centro Provincial de la Música de Villa Clara. Entre sus dos excelentes presentaciones se destaca la musicalización del poema Lirio de José Martí. Para ensalzar a Marta, qué mejor que la lírica martiana donde confluyen siempre lo sensible y lo honesto; el sacrificio y la entrega pese a todo.

A continuación las palabras  centrales del Dr. C. Ginley Duran Castellón, Presidente de la Cátedra de Patrimonio de esta Universidad. En las mismas nos acerca al legado y vigencia de Marta Abreu.

¿Quién puede ¡oh Marta noble y generosa!

Un cántico entonar que digno sea

De ensalzar tu valer?

¿A quién es dable

Describir o explicar lo inexplicable

La sublime virtud que te hermosea?

¿Quién más grande que tú? ¿Quién ha podido

Enjugar tantas lágrimas, consuelo

Ser de tantas desdichas, como has sido?

¿Un corazón existe como el tuyo,

Bajo la comba espléndida del cielo,

Tan exento de orgullo y tan lleno de amor,

De amor sublime para la humanidad,

Que desolada, al notar la aridez de la jornada

Tiende los ojos vacilantes, y gime?

¿Quién como tú en el mundo ha demostrado

Tener más lleno el generoso pecho

De ese amor sacrosanto

Que se llama amor patrio?

Así cantaba “A Marta”, en 1894, el poeta santaclareño Florentino Martínez. Hoy, a 176 años de aquel noviembre en que tal mujer vio la luz por vez primera, la recordamos. No imaginaba Cuba la dicha enorme que le sobrevendría en esta mujer: patriota, benefactora, excelsa, generalísima dispuesta a dar la última peseta si fuera necesario por la independencia.

Pensar en Marta es fácil. Es suficiente recorrer las calles de su Santa Clara, pues es de ella esta ciudad templo a «La Caridad», culta, animada, a la que regaló numerosas obras, su alma, su nombre en anhelo permanente de justicia. Son de ellas las calles, la plaza en que entronizada contempla el tiempo y nos recuerda un deber ser santaclareños, que es exigencia de buen ciudadano, de buen cubano.

Marta fundó para su Santa Clara teatro y escuelas; y enseñó desde su ejemplo personal la importancia de la entrega absoluta. Contemplado así podemos celebrar en ella, también: la maestra.

Aunque, sin dudas uno de los pronunciamientos que mejor la define fue el de Máximo Gómez al considerar que, de haberle otorgado a tan insigne dama un grado militar sería el suyo propio… «el de generalísima” …y es que iba mejor el recio nombramiento militar al fiero carácter patriótico de la mujer, que el de “Condesa de Las Villas», que ya había declinado.

Y es que, en los hombres y en las mujeres verdaderos, ser no requiere de títulos nobiliarios; supera los cargos; se eleva por la fuerza de la pasión misma y devela la dimensión inmensa de la genialidad que vive en la honestidad, en la sencillez, en la modestia y que nos vuelve grandes y felices en el acto de darnos, porque es ahí donde la fuente se vuelve manantial inagotable.

Pensar en Marta es fácil a 176 años de aquel 13 de noviembre. Es pensar en ella con su seño severo de madre; es hacernos conscientes de qué nos define en términos de valores, de identidad, de cultura de esta tierra del centro de Cuba; y qué desde ella nos hace universales.

Pensar en Marta es fácil, lo difícil es vivir en Marta, que es lo mismo que exigirnos cada día el mejor hombre y mujer que podemos ser.

Hicieron bien nuestros fundadores al hacerle ofrenda en su monumento en que se sienta, maridada con su ciudad, que también lo es de Ernesto Guevara. Por ello, no nos resulta extraño que su imagen se volviera eterna en el bronce donado a nuestra “Casa de Altos Estudios” por ese “otro” grande y Leal cubano: Eusebio.

Desde entonces, el encuentro con Marta se vuelve habitual en los jardines de la Universidad. Lo que hasta ahora había sido solo un nombre vibrante se torna cuerpo gracias a la obra escultórica de los artistas plásticos santaclareños Juan Carlos Pérez Bermúdez y Delvis Santos Águila.

Desde sus casi cinco metros de bronce y mármol nos mira y se acostumbra al ir y venir de estudiantes y profesores, de trabajadores y visitantes que se detienen y siguen.

Estatua de Marta Abreu

A su sombra, basta poco tiempo para que el andar sea el del hombre y de la mujer inundados por la vocación de servicio: a la patria, a la familia, al amigo, al otro.

A la sombra de Marta, o mejor, a su luz, es difícil contentarse con la indiferencia, con la injusticia, con lo mediocre o lo mezquino. A su luz solo es posible lo alto, lo grande, lo monumental que vive incluso en el gesto pequeño que se torna inmenso cuando es por el bien ajeno. El metal áspero y el mármol pulido han echado raíces profundas en la vieja finca de Santa Bárbara. Desde allí somos convocados por quien, desde su praxis, terminó por ser confundida con la ciudad misma; que es un modo, casi místico, de hacerse pueblo, y en él, de volverse memoria, identidad, patrimonio y guía para la acción.

Advertimos en ello una razón que se entrelaza en la idea misma de la cubanidad. Por eso, entre sus múltiples esfuerzos, celebramos su consagración para hacer de la educación de todos, la realidad por medio de la cual, cada ser humano, sin distinción de género y extracción social escala con dignidad y virtud el camino de la emancipación humana.

Marta ha sido capaz de escapar a los discursos. Ha enamorado al tiempo y el tiempo enamorado de Marta encontró la mejor manera de hacerla presente al convertirla en un valor patrio, cívico. Entonces, dejó de estar para ser ante todo el espíritu de la mujer cubana. Y aún más, para forjar un sentimiento común de pertenencia al sitio divino del servicio que, a los pies del prójimo, nos engrandece.

Celebraremos mañana 176 años de su natalicio. La mujer, la patriota, la casa, la escuela, se confunden. Una y otra son la misma: mambisas, telúricas, formadoras de hombres y mujeres nuevos.

Hicieron bien nuestros padres en escoger para nuestra universidad su nombre de mujer. Por derecho propio todos somos sus hijos, como hermanos en esta ciudad y esta universidad en la que, Marta, nos une.

Gracias.