En una ocasión  el expresidente de Uruguay, José Mujica,  les habla a los jóvenes  y con gran sentido humanista, manifiesta: «Nada, absolutamente nada es más importante que la vida».

La pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto en la actividad cotidiana de muchos de los jóvenes de nuestras universidades, las palabras del líder uruguayo al pronunciarse en defensa de la vida.

Hoy, la Dirección universitaria de la Universidad Central “Marta Abreu” de las Villas (UCLV) despidió otro grupo de Valientes de la UCLV, los cuales concluyeron su etapa de apoyo a las tareas del centro de aislamiento en nuestra sede central.

Varias son las notas que se han escrito sobre el asunto en cuestión, pero siempre habrá nuevas experiencias que contar porque también en cada nuevo grupo que despedimos afloran emociones, anécdotas, incluso derroteros que siempre serán un motivo para nombrarlos. Muchas veces lo que no se dice muere tristemente en el silencio.

Levantar las voces de algunos de sus protagonistas también resulta el sentimiento colectivo de muchos que también han caminado por los pasillos de la zona roja del centro de aislamiento. Muchas veces las vivencias de unos resultan motor impulsor, inspiración para otros.

Laura Cardoso Suárez, estudiante de tercer año de la carrera de Letras, nos comparte su trabajo como voluntaria: «Primeramente estuve en la brigada de limpieza, tuve que retirarme de estas labores porque le hice una alergia al cloro y a los guantes de látex que me impidieron continuar en esas tareas, por lo que me cambiaron a entrega de comida y paquetería. Tuve oportunidad de conocer a muchos de los pacientes aislado, contactos de positivos».

Por un momento Laura corta la plática con cierta nostalgia que no puede ocultar esa ternura que brota de su mirada; se detiene, me pide una pausa y vuelve al intercambio: «Un día un muchacho discapacitado me escribió una carta – que todavía conservo con mucho cariño; este gesto de agradecimiento es una de las vivencias que acrecentaron mi voluntad de sacrificio, de saberme más útil».

Otra de las experiencias que les compartimos es la del joven, Ernesto José Hernández Piñán, de la Facultad de Cultura Física de la sede “Manuel Fajardo” de la UCLV:

«He trabajado dos veces en zona roja, ambas en la sede “Félix Varela”, primero como centro de aislamiento y luego como hospital de campaña. El trabajo en la zona roja es una experiencia tremenda. Si bien muchas veces resulta agotador, uno cuenta con el apoyo de sus compañeros y del personal administrativo del centro. La jornada de trabajo comenzaba a las 6:00 am y concluía a las 7:00pm, aunque la mayoría de las veces no era una jornada de trabajo consecutivo.

Otras veces las situaciones eran mucho más complejas y podíamos estar trabajando en horas de la madrugada, colaborando la mayoría de las veces con los compañeros que les correspondían esas tareas. Pero en esas circunstancias tensas fue donde también se gestaron las mejores relaciones de amistad, que hoy todavía perduran».

Ernesto también nos cuenta acerca de sus vivencias más significativas: «Disímiles anécdotas me marcaron, sobre todo positivas ya que el vínculo emocional que se llega a tener con determinados pacientes – en su mayoría niños y ancianos, a pesar del poco tiempo que estaban ahí dentro era muy fuerte.

«Una de las experiencias más impactante resultó una anciana con la que llegué a estrechar lazos. Era bastante elocuente y simpática, a pesar de sufrir Alzheimer. La veía tres veces al día – los horarios de comida. Ella se ganó mi corazón y el de mis compañeros y nunca importó que fuéramos para ella una visita nueva a cada momento, no nos recordaba.

«Sentía un referente muy familiar, mi abuela, eso me llenaba el alma, también por su hermosa manera de tratarnos, era muy agradable.

«Al cuarto día aproximadamente, los síntomas de Covid-19 ya eran bastante agudos, en particular la disnea, por lo que fue trasladada al hospital militar. Esa madrugada falleció, y a las 6:00 am, el cuarto donde ella estaba me parecía más vacío que nunca.  Algunos pacientes cuando se iban dejaban un vacío increíble, porque como ya dije se establecían lazos muy bonitos, pero este sentimiento de ausencia era mucho más profundo cuando lo hacían de una forma lamentable».

Para estos jóvenes la vida significa la puerta a nuevos caminos e intentar lo novedoso sin temor, incluso con el optimismo ante cualquier tropiezo, de los cuales aprenden a luchar, siempre desde el compromiso y la valía. En ellos los obstáculos son transformados en escalones para alcanzar el triunfo.
La disciplina y los desafíos van coherentemente en esas sonrisas como contraseña para llegar al éxito.

A ustedes, estos miles de abrazos entre líneas, que en definitiva es la gratitud y dicha de tenerlos en la tarea más trascendental que vive hoy la humanidad: la defensa de la vida.