Para Félix Varela una pregunta es clave y su respuesta debe ser siempre una guía para todo aquel que quiera dirigir y educar adecuadamente a los jóvenes: ¿Cómo lograrlo?. Al respecto planteaba“(…) los jóvenes siempre aman cuando conocen que son amados y el que tiene la felicidad de conseguir su amor está seguro de manejarlos como lo parezca, pues llegan a formar un juicio favorable de los objetos por la buena idea que tienen del que los propone y así es que entran en el examen sin repugnancia y sin preocupación, o más bien con el saludable favor de la virtud” .

Alertó a los que dirigen a los jóvenes, no olvidar una debilidad, en que casi todos incurren, cuando afirma: “(…) no hay niño que no quiera ser grande en cuerpo y no hay joven que no quiera serlo en ideas y sentimientos”.

También a partir de sus experiencias en la educación de los jóvenes propone no imponerles nuestra opinión, sino “(…) siempre tratarlos como si fueran lo que ellos quieren ser, esto es, hombres ya formados, entonces, tratándoles como hombres de experiencia, he procurado comunicarles la mía y dejarles que crean que me han engañado persuadiéndome de que antes la tenían; y de este modo he sabido convertirlos en mis colaboradores”.

Por lo que recalca la necesidad de evitar “(…) tener por enemigo a muchachos y menos entrar en disputa con ninguno de ellos, antes he procurado siempre hacerles entender que los amo y los respeto, y siempre me he prevalido de tal cual concepto que sabía formaban de mí, para usarlo como instrumento, el más eficaz, para hacerles admitir mis ideas y seguir mis consejos”.

Otro aspecto muy destacado de la obra de Varela, reflejado en las Cartas a Elpidio, fue el interés mostrado por la necesidad de fomentar el estudio de las matemáticas y el de la física y la química como “(…) antídoto contra la corrupción de la juventud y de impiedad en los años peligrosos”. De esta forma rompía con la rutina de la estructura de los estudios de aquella época, dándole una nueva orientación al pensamiento de la investigación científica, colocando a la juventud en condiciones de pensar por sí misma.

Con respecto a esta necesidad, criticaba la actitud de algunos padres cuando decía: “(…) yo he deplorado siempre el alucinamiento de muchos padres, que consideran como perdido el tiempo que emplean sus hijos en el estudio de las ciencias naturales. No perciben las ventajas porque no se valúan por tanto o cuánto, y para hablar más claro, porque no producen dinero. ¡Qué error tan funesto!”.

He aquí algunos de los argumentos que evidencian la gran trascendencia de las Cartas a Elpidio, como obra destinada al hombre sencillo que inicia su vida política y social, al joven, para marcar en él un derrotero ético sobre pilares patrióticos y científicos; es la búsqueda del deber ser de la sociedad cubana.

En sentido general los consejos a la juventud son un tema recurrente en toda la obra del hombre que nos enseñó a pensar como cubanos, y demuestran su preocupación por el futuro de la patria nueva que se forjaba con la rebeldía y el espíritu redentor de sus mejores hijos; que emergen ante la joven generación de estos tiempos.