Él es un hombre de ciencia y conciencia. Su responsabilidad y dedicación al trabajo durante 44 años en la más central de las universidades cubanas lo han hecho transitar tanto por la pedagogía y la investigación, como por funciones de dirección.

Ingeniero Mecánico de profesión, el Doctor Ángel Rubio González, regresó al Centro de Estudios Energéticos y de Tecnologías Ambientales (CEETA), de la Facultad de Ingeniería Mecánica e Industrial, al mismo sitio del que salió para ejercer como último director de la Escuela de Mecánica, primer Decano de la Facultad de Ingeniería Mecánica y posteriormente Vicerrector de Investigación y Postgrado de la institución durante 15 años, actividades que desarrolló con éxito gracias a su filosofía de predicar con el ejemplo.

La naturaleza de este líder científico, de un lado, y el amor por la enseñanza que lo llevó a recibir la condición de Profesor de Mérito, del otro, han dado relevancia a Rubio, quien por su trayectoria resulta hoy el protagonista de Vidas en el marco de la celebración por el Día de la Ciencia Cubana.

¿Cómo conoció la Universidad?

En 1962 después de terminar la campaña de alfabetización Fidel convocó a los becados que estaban en La Habana y a todos los estudiantes cubanos a una recogida de café en Oriente, el café se estaba perdiendo, no había mano de obra. Yo estudiaba en una secundaria básica en Aguada de Pasajeros, aquello era una aventura. A todos los de Las Villas nos reunieron aquí. Esta universidad tenía 10 años, yo tenía 12.

Nos reunieron en el Teatro Universitario y debo reconocer que me escapé de allí y me puse a recorrer la Universidad. Existían solo los edificios originales y la biblioteca, recién inaugurada por Fidel. Yo me enamoré de la universidad y me dije que tenía que venir a estudiar aquí.

Después terminé la secundaria. El pre lo hice en Santa Clara e ingresé en la UCLV en el 67, con 17 años de edad. Era un muchacho y comencé a estudiar Ingeniería Mecánica. Desde ese momento me quedé por siempre en la UCLV.

¿Cómo transcurrió su vida estudiantil?

Mi grupo, mis compañeros y yo llegamos a la Universidad en octubre. En aquella época los cursos no comenzaban en septiembre, había un desfasaje producto de la campaña de alfabetización que después se fue recuperando poco a poco. Comenzamos a dar clases y enseguida comenzó la zafra azucarera y de nuevo trabajo voluntario. Nos despidieron del Teatro Universitario otra vez y en un camión nos fuimos para la zafra. Estuvimos casi dos meses cortando caña, primera vez que yo cortaba caña.

Regresamos a la Universidad y concluimos el primer año. En aquella época se estudiaba un primer y segundo años comunes de Tecnología y cuando se terminaba segundo año se elegían las carreras. Varios compañeros ya habíamos decidido que estudiaríamos Ingeniería Mecánica y nos matriculamos cuando era la Escuela de Ingeniería Mecánica.

No existía una Facultad de Mecánica, existía una Facultad de Tecnología y varias escuelas. Hicimos lo que podríamos decir el inicio del tercer año y aproximadamente por octubre o noviembre comenzó de nuevo la zafra y fuimos a hacer el tercer año en los centrales azucareros de la provincia de Las Villas. Prácticamente la Universidad se quedó vacía. Todos los estudiantes y profesores se fueron para la zafra de 1970, conocida como la zafra de los 10 millones. A mí me tocó trabajar en el central Ciudad Caracas, hoy de la provincia de Cienfuegos, y ahí hicimos casi todo el tercer año. El curso duró 14 meses.

Regresamos por mayo o junio y entonces hubo una recuperación de clases y asignaturas. Vinimos terminando el curso académico como en noviembre o diciembre. Fue una extraordinaria experiencia. Yo diría que marcó a todos los estudiantes y a todos los profesores porque estuvimos vinculados con la clase obrera, con los campesinos, trabajando en la batalla más importante que tenía en aquellos momentos el país, que era hacer los diez millones. Esa cifra no se alcanzó, pero fue realmente un éxito político en el país que nos marcó en ese sentido.

Yo no llegué a la Universidad siendo militante, era un simple estudiante. Lo que me gustaba era jugar pelota y aquí en segundo año me propusieron para la UJC y en tercer año fue mi bautizo político en los centrales. Participé en un Comité de base, incluso tuve responsabilidades en él y a mi regreso comenzó una etapa muy importante para nosotros porque hubo un proceso fuerte, cargado de ideas políticas y de actividad.

