Dice Javier que en la Isla todo está cerca, y me habla de dos o tres lugares de Gerona –como le dicen los isleños a pulso– que conoce como la palma de su mano: el reparto Abel Santamaría, donde guarda las mejores vivencias de 24 años recién cumplidos, el hospital Héroes de Baire, donde laboran sus padres como enfermeros y por el que ha pasado cada habitante de la Isla de la Juventud al menos una vez en su vida, y aquella escuela en el campo que no logra precisar su ubicación; tal vez porque el peso de un solo instante allí le reseteó la memoria hasta la raíz: “la doctora me llamó aparte y me dijo que el traslado era hacia el hospital porque mi PCR en tiempo real había dado positivo”.

Javier tiene su ruta clínica detallada con la misma precisión que llena los métodos a sus pacientes. Fue en la guardia del 29 de marzo como interno rotatorio de sexto año de Medicina cuando recibió a su profesor de matemática de la Secundaria, orgulloso seguro de ver a su pupilo a la vuelta de una década casi convertido en médico. Pero no hubo tiempo para las emociones, “llegó con síntomas de deshidratación, sin sintomatología de coronavirus”. La de ese día fue una guardia tranquila y con todos los medios de protección para el personal del cuerpo de guardia.

El día 2 de abril, el fallecimiento del profesor de Javier coloreó de rojo a la Isla y la incorporó al listado de provincias en Cuba con presencia de casos de Covid-19, mientras que el joven accedió a aislarse.

“Nunca tuve síntomas relacionados con la enfermedad y fue más difícil detectarla, como está sucediendo en el país actualmente muchos casos no desarrollan sintomatología. Temía más por mi familia que por mí, estaba bastante informado y como soy joven y saludable sabía que no me iba a pasar nada, afortunadamente mi mamá y mi novia dieron negativo”.

En el Héroes de Baire casi todo el mundo conoce a Javier, por sus padres y por él que allí ha crecido profesionalmente al amparo de sus profesores, los médicos que lo atendieron y todos los que lo ayudaron a pensar en positivo y olvidarse un poco por esos días de su Síndrome de Malabsorción, enfermedad que provocó que los medicamentos suministrados para el tratamiento de la Covid fueran bastante fuertes para su organismo.

Durante la recuperación tuvo sus “bajones” que a cada rato recuerda cuando suspira la memoria; pero prefiere quedarse con el feliz cumpleaños que le cantaron en el lobby del hospital el 26 de abril, el día que salió de alta médica y regresó a su barrio entre aplausos.

“Somos Tauro bro”, me salta en el chat de WhatsApp, y pienso en el estoicismo y la entereza. “En algún sentido cambió mi vida, me puse a pensar en todos los médicos que han ayudado en otros países, a veces se han contagiado y no han abandonado la misión; he pensado en la medicina cubana, en la atención médica y los medicamentos gratuitos”.

De regreso a la vida sus aspiraciones están claras: “Graduarme, convertirme en un buen médico, que mis pacientes me vean como yo veo a mis profesores, como alguien que se supera para hacer bien su trabajo y está ahí para ayudarlos”.

Esas metas se las ha trazado para cuando pase todo; pero tiene objetivos más cercanos: “Hasta que no pasen 14 días no puedo reincorporarme”; y es que Javier Favier Ginarte, como médico a punto de salir del cascarón, volverá al Héroes de Baire en pocos días para retomar su rutina como interno rotatorio. Entonces desandará las calles de la Isla, no tan de prisa, porque en ese pedazo de tierra al Sur de la isla grande todo queda relativamente cerca y el tiempo ya no apremia para quien está de regreso a la vida.