«Siempre termino con rostros y ni yo mismo sé por qué», sentenció para concluir nuestra entrevista. Y ni su casa, adornada con caras sacadas a la fuerza de la madera, me preparó para ese final.
Desiderio Alberto Sosa Loy ha recibido cuánto reconocimiento puede ser otorgado a un educador en este país. En sus 43 años de magisterio han pasado por sus manos cientos de profesionales de la Cultura Física y aun así no puede ser considerado solo como un maestro.
Él dice que la madera le habla, lo obliga a sacar de ella los rostros que ve su espíritu. Una sola palabra no puede definir a un hombre, cada uno de nosotros tiene una historia que contar. Desiderio es uno de los mejores profesores de la provincia de Villa Clara y por gracias de la vida quizás sea uno de sus mejores artesanos.
Dicen que los profesores de Cultura Física surgen de un deportista frustrado ¿fue ese su caso?
«Tal vez pueda decirse así, siempre fui un amante del deporte pero lo practique más bien desde el barrio, jugué béisbol, fútbol, baloncesto, voleibol y tenis de mesa. En este último fue donde alcancé un resultado relevante, quedé campeón regional en 1967».
¿Por qué decide estudiar Cultura Física?
«Nunca pensé estudiarla, mi familia quería que fuera mecánico automotriz. Decidí inclinarme por el estudio de la Cultura Física por una cuestión muy personal, entonces era muy delgado y pensé que en esta carrera podía fortalecerme. Por tanto, empecé a cursar la Escuela Superior de Educación Física, que entonces era un Técnico Medio, y me motivó desde un principio. Jamás en la vida me he arrepentido de esa decisión».
¿Qué recuerda de sus tiempos de estudiante?
«Fue una etapa muy agradable, conocí a muchas personas y pude descubrir a fondo las mecánicas de los diferentes deportes. En mi último año en la escuela, y aunque querían obligarme a jugar fútbol por ser oriundo de Placetas, hago la especialidad en tenis de mesa. Esta era la disciplina que más me apasionaba».
«Terminé la carrera en 1971 como tercer expediente a nivel nacional, para luego empezar a trabajar como entrenador de tenis de mesa en las categorías menores, donde obtuve buenos resultados».
¿Fue difícil para usted asumir el papel de profesor?
«No, para nada. En febrero de 1975 comencé a trabajar en la Escuela Provincial de Educación Física en Cabaiguán y empecé a desenvolverme en la cátedra de Recreación Física. Esta esfera me obligó a estudiar cosas muy interesantes y bonitas».
«Particularmente siempre vi el magisterio como una posibilidad para continuar preparándome. Por ello, en 1975 matriculo en el primer curso a distancia de Licenciatura en Cultura Física. Al terminar en el año 1980, fui el primer expediente de mi graduación».
¿Qué le ha querido inculcar a sus alumnos?
«He tratado por todos los medios que no se detengan en la vida, que sean buenos profesionales y asuman la responsabilidad que les corresponde desde el momento en que empiezan a trabajar. De mis clases quiero que se lleven la experiencia y el conocimiento que intenté transmitirles».
¿Aprende algo de sus estudiantes?
«Los estudiantes exigen y un profesor siempre debe estar a la altura de sus discípulos. He tratado aprender de ellos porque del intercambio con los alumnos saco las fuerzas para seguir enseñando. Llevó 43 años de profesor y nunca he pensado dejar el magisterio».
Fue el primer Doctor en Ciencias de la Cultura Física del país ¿cómo alcanza esta distinción?
«Nunca he dejado de superarme porque el conocimiento es infinito y las exigencias son cada vez mayores. En aquel momento la Recreación Física no estaba bien estudiada y en el resto de los países existían tendencias burguesas nada compatibles con nuestro modelo, por lo que para desarrollar profesionales en esta esfera tuve que prepararme».
«La tesis doctoral me costó mucho trabajo. Realicé un estudio regional de Recreación Física en bases de campismo de las tres provincias centrales, pero entonces no existía el tribunal de Ciencias de la Cultura Física. Al principio no tuve orientación alguna y desde el año 1991 en el que culminé el estudio tuve que esperar hasta el 2000 para defenderlo en la primera convocatoria del tribunal nacional de mi especialidad».
Cumplió misión internacionalista en Venezuela ¿qué recuerda de aquella experiencia?
«Anteriormente había tenido la posibilidad de estar en Brasil, Colombia y Panamá, realizando distintas tareas. Pero no es hasta 2008, cuando parto hacia la República Bolivariana, que enfrento el lado más difícil de una misión».
«Estuve allí hasta 2011 y aunque fue una experiencia espectacular tuve que conocer a fondo realidades complejas de ese país. El cargo que ocupé me obligaba a desplazarme constantemente por los 24 estados de la nación y la añoranza por mi patria siempre estaba ahí».
En su carrera ha realizado disímiles investigaciones ¿cuál recuerda con mayor agrado?
«Me apasionan las investigaciones que involucran a niños, jóvenes y a las comunidades en general. Trabajos de este tipo me valieron el Premio Nacional de Investigación al Mayor Impacto Social. Sin embargo, otro que todavía recuerdo es el de mi tesis doctoral: El necesario tránsito del consumismo al protagonismo como concepción de la recreación».
«No obstante el mayor orgullo de mi carrera, más allá de investigaciones y reconocimientos, es ver a mis estudiantes defendiendo su tesis. Ese es el reconocimiento supremo para un maestro, saber que llevó a buen puerto a todos aquellos que confiaron en él su formación».
Pero usted tiene otra pasión además del magisterio…
«Trabajo la escultura en madera y tengo 77 obras expuestas en la ciudad de Santa Clara: en la Casa de la Cultura, en la Casa de la Ciudad y en el Museo de Artes Decorativas. Soy miembro de la Asociación Cubana de Artesanos y Artistas (ACAA) y tengo el carné de artista plástico por el Consejo Nacional de las Artes Plásticas a través del Fondo Cubano de Bienes Culturales».
Esta pasión llega en los años 90. Me dediqué por iniciativa personal a recoger raíces caprichosas y ramas dejadas por el mar, las traía para mi casa, les ponía luces y empezaba a esculpirlas, fue todo de forma autodidacta, sin recibir formación plástica alguna. Por insistencia de una amiga me acerqué al círculo de artesanos de la ciudad y me dijeron que las piezas tenían el valor suficiente para una exposición».
¿Por qué casi todas sus esculturas terminan en rostros?
En mi obra reflejo el sincretismo africano. Les pongo un poco de luces a las piezas hasta que logro definir lo que voy a hacer, algunas las ideo rápido y otras demoran, pero la mayoría de veces culminan con un rostro humano».
A pesar de ello también realizo animales u otras alegorías. Las luces estimulan mi creatividad y las caras me las sugiere la propia madera. No tengo mucho tiempo pero me apasiona la artesanía. Espiritualmente me beneficia mucho, la escultura me relaja y cuando termino de trabajar siempre le echo un vistazo a las piezas que tengo en proceso».
Y mira tú, hay quien me critica porque siempre termino con rostros y ni yo mismo sé por qué».
Por Samuel Ernesto Viamontes Sardiñas