En aquella etapa se había producido una unificación de la UJC y la FEU, en una organización que se llamó UJC-FEU. Llegado el momento se hizo la discusión de que había que separarlas, que ambas tenían su propia vida, que no podían fundirse. Viene un proceso eleccionario en la Universidad de separación de esos dos organismos. Son las famosas elecciones en las cuales ocurrió el muerto, lo del helicóptero que se bajó frente al Teatro y que supuestamente traía a Fidel. Fueron actividades muy grandes y los que ya teníamos responsabilidad tuvimos que asumir muchas tareas. Esas elecciones marcaron la Universidad.

Ya en el cuarto y quinto años hubo una concentración mayor por parte de nosotros en los aspectos académicos, tuvimos que estudiar fuerte. En lo personal tuve una experiencia interesante. En aquella época la UJC estaba separada en UJC de trabajadores y en UJC de estudiantes, incluso había dos comités universitarios.

Estando en quinto año me llamaron una noche porque había problemas en la UJC de los trabajadores en la Facultad de Tecnología y me pedían que asumiera como secretario de la UJC de los trabajadores siendo yo estudiante, lo cual realmente fue una tarea dura. Ya después había sido solicitado para quedarme y seguir en esas funciones y era miembro del Comité Universitario de la UJC de los trabajadores.

Después se produjo una fusión y pasé a ser miembro del Comité Universitario único. Pero esa fue una experiencia difícil pues atendí a vicedecanos, directores de escuela, gente que tenía una trayectoria y una preparación política muy importante. Casi que aprendía más con ellos de lo que yo podía transmitirles. Desde entonces me quedé a trabajar en la UCLV.

Cuénteme sobre sus inicios como trabajador

Inicié como profesor del Departamento de Energía de la Facultad de Ingeniería Mecánica. Estuve trabajando un tiempo breve como preparación cuando estaba recién graduado en el Ministerio de la Industria Azucarera (MINAZ). Asumí funciones como docente, en las que netamente trabajé durante un año más o menos. De inmediato me nombraron subdirector de la escuela y después director. Fui el último director de la Escuela de Mecánica y el primer Decano de la Facultad de Ingeniería Mecánica cuando en 1976 se creó en la nueva estructura. Surgió el Ministerio de Educación Superior. Las universidades comenzaron a participar en este Ministerio, antes pertenecíamos al Ministerio de Educación y se creó la Facultad de Ingeniería Mecánica como se crearon otras como la de Química, de Eléctrica, de Ingeniería Industrial. Fue una gran experiencia vivir toda aquella reestructuración de la Educación Superior.

Según se me dijo en una ocasión, fui en ese momento el decano más joven de Cuba. Tenía 26 años cuando tuve que asumir esa responsabilidad. Destaco esto no por mi persona sino porque también se veía cómo había que dirigir en aquellos tiempos. Recuerdo que la Facultad de Tecnología tuvo un decano que era estudiante porque nos quedamos sin decano y este tuvo que asumir, y así a veces tuvimos jefes de departamento jóvenes, decanos y vicedecanos muy jóvenes, porque se fueron muchos profesores, otros se separaron de la Universidad, muchos tuvieron que dar clases, y todo aquello había que irlo asumiendo para no detener la educación superior.

Yo di pocas clases, algunas prácticas. Pero a mí me dieron clases muchos estudiantes. Por ejemplo, Juan Lorenzo Ginori, uno de los ilustres doctores nuestros, me dio clase de Física, incluso había compañeros que tuvieron que dar clases en su propio grupo. Eran tiempos complejos, complejidades diferentes a las que hay ahora. Pero eran también momentos muy lindos, de una efervescencia revolucionaria muy grande, de una gran disposición a trabajar, a asumir responsabilidades. La juventud era en ese tiempo la vanguardia de todas las actividades. También teníamos una dirección del país muy joven, que compulsaba en todas esas direcciones y uno se sentía atraído por todo ese movimiento revolucionario y se participaba de forma natural y sencilla, se hacía lo que había que hacer.

¿Cuándo irrumpió en la actividad científica que luego consolidó?

