Quiso la historia que coincidieran en un mismo día y mes, pero años diferentes, dos grandes hombres para la historia cubana y de Latinoamérica. Unidos para siempre un 14 de junio, Antonio Maceo y Ernesto Guevara unieron también sus ansias de libertad y justicia para Cuba toda.

El titán de bronce:

Sobre el Titán de Bronce, expresó Fidel Castro Ruz en la inauguración del Complejo de la Salud Ernesto Che Guevara, en la Provincia de Las Tunas, 14 de junio de 1980:

    “[…] Maceo tan valiente, tan puro, tan leal, tan disciplinado, tan agradecido, recordaría junto a nosotros, con la misma gratitud que nosotros, el gesto de este hijo del pueblo argentino que se unió a nosotros, arriesgó muchas veces su vida junto a nosotros y dio su vida por la causa de la liberación de este continente; con la misma admiración y respeto, cariño y agradecimiento […].”

    “Maceo es nuestro, continuaremos honrando su gloria y su memoria de mil formas diferentes; su gloria y su memoria continuaremos honrándolas en el trabajo, en las luchas, en el cumplimiento de nuestros deberes internacionalistas y fundamentalmente con nuestro patriotismo […]”

Pareciera que el destino nos jugara una buena pasada, una  llena de intenciones, al reencarnar todas las aptitudes y valores patrióticos de uno en el otro; guiados a la vez, por un mismo deseo desenfrenado de libertad; de constante lucha por la patria oprimida.

Ambos más allá de su labor revolucionaria, tenían otras obligaciones familiares; entre ellas la de padre. Tanto Antonio Maceo como Ernesto Guevara tuvieron hijos; de los cuales muchas veces se distanciaron por motivos patrios y de compromiso con el pueblo de Cuba.

A pesar de ello, cada vez que podían, no dudaban en dedicarles tiempo y amor a sus hijos. Les inculcaron a su vez el amor a la patria, a ese suelo sagrado del que eran frutos; la necesidad de defenderla y protegerla a cuestas de todo.

Ser padre implicaba un reto y constituía a su vez, un enorme sacrificio. Pero sus labores para con la patria, independientemente del periodo histórico de cada uno, exigían de ellos un mayor compromiso y entrega.

De Maceo, se calcula que intervino en más de 600 acciones combativas, entre las que se cuentan alrededor de 200 operaciones de gran significado. Su cuerpo estaba marcado por 26 cicatrices de guerra. Sus palabras sobre el destino que espera a sus agresores han sido siempre una motivación de lucha de los revolucionarios cubanos, que repiten con Maceo la advertencia de que «quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, sino perece en la lucha».

Queremos que sean cómo el Ché:

Del mismo modo el Che murió combatiendo, herido y sin balas, asesinado por órdenes de la Agencia Central de Inteligencia norteamericana (CIA). Con una pierna inutilizada por un balazo, sentado en una silla de la rústica escuelita primaria de La Higuera, cuando vio miedo en el soldado que habían enviado a matarlo se puso de pie apoyado en la silla y con la misma autoridad que siempre tuvo le ordenó al soldado embriagado: «Dispare, que aquí hay un hombre».

Su virtud trasciende la historia, así lo encierran las palabras de Fidel:

“Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ¡de corazón digo que ese modelo sin una sola mancha en su conducta, sin una sola mancha en su actitud, sin una sola mancha en su actuación, ese modelo es el Che! Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir con todo el corazón de vehementes revolucionarios: ¡Queremos que sean como el Che!”

Por Dennys Malvina Valdez Águila