Apenas rompe la aurora en la Ciudad de Marta, la calles de la Vigía se llenan de vida, ametrallando sus peculiares sonidos contra la calma matutina. Uno tras otro, vehículos y transeúntes se desplazan vertiginosos hasta el centro de una ciudad que también es del Che.

En el número ciento dieciséis, entre C y D, Aleida Suárez Ramírez sale al encuentro de la mañana y se mezcla con el bullicio de la calle. Con paso tranquilo y seguro recorre las distancias que la acercan a aquella casa gloriosa que transfigura belleza, identidad y orgullo bajo el subterfugio de cuatro letras… UCLV.

El pasado 1ro de marzo, la entonces directora de Comunicación Institucional de la UCLV, Dr. C. Aleida Suárez Ramírez se convirtió en la nueva Secretaria General del Comité Universitario del PCC en la UCLV.

Un tren, un auto, la solidaridad villareña o la mano amiga de un feliz conocido le ayudan a entretejerse entre la multitud de marchantes hacia la universidad del pueblo. Viene y va con sonrisa perenne, entre jóvenes y no tan jóvenes, con fragancia fresca y color de vida: esencia de mujer.

La mañana se disfraza de sus colores y el rocío primaveral de marzo se adhiere a la llamarada vivaracha de sus cabellos. Amiga, madre, líder, esposa, maestra, confidente y enfermera. En cada centímetro mariano de la cubana estirpe marcha viva la imagen de una mujer hecha a su justa medida para la noble tarea de amar y educar.

¿Por qué maestra?

«Podría parecer poético o muy manido, pero desde niña siempre quise serlo. Mis muñecas fueron mis primeras alumnas. En casa siempre decían, cuando era niña, que tenía muchas leyes, y por eso se pensó que algún día sería abogada, pero la realidad es que desde esa corta edad ya lo tenía claro: sería maestra.

Para la Dr. C. Aleida Suárez Ramírez el contacto con el joven siempre ha constituido la mejor forma de educar en una pedagogía del ejemplo y la cotidianidad.

»Mucho de esa decisión se lo debo al ejemplo de mis maestros de primaria. Tal vez fue de ellos de quien aprendí lo que significaba dedicarse a este noble arte de enseñar. ¡Por eso soy maestra, y en educación preescolar!»

La infancia tiende a jugar un papel clave en la prefiguración de la vocación ¿Cómo fue esa niñez fecunda?

«Esos primeros años de vida los recuerdo con particular emoción y añoranza. Éramos una familia humilde, pero sumamente unida. Vivíamos en una zona rural del municipio de Placetas; un pequeño pueblecito llamado Miller. De allí recuerdo, particularmente, la escuela primaria: pequeña, de tan solo seis aulas, pero extremadamente acogedora.

»Fue una etapa bella. Y, a pesar de que no contara en mi familia con referentes de la profesión, sí recuerdo de esa época con especial cariño a mi maestra de preescolar. Una de mis experiencias más icónicas con esa maestra fue cuando a través de ella, por primera vez, conocí que me llamaba Aleida, pues en la casa, los vecinos, amigos, la familia… siempre me habían llamado Leidy.

Así mismo como las plantas del césped se alimentan con el agua que fluye desde la robustez de las ramas de los grandes árboles, Aleida Suárez vive el día a día en una suerte de arte de reavivar su vocación desde el ejemplo de sus paradigmas.

»Sin lugar a dudas, la influencia de mi maestra de preescolar (Yante), de primer grado (Nancy), las de quinto y sexto (Eva y Julia, respectivamente), aquella directora de primaria (Zenaida) que impregnaba de emoción y ejemplaridad a la pequeña escuelita y a la comunidad, fueron las que sembraron en mí la vocación».

¿Cómo llega a Santa Clara?

«Realmente, la ciudad de Santa Clara nunca fue una aspiración, al menos no en el inicio. Yo quería ser maestra de primaria, y de Miller. Vivía enamorada de mis campos y del verdor que brinda el espacio rural. Tal vez por eso añoro con particular ahínco esos lugares.