Tengo que remontarme a mis años de estudiante. Ahí fue donde me empecé a motivar, y me motivaron los profesores, sobre todo uno, ya jubilado. Se jubiló en la Universidad de Cienfuegos, pero trabajó mucho tiempo aquí y fue mi tutor. Cuando estábamos en la zafra del 70, ya al final, ocurrió un hecho interesante. A la Facultad de Mecánica llegaron varios asesores soviéticos y no había profesores para atendernos. Entonces en el último mes antes de terminar la zafra a un grupo de compañeros nos trajeron de allá para que trabajáramos con los soviéticos. A mí me pusieron con un especialista en Transferencia de calor y la tarea que me dio fue construir equipos para un futuro laboratorio de Transferencia. Él los diseñaba y yo con la ayuda de los compañeros del taller los construía e hicimos varios.

Hubo un tiempo en que la parte energética del área de Mecánica se trasladó para Cienfuegos. Cuando se funda la Universidad de Cienfuegos se llega a un acuerdo, la parte de Tecnología de Construcción de Maquinaria quedó aquí en Villa Clara y la parte de Termoenergética se fue para Cienfuegos. Yo era termoenergético, pero aquí siempre he dado varias asignaturasː la Termodinámica, la Mecánica de fluidos, y tenían que quedarse algunos profesores. Como era decano en ese momento, lógicamente no me permitieron irme para Cienfuegos y nos quedamos aquí Sergio Jaúregui, Pablo Roque, Reinaldo Martínez y yo, cuatro compañeros para dar clases de Energía.

Muchos años después en una visita a Cienfuegos me encontré uno de los equipos que yo había hecho. Me dio una alegría tremenda, era un equipo para la determinación del coeficiente de transferencia de calor y todavía lo usaban, o sea, que parece que el equipo sirvió.

Este asesor soviético nos fue introduciendo también en el campo de la investigación. Después llegó otro en la parte de generación de vapor y ese fue el que ya nos adentró en la investigación científica. Es decir, trabajé durante varios años con asesores soviéticos, en mi etapa final de estudiante y en mi etapa inicial como profesor.

En aquella época comenzó a producirse en grandes cantidades el refrigerador INPUD y ellos empezaron a tener un mismo problema que los refrigeradores que entraron hace poco al país que le decían los llorones. Se empezaban a condensar por fuera. El aislante en aquella época era lana de vidrio, se producía allí mismo en la INPUD. Vinieron a plantear la situación para que viéramos lo que pasaba con esos refrigeradores y la tarea se la dieron a mi tutor y él rápidamente me convocó a mí y recuerdo que hicimos mi primer trabajo científico y trabajo final de quinto año, que consistió en determinar la densidad óptima que debía tener la lana de vidrio para que tuviera las mejores condiciones como aislante térmico. Se hizo un laboratorio cercano a nosotros en el que montamos el equipamiento. Ahí echaba días y noches haciendo pruebas hasta que establecimos la densidad óptima y entonces los ayudamos a ellos a resolver el problema. El trabajo se hizo con mucho rigor.

A partir de ahí, con el asesor soviético Boris Latenkov comenzamos a trabajar para la industria azucarera. Él hizo un estudio del país y nos propuso que nosotros trabajáramos en la energética azucarera. Eso fue aproximadamente en el año 72 o 73 y a partir de ahí toda mi vida he trabajado para la energética azucarera, o sea, que nos dio una luz larga. Él decía que el tema científico había que elegirlo como la mujer, porque tienes que quererlo y es para muchos años.

Yo me enamoré de ese campo y todavía trabajamos aquí. Es una de las líneas fundamentales del CEETA e incluso últimamente hemos logrado retomar este tema. AZCUBA está en un momento de resurgimiento, sobre todo en su aporte energético al país y ahí entonces nosotros hemos encontrado una nueva oportunidad de aplicar nuestros conocimientos, vincular a nuestros estudiantes y a nuestros profesores jóvenes.

Cuando en los años 90 comenzó la etapa conocida como Período Especial uno de los problemas más graves era la energía. En aquella época surgieron varios centros de investigación y se discutió la idea, incluso propuesta por Fidel, de que la Universidad debía convertirse en una especie de MiniCENIC, es decir, un pequeño Centro Nacional de Investigaciones Científicas. De ahí se fueron desprendiendo casi todos los centros que hay en La Habana y en el interior. Esto implicaba un cambio en la concepción que tenía la Universidad y un poco sobre la inercia se fueron fundando varios centros en la institución.

