La posibilidad de que atentaran contra su vida crecía por días. Compañeros y amigos lo alertaban del peligro, y, consciente de ello, sabía bien a lo que se exponía.
Pero no podía salirse del camino emprendido, ni siquiera aflojar en sus propósitos. No quedaba más alternativa a Jesús Menéndez Larrondo que la de enfrentarse a la muerte.
Héctor Cabrera Bernal y Gabriel Cruz Martín, que investigaron el paso del líder azucarero por Guayos y otras zonas de la región central de la Isla, refieren en su libro Jesús Menéndez: tabaco y azúcar, que en una ocasión en que el incorruptible líder azucarero confraternizaba con los trabajadores de la colonia cañera del Bajío y compartía con ellos el desyerbe de los surcos, algunos le advirtieron que se anduviera con cuidado.
La respuesta de Jesús vino rápida: —”Para qué voy a cuidarme, si de todos modos un día de estos me pueden matar”.
Otro testimonio incluido en la obra citada da cuenta de la conversación que el dirigente sostuviera con un amigo. Sabía que su cabeza tenía precio y expresó su sospecha de que el viaje que emprendería por la zona oriental del país no tendría regreso.
Dice el informante: “Jesús estaba convencido de que iban a matarlo. Sus enemigos no podían dejar que viviese. Sabían que a él lo seguía el pueblo y que no había otra forma de callarlo. Jesús no dio un solo paso atrás, continuó adelante y por eso lo mataron”.
El viaje a Oriente fue en efecto un viaje sin regreso. Lo balearon en la estación de trenes de la ciudad de Manzanillo, el 22 de enero de 1948.
EL INSOBORNABLE
Nació en Encrucijada, en la antigua provincia de Las Villas, el 14 de diciembre de 1911, hijo de un capitán del Ejército Libertador. Comenzó a trabajar apenas concluyó la enseñanza primaria.
Cortó caña en áreas del central Nazábal, y en el central Constanza fue purgador de azúcar, esto es, el operador de la centrífuga que en el proceso industrial separa el azúcar de la miel, mientras que en el llamado ‘tiempo muerto’ trabajaba en las escogidas de tabaco de su pueblo natal.
Eran los días de la dictadura machadista cuando se inició en la lucha sindical, lo que le valió persecución y cárcel. Encabezó el sindicato del central Constanza y participó en la creación de la Federación de Trabajadores de Las Villas.
Estuvo entre los organizadores del Primer Congreso Nacional Azucarero, de donde surgió la Federación Nacional Obrera Azucarera que dio paso a la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros (FNTA) al dar entrada a oficinistas, técnicos y demás empleados de la industria. Era ya un dirigente de relieve nacional. En dos ocasiones fue electo a la Cámara de Representantes.
Bajo su liderazgo consigue el sector mejoras tangibles. Hay para los trabajadores aumento de salarios y garantías para la jubilación con la creación de la Caja de Retiro. Mejoran sus condiciones de vida cuando consigue que el Presidente de la República disponga, por decreto, medidas sanitarias y de higienización en los bateyes.
Impone la presencia obrera en los cónclaves donde se negocia la venta de la zafra azucarera… Su participación es decisiva en la confección del decreto con el que el presidente Grau implementa el llamado diferencial azucarero, que estipulaba, vinculados con el precio internacional del dulce, incrementos salariales para los trabajadores del azúcar y también en las ganancias de colonos pequeños y medianos y los propios hacendados.
Por gestiones de Jesús Menéndez Larrondo se introdujeron en la Ley de Coordinación Azucarera las cláusulas de garantía que protegían al consumidor nacional del aumento en los precios de los productos alimenticios y materias primas que se importaban de Estados Unidos.
En 1946, el diferencial aportó 80 millones de pesos a la economía doméstica, y de ellos, los trabajadores recibieron en forma de anticipo, el 21 de diciembre, 25 millones. Diría entonces el propio Jesús: “Esto para que pasaran la mejor de las nochebuenas que recuerda nuestra historia… El comercio todo recibió una sensible inyección, dándose casos en el interior del país de bodegas y tiendas que durante los días de Pascuas y año nuevo agotaron todas sus existencias de mercaderías”.
No parece haber sucedido así en 1947 a juzgar por la moción del Ayuntamiento de Marianao impulsada por el concejal Juan Manuel Márquez en la que solicita al Gobierno el pago del diferencial sobre la base de hasta el ocho por ciento como pedían los trabajadores del azúcar y no del tres por ciento como querían el presidente Grau y los patronos.
Militante comunista y hombre hecho por sí mismo, sorprendía por sus profundos conocimientos de las cuestiones azucareras. Partidarios y adversarios políticos coincidían en calificarlo como insobornable, contándose al respecto numerosas anécdotas reveladoras, como la de aquel cheque en blanco que le pusieron en las manos las grandes corporaciones para que desistiese de abogar por el diferencial y que devolvió sin vacilaciones para hacer saber que el diferencial había que ponérselo en la punta de la mocha.
Sus enconadas polémicas con José Manuel Casanova Diviñó, el llamado zar del azúcar, vocero y guía de la clase empresarial cubana, senador de la República y presidente de la Asociación Nacional de Hacendados de Cuba y del Instituto Cubano de Estabilización del Azúcar, fueron notorias, y cuantas veces debieron entrevistarse, Jesús concurría al encuentro como si nada hubiese ocurrido entre ambos, advirtiendo con criolla sorna a su antagonista:
“Tú me atacas como lo haces porque defiendes los intereses de los tuyos, y estás en tu papel: yo, por mi parte, cumplo con mi deber defendiendo los intereses de los míos… Así que tengo que atacarte también, pero no puedo pelearme contigo, Casanova, porque tenemos que seguir discutiendo sin distanciarnos personalmente”.
