Casi 30 años de experiencia avalan la labor del Instituto de Biotecnología de las Plantas (IBP) y lo han hecho protagonista en el desarrollo de la biotecnología vegetal cubana.

El centro, adscrito a la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas (UCLV), nació a finales de la década del 80 del pasado siglo, en pleno Período Especial.

Su misión y reto fundamental, promover una tecnología novedosa y asumir investigaciones básicas, aplicadas y de innovación para defender la idea de una verdadera soberanía alimentaria en el país.

En todo este tiempo, su trabajo se ha ampliado y diversificado, al punto de ser responsables de un elevado volumen de exportaciones sin descuidar la producción nacional.

Incluso en estos tiempos de pandemia, con rutinas laborales alteradas por la incertidumbre y cambios vertiginosos en los procesos de comercialización a nivel internacional, el IBP ha logrado mantener su ritmo de trabajo.

El interés por conocer los efectos del coronavirus en el instituto y los mecanismos empleados para mantener sus resultados productivos, nos lleva hasta su sede en los llamados “Camilitos” de la UCLV.

Allí nos recibe Dr. C. Osvaldo Fernández Martínez, director del IBP, para intercambiar al respecto.

«En toda esta etapa, nosotros no hemos dejado de trabajar; es que el IBP es un centro para la producción de alimentos y las demandas no se detienen. Cuando aumentó la presencia de la enfermedad en la Isla, bajamos la marcha y mantuvimos turnos de 20 a 40 trabajadores.

«Y, aun así, logramos cumplir y sobrecumplir el plan de exportaciones y servicios internos. Con todas las limitaciones, ganamos 1 millón 600 mil pesos en moneda nacional y más de 30 mil dólares americanos».

La misión inicial del instituto respondía a la necesidad de producir semilla original de papa para abastecer el cultivo en el país. Aunque ya para el 2014, fue posible dedicar esfuerzos a las exportaciones.

«Comenzamos las exportaciones de semillas de alta calidad genética ya hace tiempo y tenemos mucha experiencia. Las primeras fueron de plátano y banano a la República Dominicana.

«A partir del 2017 se incorporaron otras empresas de Jamaica, que han sido un punto de partida hacia el Caribe. Y hoy exportamos, no solo plátano, sino papa y piña.

«Debemos resaltar que la exportación se produce luego de satisfacer las demandas del mercado nacional. Gracias a esos negocios podemos sostener el trabajo del instituto para Cuba».

Actualmente, Cuba es el único lugar del mundo donde se produce el plátano y el banano por embriogénesis somática a escala comercial; una tecnología del instituto que ostenta el Premio Nacional de Innovación (2017).

Y su impacto es tal, que ningún país caribeño importa plátano si no es por embriogénesis somática. «Una técnica que impide la propagación de la Raza Tropical 4 del Mal de Panamá, enfermedad muy peligrosa que afecta a esa planta.

«De igual manera, estamos al mayor nivel en la producción de semilla original de papa. Producimos café a partir de la hoja y plátano de la pámpana que es desechable.

«Todo ello es un orgullo para el instituto, ya que sin tecnologías que nos hagan muy competitivos, aplicamos la ciencia y logramos insertarnos en la comercialización», asegura, Fernández Martínez.

Para lograr cumplir estas exportaciones con la calidad requerida y satisfacer a los clientes, el IBP debe tener en cuenta varios aspectos. Entre ellos, la preparación de la carga, el tiempo y las condiciones de vuelo, y la comunicación constante con los usuarios.

«La época de las exportaciones varía en dependencia del producto, porque cada uno debe llegar al país de destino en el período idóneo de siembra. Mayormente se concentran entre septiembre y diciembre, y febrero y marzo, en el caso del plátano».

Uno de los principales efectos de la pandemia a nivel mundial se percibe en el IBP. La carencia de vuelos internacionales ha hecho más difícil las exportaciones, y los ha obligado a explorar nuevos horizontes.

«En estos momentos, la estrategia del instituto es penetrar en el mercado de moneda libremente convertible con productos de alta calidad que no tengan mucha competencia. Es el caso del jengibre, que no se produce en Cuba y es altamente consumido en los cayos y el sector hotelero (importado).

«Ahí hemos detectado el primer nicho de comercialización. Y ya estamos en la preparación comercial para sacar el producto, no solo al mercado nacional (los Cayos y Varadero), sino al internacional (Canadá)».

El jengibre es uno de los condimentos más utilizados a nivel mundial. Es por ello que el IBP potencia su siembra a través de la asociación con productores de la provincia.

«Nosotros tenemos la semilla de calidad en la mano y se la estamos entregando a productores de Jibacoa, como parte de una iniciativa para el desarrollo local de esa zona».

Todo lo hasta aquí expuesto, es solo una de las grandes ramas del trabajo del Instituto de Biotecnología de las Plantas. Y es que además de la exportación de semillas de alta calidad genética y productos, ellos son exportadores de servicios fundamentalmente académicos.

A propósito, Dr. C. Osvaldo Fernández Martínez, director del IBP, nos comenta.

«Nuestro servicio líder es el diseño y la puesta en marcha de las biofábricas. Tratamos de hacer alianzas para entregar el diseño, participar y guiar la puesta en marcha, y capacitar al personal para trabajar en ella.

«Hemos hecho biofábricas en Brasil, Colombia y Argentina. Y en estos momentos estamos construyendo una en México, un laboratorio en Jamaica, y tenemos ofertas y en negociación en Panamá, Mozambique y Angola.

La pandemia ha reducido los intercambios presenciales, por lo que el IBP ha potenciado sus servicios académicos gracias a las tecnologías de la información y la modalidad a distancia.

«Recientemente hemos tenido varios estudiantes en nuestro posgrado a distancia, de países como Colombia, Jamaica, México y Bélgica. No podemos dejar de mencionar nuestra Maestría y Doctorado en Biotecnología Vegetal, ambos acreditados por la Asociación Universitaria Iberoamericana de Postgrado (AUIP)».

Notables son los resultados obtenidos por el Instituto de Biotecnología de las Plantas a lo largo de casi tres décadas de trabajo. Todos ellos fruto de un colectivo comprometido con la producción científica y tecnológica cubana.

Un colectivo que no sobrepasa los cien trabajadores y que, aun en los momentos más duros de la pandemia en Cuba, se mantuvo investigando y produciendo. Porque, como me decía su director, Cuba los necesita.