Como el problema de la energía era muy grave en ese momento surgió la idea entre varios compañeros de proponer a la dirección universitaria la creación de un centro de energía. En ese momento la idea no fue bien acogida. El Rector de entonces, amigo mío, casi como un hermano, me dijo que yo estaba loco y bueno, nos fuimos con la idea. Un tiempito después era irresistible el problema energético y nos llamaron para decirnos que hiciéramos la propuesta. El 27 de junio de 1992, ese mismo amigo, el Rector José Luis García Cuevas, fue el fundador del Centro de Estudios de Energía y Termoenergética Azucarera, o sea, que estaba dirigido a la industria azucarera. Años después se le cambió el nombre, hoy se llama Centro de Estudios Energéticos y Tecnologías Ambientales, sigue sonando así pero ahora tiene dos E.

Se fundó el centro y me nombraron a mí director fundador, pero tenemos algunos compañeros que también fueron fundadores: Pablo Roque, Sergio Jáuregui, un compañero profesor de Eléctrica. Éramos cuatro o cinco los que comenzamos. Hoy es un centro con más de 20 profesores e investigadores con toda una estrategia de desarrollo, un grupo grande de doctores, jóvenes muy buenos y entusiastas. El centro se ha ido consolidando en el tiempo, no es uno de los centros destacados pero mantiene un buen perfil y es reconocido por las principales autoridades e instituciones del país que trabajan en este campo. Con frecuencia nos piden ayuda, colaboración, nos visitan. Por ejemplo, el Ministro de Energía y Minas ha estado aquí. Eso abre posibilidades de colaborar en la solución de los problemas del país. Además, tenemos muchos proyectos internacionales y de colaboración.

¿Cómo ha asumido el magisterio en su apretada agenda científica?

Yo nunca he dejado ni un curso de dar clases, nunca, nunca, ni aun siendo vicerrector. Siempre di clases y las voy a seguir dando mientras pueda. Siempre al menos un semestre yo doy clases, era mi meta y lo ha sido siempre.

¿Por qué?

Por varias razones. Una, es una extraordinaria forma de retroalimentarse de lo que piensan los estudiantes. Ahí te enteras de muchísimas cosas, cuando le das clases, cuando conversas en el pasillo como profesor no como dirigente. Segunda, es una forma de mantenerse activo. El que deja de dar clases se retrasa en su formación profesional y científica. La clase te ayuda a estudiar, a leer, a conocer, a intercambiar con otros colegas. Aquí yo creo que diariamente hacemos discusiones de cosas que uno lee, de cosas que uno ve, de problemas que traen los estudiantes, de errores que cometen esos estudiantes, y discutimos para ayudar a que no se repitan. Por lo tanto, para mí la docencia ha sido parte de mi vida desde que me quedé aquí, la asumí, me gusta. Es una actividad que hago con cariño, con gusto.

En este campo de la academia tuve que trabajar mucho. Fui decano durante 10 años y después en una misión internacionalista fui asesor del Ministro Presidente de Educación Superior de Nicaragua. Al regreso fue cuando comencé en la preparación de las ideas del CEETA. De este centro fui director durante 6 años y después me promovieron a Vicerrector de Investigación donde estuve 15 años. Ya me liberaron de cargos administrativos y estoy muy complacido siendo profesor e investigador.

Tengo entendido que el CEETA cumple en este 2017 aniversario cerrado. ¿Cómo fue su inicio y desarrollo?

La fundación del CEETA respondió a la necesidad de encauzar la investigación en el campo de la energía en función de una serie de problemas que tenía el país. El CEETA no surge en un día. El centro nuestro surgió también a partir de un grupo científico al igual que los demás centros de investigación de la UCLV. Se llamó el GETI, Grupo de Estudios Termoenergéticos Industriales. Como era un grupo que nombró el decano, algunos compañeros nos constituimos. Tuvimos un gran reconocimiento del gobierno y de la ya inexistente Comisión Nacional de Energía.

Una gran parte de las actividades, reuniones y comisiones científicas se desarrollaban en el gobierno provincial. Nos fuimos desarrollando y eso fue lo que permitió en su momento plantearle a la Dirección Universitaria la constitución del centro de estudios para el que teníamos el apoyo en aquel entonces del Ministerio del Azúcar. Por eso cuando el centro surge lleva el apellido azucarero. Había que buscarse un padrino. Eso nos permitía introducir nuestros resultados y así ha sido hasta ahora con la industria azucarera en general, en particular en la provincia y en el país, lo que es hoy AZCUBA.

El CEETA se logró a partir de estas ideas preliminares, pero en su momento hubo una ampliación del perfil. La industria azucarera tenía un momento complicado y entonces se comenzaron a estudiar aristas que nos han permitido ampliar nuestras relaciones. Por ejemplo, con el Ministerio de Energía y Minas, a quien le interesa mucho el trabajo que estamos haciendo con la Hidroenergía, con la Energía Eólica.