»Como todo en la vida, y más cuando una comienza a pensar más seriamente en la superación y los estudios, ese Miller idílico fue quedando en el recuerdo, y la cotidianidad abrazó la Ciudad de Marta y el Che. Podría decirse que la vida bohemia, la FEU, la UJC y el día a día del centro de Cuba se me inyectó en las venas. Hoy estoy convencida de que no viviría en otra ciudad.

El primer choque ante la realidad de la profesión ¿…?

«Apenas me gradué fui subdirectora de un círculo infantil y cuando me vi al frente de más de una treintena de trabajadoras, todo cambió. ¡Eso marcó la diferencia! A partir de allí comenzó el reto verdadero. La carrera había sido el aprendizaje, el saber jugar con la balanza entre una Aleida, responsablemente adulta de su vida, y la típica Leidy universitaria, que llevaba la ilusión del estudiante latiendo dentro.

»Con tan solo 23 años asumí la idea preclara de que debía ser la primera en llegar al trabajo, atender diligentemente a la familia, recibir a los niños, en fin, convertirme en un ejemplo creíble para las educadoras que tenían mucha más experiencia que yo, ero que estaban bajo mi cargo».

Para sus compañeros, Leidy constituye el nexo donde se abrazan responsabilidad y entusiasmo en el hacer.

¿Cuándo llega a la Educación Superior?

«Es una historia larga. Primeramente, me traslado a La Habana junto a mi esposo, pues él era cuadro nacional de la UJC. Allí trabajé un corto tiempo en un círculo infantil y luego, como reserva especial pedagógica, comienzo a trabajar en el Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”.

»Siendo todavía muy joven, participé como oradora en el Palacio de las Convenciones de La Habana en el histórico reclamo por el regreso del niño Elián González. Así que mi relación con el mundo de las causas justas y del hacer y ser me acercó poco a poco a figuras de importante valor histórico para Cuba, como al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz.

La cercanía a la figura e ideario del Comandante en Jefe siempre fue un faro para la vida de la ahora secretaria del PCC de la UCLV. Inmortalizada fue, para Aleida, aquella estampa del 22 de diciembre de 2001, cuando el propio Fidel estrechó en sus brazos a Laura, la hija mayor de aquella joven egresada de educación preescolar.

»Así, con el tiempo comencé a trabajar al frente del Departamento de Preescolar del propio Varona. Fue una época de mucho trabajo, y fue también la alegría de mi primera hija, apenas de un mes de vida cuando llegamos a la capital de todos los cubanos.

»Unos tres años después, regreso a mi querida Santa Clara y a la entonces Universidad de Ciencias Pedagógicas “Félix Varela” donde trabajé en el mismo Departamento de Educación Preescolar. ¡Así fue mi llegada a la educación Superior! Con el tiempo llegó mi segunda hija, yo con apenas 28 años; me convertí en la directora de extensión universitaria del Varela, defendí mi maestría y mi doctorado».

La vida suele sorprender con retos a la vuelta de la esquina ¿Qué implicó recibir la misión de ir a Venezuela cuando su vida abrazaba estabilidad familiar y satisfacción profesional?

«Llegué a Venezuela en 2018 en un contexto muy complejo para el país, marcado por la violencia, donde se vivían los ecos de las Guarimbas, y donde ser cubano era un riesgo abierto. Pese a todo, asumí mi tarea pedagógica con la mayor dedicación que pude en el estado de Sucre (Cumaná).

»Mi estancia allá me permitió crecerme en un espacio de disciplina, autorregulación y consciencia social ante mi contexto. No era ya la “muchacha” de educación preescolar, no era la de extensión universitaria… en Venezuela aprendí a ser también la encargada de impartir posgrados de didáctica de la educación superior, de metodología de la investigación, de habilidades de dirección.

Durante su estancia en Venezuela, otra de las figuras que permearon su crecimiento y madurez sobre el pensamiento latinoamericano lo constituyó el Comandante Ernesto Che Guevara.