Casanova fue también un hombre hecho por sí mismo. Nació en la pobreza. Con 14 años fue jornalero en el central Bramales, en Cabañas, del que llegó a ser propietario, el primero de los varios centrales que poseyó.
A partir de 1933 y hasta su muerte, en 1949, tuvo el papel más relevante en la política azucarera y en la creación de sus organismos corporativos.
Fue, escribe Guillermo Jiménez en Los propietarios de Cuba, 1958, el intermediario e inspirador del pacto de los hacendados con el entonces coronel Batista, y ponente de la trascendental Ley de Coordinación Azucarera que selló dicho pacto y que definió la economía y la sociedad cubana hasta el triunfo de la Revolución.
MUERTE EN MANZANILLO
Tres hombres descendieron en el pueblo de Yara del ómnibus que los llevó desde el central Estrada Palma. Jesús, Manuel Quesada, organizador de la FNTA, y Paquito Rosales, exalcalde comunista de Manzanillo y también representante a la Cámara, debían esperar el tren que los llevaría a Bayamo, pero ya en el paradero supieron, primero, que el tren venía con dos horas de retraso, y después que iría con destino a Manzanillo.
Estaban eufóricos por el resultado de su gestión en el ingenio azucarero donde en asamblea de trabajadores lograron que se normalizaran las labores de zafra luego de la concertación del convenio colectivo entre el sindicato y la patronal. Aunque lo comentaron, restaron importancia al soldado que en Yara se interesara por conocer el rumbo que llevaban.
Eran cerca ya de los ocho de la noche cuando escucharon la cercanía del tren. Lo mejor sería abordarlo y comer y dormir en Manzanillo, y seguir para Bayamo al día siguiente. Casi al mismo tiempo que Jesús y sus compañeros, subió al vagón un oficial del ejército. Era el capitán Joaquín Casillas Lumpuy.
Jesús y el militar quedaron conversando en la plataforma del vagón. En forma amigable el capitán se interesó por saber qué hacía en la zona el dirigente obrero.
Explicó este que recorría los centrales buscando soluciones a conflictos existentes, casi siempre de salarios. Fue satisfactoria la gestión en el Estrada Palma, puntualizó Jesús, no así en el Mabay, donde volverían al día siguiente.
Casillas dejó a un lado la amabilidad que hasta entonces signó sus palabras y preguntó con hosquedad sobre el carácter de aquellas gestiones. Todo lo hago dentro del marco de la Constitución, comentó Jesús. Eso depende, adujo el militar: yo puedo estimar que usted está cometiendo un delito. Puede que todo eso no sea más que comunismo y un atentado a nuestras instituciones.
Por eso, continuó, cuando lleguemos a Manzanillo, usted me acompaña al cuartel. Llamaré a Mabay, y si hay delito, lo dejo arrestado a usted y a sus acompañantes. Jesús y Paquito recordaron estar amparados por la inmunidad parlamentaria.
—”Si violo la inmunidad, que proteste la Cámara y si violo la Constitución, lo hago bajo mi responsabilidad, pero yo te llevo preso, vivo o muerto”, ripostó Casillas Lumpuy.
En este punto de la discusión, el tren entraba en Manzanillo. Bajaron al andén Quesada y Paquito. Capitán, dijo Jesús a Casillas, lamento no acompañarlo.
Lo que sigue es la versión de la muerte de Jesús Menéndez que ofreció en su momento el periodista Enrique de la Osa en su sección En Cuba, de la revista Bohemia. No es la única, pero es la más extendida y aceptada.
“Rápidamente el militar bajó tras de Jesús Menéndez, ya con la pistola de reglamento desenfundada, y agachado y apoyándose en la escalera del vagón, disparó varias veces contra el líder obrero, quien, de espaldas hacia su agresor, había caminado varios pasos por el andén con dirección a la calle. Allí quedó desplomado, en tanto que su victimario gritaba: ¡Yo te dije que ibas vivo o muerto!
“Sin pérdida de tiempo volvió el arma hacia el lugar donde se hallaba Quesada, entre dos soldados. Afírmase que uno de los disparos fue el que hirió a uno de estos. Rosales y Quesada aprovecharon la confusión para desaparecer”.
EL ASESINO
No fue casual el encuentro de Casillas con Jesús. En la misma mañana del 22 de enero salió de Manzanillo con destino a Holguín y allí, en la sede del escuadrón número 13 se enteró de que el dirigente obrero se entrevistaría con el administrador del central Mabay.
Ordenó que lo retuvieran en el cuartel de la localidad, pero no lo encontró al llegar. Se trasladó en avión a Pilón, pero allì no había estado su perseguido, y entonces, en la misma avioneta, voló a Manzanillo, donde, desde el central Estrada Palma, recibió informes de que había salido rumbo a Yara para continuar hacia Bayamo.
Así, se encaminó a Yara donde, al ascender al tren, fingió encontrarse casualmente con el que sería su víctima.
Ya para entonces se le acusaba de la muerte del millonario Madrazo, por órdenes de José Eleuterio Pedraza, jefe del Ejército, y Alejandro Gómez Gómez, jefe de la plaza militar de Santa Clara.
En el caso de la muerte de Jesús, el militar fue llevado a juicio y quedó absuelto al alegar haber actuado en defensa propia. Recuerdan vecinos viejos de Cabaiguán, de donde era oriundo, que su madre le dijo: “Hijo, ojalá que esa sangre no caiga un día sobre tu cabeza”.
El 1ro. de enero de 1959 el ya coronel Joaquín Casillas, disfrazado de campesino, fue detenido por una tropa rebelde. Murió en un intento de fuga.
Autor: Ciro Bianchi
Tomado de Radio Habana Cuba