Perspectivas de desarrollo…

El centro tiene un potencial humano muy bueno. Tiene un grupo de compañeros de mucha experiencia, lo cual se combina con la juventud de algunos. Tenemos una camada de intermedia con muy buena preparación, varios doctores jóvenes y atrás viene un grupo de muchachos que viene muy bien. Esto, a partir sobre todo de la vinculación que tiene con los problemas reales que tiene el país. Hacemos una ciencia comprometida, militante y eso nos ayuda también a la introducción de nuestros resultados y el reconocimiento de los diferentes organismos.

Hemos logrado a través de proyectos internacionales un soporte material, sobre todo en la parte informática, de comunicaciones. Tenemos cierto deterioro en los laboratorios, pero estamos trabajando para solucionarlos. En estos momentos tenemos un proyecto soportado por la empresa de Hidroenergía, del Ministerio de Energía y Minas, que tiene un financiamiento que nos ayudará en el desarrollo del área de los laboratorios y en el área de la Hidroenergía.

Estamos haciendo una negociación similar con AZCUBA para que nos soporte el desarrollo de otros trabajos. A través del Ministerio de Energía y Minas también hemos tenido el apoyo para una colaboración de Corea del Sur que posiblemente se materialice para apoyar en el desarrollo de las energías del mar. Hay un gran interés por parte de ellos y del país por impulsar este campo. Corea del sur tiene gran desarrollo, una agencia de especialistas de colaboración internacional vino aquí. Ahora se está organizando una delegación nuestra para ir allá y pensamos tener resultados.

En la formación de nuestros recursos humanos la colaboración internacional ha sido importante, independientemente del esfuerzo de los tutores. Con el programa del VLIR durante varios años el grupo tuvo una participación, no grande como otras áreas, pero sí la tuvo. Pudimos formar dos doctores, uno de ellos es el director del centro, el otro hasta hace poco fue también director. Mantenemos relaciones con Bélgica. Ahora una joven nuestra, Licenciada en Química está haciendo su doctorado allá.

Por lo tanto, tenemos colaboración internacional, mucha colaboración nacional y una vinculación muy fuerte de los resultados con los problemas reales que tiene el país, independientemente de que a veces se hacen algunas cuestiones de ciencias básicas, pero lo fundamental es una ciencia aplicada. Pienso que el CEETA puede ser un centro que siga aportando al desarrollo de nuestro país. Este año cumplimos 25 años y el Rector en su discurso inaugural planteó una meta y trabajamos por ella.

¿Cómo asumió la función de Vicerrector?

Al frente del CEETA estuve trabajando durante 6 años y en una ocasión se me apareció el Rector en ese entonces, Andrés Olivera Ranero, y me dijo que tenía necesidad de que yo fuera a trabajar de Vicerrector. Realmente que yo supiera no estaba en ninguna política de cuadro. Estaba muy tranquilito en el CEETA. Olivera cuando me propuso el cargo evitó la pregunta de cuánto tiempo será y me dijo: … y va a ser para un tiempito largo. Claro, yo nunca me imaginé que el tiempito largo iba a ser 15 años. Siempre pensé en tres o cuatro año. Mi intención era volver al CEETA.

Era una tarea para la cual no me sentía preparado. Tener que trabajar con grandes personalidades de la ciencia, tanto interna como externamente, era complejo, incluso directores de centros de un extraordinario prestigio. Pero realmente me ayudaron mucho y me ayudó la dirección universitaria. Teníamos una rectoría muy fuerte. Mis compañeros eran tan buenos que me ayudaron a prepararme para esa función y comencé a desarrollarla.

Yo me tracé varias metas como Vicerrector. Una meta surgió en el propio proceso de asumir el cargo. Decidí que me iba a reunir con varios centros de investigación, conversar con ellos para irnos conociendo, visitarlos y con algunos departamentos que tenían una actividad científica importante. Ocurrió que todos lo primero que me pedían era dinero para investigar. Lógicamente yo no tenía dinero. Comencé el proceso de discusión con mis asesores, un equipo excelente, y en aquellas discusiones fui madurando una idea que se convirtió en una meta. La idea la materialicé en una frase. Cada vez que alguien me pedía dinero le decía: El dinero está aguas afuera, está fuera de Cuba, hay que buscarlo.