»Venezuela me enseñó a compartir experiencias con todo tipo de públicos. A pesar de que seamos latinos, la brecha cultural entre naciones hermanas también es apreciable, y ese aprendizaje lo viví allí, en Miranda, o como me gusta decirle, la gran Caracas. E inmersa en esa faena me hizo acercarme a áreas como la comunicación, la sociología, el trabajo comunitario, que de alguna forma sentaron bases y relaciones sólidas para la misión médica en Venezuela.

»Pero sobre todas las cosas, la Misión Sucre me abrió los ojos a la grandeza de la solidaridad cubana. Conocí decenas de estudiantes que estando en situación de calle o con condiciones de vida muy precarias se acercaban a nosotros para darnos las gracias porque gracias a Cuba ellos podías acceder a la educación y a la universidad».

En esos años de misión internacionalista ¿quiénes fueron el sostén humano y espiritual? ¿Cuál fue la Aleida que regresó?

«¡Mi familia, irreductiblemente! Para mí fue muy difícil dejar a mis hijas para irme a otro país a educar. Hay momentos que no pueden recuperarse; tal vez por eso la Aleida que regresó de Venezuela lo hizo con un compromiso tremendo para con su familia.

»La distancia y la lejanía me golpearon mucho y me dejaron, también, valiosas enseñanzas. Desde ese regreso con la ansiedad de abrazar a mis hijas, besar a mi esposo, volver a ver el rostro de mis padres, recuperar todo ese tiempo, la prioridad para mi vida se ha convertido en preservar a mi familia, luchar por mantenerla unida. ¿Que si ha sido fácil? ¡No, pero nunca se trató de que fuera sencillo, sino de que fuera perdurable!»

Regresé  de Venezuela con un compromiso mayor para con Cuba, con mayor esperanza en el ser humano y con convicción profunda de las cosas por las que siempre lucharía a capa y espada; comentó la Dr. C. Suárez Ramírez.

Profesora, extensionista y… ¿comunicadora?

«Cuando regresé de la misión me dieron una nueva tarea, también retadora: asumir en la universidad el puesto de directora de Comunicación Institucional. En mi estancia en Venezuela había tenido un pequeño acercamiento al área, pero al enfrentarme de lleno a esta nueva etapa, me enamoré.

»Poder entender cómo funcionan procesos tan sensibles y transversales para el desarrollo de una institución como lo es la comunicación, valorarla debidamente, trabajar y hacer ciencia codo a codo con comunicadores sociales, periodistas, medios de comunicación de la provincia y de Cuba fue una experiencia sumamente enriquecedora.

Durante los dos últimos años y medio como directora de Comunicación Institucional de la UCLV, la Dr. C. Aleida Suárez Ramírez ha legado un fuerte vínculo entre la universidad más multidisciplinaria de Cuba y el sistema de medios de prensa del territorio.

»Hoy hemos crecido mucho en profesionalismo, en disciplina de trabajo y en cultura del detalle. Todavía nos queda mucho por hacer, pero es ese mismo día a día el que nos permite crecer y mejorar. Descubrí la satisfacción que se siente al ver el rostro de un estudiante, de un trabajador, de un directivo, iluminarse ante un producto comunicativo con el que se sientan identificados, que les transmita la misma pasión e ilusión con el que fue creado. Saber que cada día hay cientos de personas en Cuba y el mundo que agradecen nuestro trabajo es gratificante; saber que, a través de nosotros, la más multidisciplinaria de las universidades de Cuba se hace su propio lugar en el vasto universo digital hace que sigamos trabajando siempre por más».

Vivir para amar y educar

«Hoy mis compañeros y mi universidad me han dado una nueva misión: ser la secretaria del PCC en esta institución de excelencia. Se avecinan grandes retos, noches de soñar en pos del bien de mi comunidad universitaria, del avance, la innovación, el acompañamiento político a nuestros jóvenes.

»Espero levantarme cada mañana con la misma lozanía de siempre, tomar una taza de café y lanzarme a las calles para seguir defendiendo las causas justas, la identidad cubanísima de nuestro pueblo, el sí por Cuba, por su gente y su Revolución. Sé que no es tarea fácil. Solo espero ser recordada por mis estudiantes y compañeros como esa profe de sonrisa implacable pese a las adversidades, jaranera, amante del café y la alegría de vivir para amar y educar».