A propósito de celebrarse este 17 de mayo el Día Mundial de la Lucha contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, compartimos este poema del español Luis Cernuda (1902-1963).

Si el hombre pudiera decir lo que ama (1931)

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

De Los placeres prohibidos. Luis Cernuda.

Luis Cernuda fue uno de los poetas fundamentales de la Generación del 27, nacido en Sevilla en septiembre de 1902. La obra de Gustavo Adolfo Bécquer despertó su interés por la poesía desde muy pequeño; comenzó a escribir alentado por un profesor, quien a su vez le brindaba conocimientos técnicos.

En su juventud, realizó sus primeras publicaciones en Revista de Occidente. Estuvo siempre muy influenciado por la literatura francesa, e incluso tradujo parte de la obra del surrealista Paul Éluard.

Nunca escondió su homosexualidad, y esto acarreó las nefastas etiquetas y el desprecio en su propia tierra, con la cual no parecía sentirse muy identificado. Durante la Guerra Civil, comenzó su exilio en Estados Unidos, donde trabajó como docente. Más tarde, se trasladó a México, donde falleció en noviembre de 1963.

A lo largo de su vida, reflejó en sus poemas un espíritu que comenzó esperanzado, que exaltaba la belleza y la ornamentaba, pero que progresivamente se fue endureciendo y se volvió más práctico y conceptual. Algunos de sus títulos, ubicados en orden cronológico, bastan para avalar lo dicho anteriormente: Perfil del aire, Los placeres prohibidos, Las nubes, Vivir sin estar viviendo y Desolación de la quimera. Tras el asesinato de Lorca, le dedicó la elegía A un poeta muerto (F. G. L.).