Comenzamos así un proceso de intensificación de los proyectos internacionales. Yo creo que ese proceso dio resultado, no me atribuyo el éxito, fue un éxito colectivo. Habían existido proyectos internacionales como uno aplicado al área de las ciencias agropecuarias que fue un impulso grande a esa actividad en la Universidad. Después cayó en términos beisboleros en un slump y no teníamos muchos proyectos. Ahí empezó la idea a convertirse en una necesidad.

Cuando yo respondía que el dinero había que buscarlo, me decían: ¿Cómo se busca? Entonces comenzamos a aprender de aquello porque no sabíamos. Desde el CEETA yo había hecho un pequeño proyecto internacional y surgió la idea de organizar un curso para jefes de proyecto, que todavía se mantiene. Creo que va como por su XX edición. Ahí se han formado los jefes de proyecto, los que han dirigido proyectos, los que realmente cambiaron el ambiente universitario de pedir dinero a saber que uno tiene que buscarlo porque el país no tiene recursos. Los centros que tomaron ese caminito triunfaron. Los centros que no lo tomaron han tenido dificultades.

Esa fue una primera meta de trabajo como Vicerrector. A mediados de ese proceso surgió la posibilidad del programa VLIR, con otros proyectos dentro, que cambió la imagen de la Universidad, que era una antes del VLIR y otra después del VLIR. También en ese tiempo hubo un despliegue de nuestras relaciones internacionales, dirigido por varias personas que han hecho muy bien el trabajo, lo cual apoyó esa actividad.

De hecho, en todo ese proceso de consolidación de los centros de investigación surgieron otros nuevos en mi período de Vicerrector, todos ellos siempre bajo el principio de que había que estar acompañado de un padrino que, además de poner recursos se comprometiera con la introducción de los resultados. Todo eso fue generando un ambiente de éxito en una comunidad que estaba muy preparada.

Había un proceso fuerte desde los años 70 de formación de doctores. La Universidad fue vanguardia nacional en este sentido. Desde que comenzó la formación doctoral la Universidad asumió ese reto y formó gente en Cuba y gente fuera. Tenía una base consolidada en su desarrollo científico y eso fue lo que permitió que diera ese gran salto, yo diría que fundamentalmente después del año 90, con una actividad científica muy comprometida con los problemas del país en el campo de las producciones agropecuarias, la medicina, la energía, la informática.

Tuve la suerte de que ese proceso que venía fluyendo se consolidó en mi época. Llegamos a estar todos estos años en los primeros lugares en los rankins que hacía el Ministerio, cercana a la Universidad de La Habana que es el centro madre de la Educación Superior Cubana. Hoy seguimos estando ahí, generalmente en el 3, pues la Universidad de La Habana está primero, luego Ciencias Médicas de la capital, y luego nosotros.

¿Qué aspectos caracterizaron esos 15 años?

Primero, aspectos que son el resultado de un trabajo colectivo muy fuerte, tanto en el equipo de la vicerrectoría como en el consejo científico, que siempre ha sido una potencia, tal vez no tan reconocida en el ámbito universitario y es una gran fortaleza. La Universidad, de manera tal vez un poco implícita no formalizada, siempre tuvo políticas científicas y políticas de formación de postgrado. En ese período se formalizaron esas políticas y tuvieron discusiones para su aprobación en todo el ámbito universitario, donde el claustro pudo participar, dar opiniones, criterios y eso permitió establecer prioridades. Es muy difícil trabajar sin prioridades, sobre todo cuando hay pocos recursos.

Se consolidó entonces lo que hoy se llama Política Integrada de Ciencia, Innovación, Tecnología y Postgrado. La existencia de esa política nos ha caracterizado, incluso la tuvimos antes que ningún otro centro del país, sobre todo formalizada, con control y seguimiento sistemático, ese fue otro elemento.

También otro aspecto fue el lograr de nuevo la unificación de las actividades que por determinada razón se habían separado. Hubo un momento en que las investigaciones estaban en un vicerrectorado, el postgrado en otro, la formación de doctores viajó de uno a otro. Pero se logró al final volver al Vicerrectorado original de Investigación y Postgrado, que da una unidad muy fuerte para la dirección de esta actividad.

Como parte de todo ese proceso llegamos al escalón más alto en la formación de centros de investigación. Llegamos a tener 16. Eso realmente creó una red de centros de investigación en la UCLV y se trabajó mucho con insatisfacciones por mi parte, pero se logró la integración de esos centros, que colaboraran unos con otros.

Un último elemento que está relacionado con el fenómeno de la integración, que no es solo alrededor de la investigación, sino integrar también las actividades. Se logró integrar los conceptos de investigación, postgrado y búsqueda de financiamiento por postgrado. Eso ha sido un concepto muy asumido por la comunidad universitaria que ya nos caracteriza.

Se llegó a esa posición no por la dirección de una sola persona sino de un trabajo en equipo, por una prioridad de la Dirección Universitaria a esta actividad y por la acción de un consejo científico muy determinante.

No obstante, pienso que los cuadros hay que cambiarlos cada cierto tiempo. Es mi experiencia. Cuando se está mucho tiempo en un cargo uno se embota y además hacen falta nuevas ideas. Quería que fuera para ahí una gente joven. Estoy muy contento con el Vicerrector que se incorporó, porque creo que el equipo mío hizo cosas buenas, pero se podían hacer cosas mejores. Yo escribía en un documento hace días que los jóvenes no luchan por su pasado, los jóvenes luchan por el futuro. Ahora hay un equipo muy bueno con un Vicerrector joven, muy capaz, lleno de ideas, que yo estoy convencido de que la Universidad va a seguir avanzando a pasos gigantes.

Regresó al CEETA…

Cuando recibí la liberación algunos compañeros me ofrecieron algunos cargos. A todo el mundo dije que no. Mi decisión fue siempre regresar al CEETA y regresar de simple profesor, justo como había surgido. Me recibieron con los brazos abiertos. Me siento muy bien, muy tranquilo, me ayudan, me oyen. Hoy aquí lo que hago es dirigir un pequeño grupo científico. No es una actividad de dirección, sino más bien de coordinación. Estamos trabajando fuerte y en lo que a mí me gusta: doy clases, investigo, escribo.

Ahora estoy retomando la escritura de un estudio de caso de cómo la Universidad se convirtió en un centro de ciencia y conocimiento. Estoy en estos días coordinando con la profesora de Humanidades Mercedes Garcés para que me ayude en la edición. Eso puede convertirse en un libro que puede imprimirse, porque estoy convencido de que nuestra UCLV es un extraordinario ejemplo de cómo una universidad sencilla, sin grandes aspiraciones en la época de los años 50 se convirtió en lo que es hoy.

Lógicamente la Revolución jugó un papel decisivo, pero también el claustro y los estudiantes hicieron realidad esa oportunidad que creó la Revolución. Esta Revolución ha creado las grandes oportunidades y los hombres son los que las hacen realidad. Es interesante cómo transcurrió todo ese proceso.

Rubio y su otro yo

Soy hijo de un trabajador azucarero. Cuando converso con la gente de AZCUBA yo le digo que tengo mi origen muy azucarero. Mi abuelo era colono y fue cincuentenario de la industria azucarera. Mi madre era ama de casa y muy revolucionaria. Ella colaboró con los que participaron en el ataque a Playa Girón, pues vivíamos en el Central Covadonga y decidió no irse de esa zona aunque existiera aquel enfrentamiento.

Cuando yo nací había una situación favorable, no éramos humilde en ese entonces. Antes mi mamá pasó hambre, la tuvo que criar otra familia. No conocí la pobreza, pero sí viví en el campo y conocí a mis amigos que eran pobres. De ahí después vine a estudiar a Santa Clara y aspiraba entrar a la Universidad en la que había estado ya. Aquí conocí a mi esposa, que es Ingeniera Industrial, y nos casamos. Tengo dos hijos. Uno es mi jefe ahora (Risas) Es Doctor en Ciencias. Defendió su tesis en Bruselas. El otro, doctor también, fue profesor de la UCLV durante 20 años. Ahora está fuera del país.

Mi familia siempre me ha apoyado mucho. Yo digo que es la retaguardia. Sobre todo, he recibido el apoyo de mi esposa, porque yo casi no estaba en la casa. Recuerdo cuando era decano, en la Universidad se trabajaba mañana, tarde y noche. Los consejos de dirección y las reuniones más importantes eran de noche. Fui miembro de la UJC pero también del Comité Universitario del PCC y sus reuniones también eran nocturnas. Casi todas las noches tenía que venir aquí por mis funciones y cargos, y mi mujer criando muchachos. Pude ser lo que fui por eso. Cuando me dieron la condición de Profesor de Mérito en mis palabras yo di un gran agradecimiento a mi familia por el apoyo que me habían dado y que me siguen dando.

En los demás aspectos de mi formación hice mi doctorado aquí, trabajé para la industria azucarera con problemáticas de la producción de calderas en Sagua la Grande. Diría que en lo personal he tenido una vida típica de un cubano. No creo que haya sido nada especial, alguien que se enamoró de la Revolución y que la sigue defendiendo con dientes y uñas, que trabaja para los humildes de este país.

La Universidad como centro de formación política

Fidel un día dijo una frase que a mí me gustó: Yo me hice revolucionario en esta Universidad, refiriéndose a la Universidad de La Habana. Yo creo que esa frase muchos de los compañeros de esta UCLV lo podemos decir así.

Yo me hice revolucionario en esta universidad porque yo llegué sin militancia alguna, como simple estudiante que había cumplido tareas como recoger café y trabajos voluntarios. Mi grupo fue de los que inició las escuelas al campo en nuestro país. Pero realmente convertirme en un revolucionario, en un militante fue aquí. Esta universidad forma muy buenos profesionales y muy buenos revolucionarios.

Conoció físicamente a Fidel…

En la etapa final de la vida de Fidel, tuve la suerte de compartir con él gracias a la tarea que tuve como Vicerrector de trabajar en el desarrollo de la moringa. Él le brindaba infusión de moringa a todos los presidentes que lo visitaban. Es una planta con propiedades alimenticias y medicinales.

En el 2011 se nos convocó al Director del IBP, del CIAP y a mí y nos pasamos el día sin comer y en una conversación telefónica pidió que nos dieran comida y moringa y organizaron una actividad en los laterales del Palacio de las Convenciones. Cuando estaban dando la ensalada de moringa se apareció él. Fue extraordinario. Ya estaba enfermo pero con la energía de siempre. Empezó a preguntar sobre la moringa pero a alguien se le ocurrió hablar de la morera y él pidió hablar de eso porque quería impulsar también el desarrollo del gusano de seda. Aquel hombre estuvo más de dos horas hablando con nosotros y todo fue sobre ciencia. Ya en sus últimos años lejos de descansar seguía trabajando, investigando, leyendo y estudiando. Esos son los ejemplos que tenemos que llevar a nuestros estudiantes, porque son ejemplo reales de nuestro país. Un hombre como Fidel que podemos pensar que es de otro mundo pero que estaba aquí muy cercano nos dejó ese ejemplo.

Dedicó sus últimos años al desarrollo e impulso de investigaciones que solucionaran los problemas de la alimentación. No pensaba en comer mejor todos los días sino en suplir a quien no tenía nada que comer, que son millones en el mundo. Ese era Fidel, un ejemplo de científico comprometido, que pensó en la ciencia hasta el último día.

Desde su experiencia, ¿Qué les diría a los jóvenes?

Primero, les diría que están en un país revolucionario. Cuba no ha dejado de estar en Revolución. Segundo, que están en una Universidad de excelencia. Esas dos oportunidades hay que aprovecharlas para ser mejores profesionales, para ser hombres de ciencia. No hay futuro sin la ciencia. Hoy se habla de una era del conocimiento. Cómo se puede vivir una era del conocimiento sin ciencia que es la que aporta los conocimientos.

Les diría que para lograr todo eso primero hay que estudiar. Les diría la frase que siempre le digo a mis estudiantes: El que no sabe Inglés es mudo y el que no sabe Computación es analfabeto. Hoy en día para poder estudiar hay que saber Inglés y Computación, pero sobre todo hay que saber leer y muchos de nuestros estudiantes no saben leer.

Yo siempre al inicio le pregunto al grupo cuáles libros se han leído en su vida y algunos contestan que ninguno. Entonces cómo un estudiante puede ser profesional si nunca ha leído un libro, cómo sabe interpretar un libro técnico, ya sea de Análisis Matemático, o de Física, o de Agronomía, o de Mecánica, si no sabe de literatura. Los estudiantes al no leer no tienen una capacidad de lectura interpretativa. Chocan con los libros y los desechan porque no pueden aprovecharlos.

Les diría también que la etapa de ser estudiante es decisiva en la vida. El tiempo que se pierde en la universidad nunca se recupera. Que vivan intensamente ese tiempo porque aquí no solo está el proceso de formación profesional, sino también el de formación política y el proceso de formación como seres humanos. Es una etapa decisiva en la cual se conocen amigos para toda la vida, se conoce tal vez la persona con la que te vas a unir para toda la vida y en una Universidad como esta todo eso se vive simultáneamente. Tenemos un campus excepcional que hay que disfrutar y cuidar, pero lo importante es no perder el tiempo.