Por Alejandro Gavilanes Pérez

Felipe González Gallo llegó a la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas en el ya lejano 1963. Para entonces, le era imposible imaginar que gran parte de su vida futura transcurriría en este campus. Menos aún podía pensar que llegaría a ostentar la Categoría Docente Especial de Profesor Emérito. Cuando le mencioné el galardón que le fue entregado con simples deseos de felicitarlo, su expresión transmitió modestia, pero, sobre todo, agradecimiento.

Por ello hoy vive feliz del deber cumplido, aunque no deja de reconocer que el tiempo transcurrió muy rápido.

Natural de Altagracia, Camagüey, vino a la UCLV a estudiar la carrera de Contador público. Luego de aprobar los exámenes pertinentes y gracias al programa de becas de la naciente Revolución cubana, ya aplicado en esta casa de altos estudios, González Gallo pudo acceder, finalmente, a la carrera que deseaba. He aquí la génesis de una vida consagrada a la docencia y a esta universidad.

De su vida estudiantil…

Muchos recuerdos. Decirte que fue aquí donde recibí el carné de la Unión de Jóvenes Comunistas, donde me desempeñé como dirigente estudiantil, responsabilidades menores que fueron conformando mi personalidad.

¡¿Qué contarte?! Cuando entré como becado, en primer año, una de las condiciones que nos pusieron, al ser los primeros becados de la carrera de Contabilidad, es que teníamos que trabajar cuatro horas diarias para la dirección de beca, con los expedientes de los estudiantes, cuestión que también requería un buen comportamiento. Porque la dirección de beca se ocupaba en aquel entonces de garantizar las condiciones de los edificios, pero, además, de controlar el resultado académico de los estudiantes, porque los becados tenían que ser ejemplo.

Por otra parte, cuando apenas estaba en segundo año, ya yo era alumno ayudante e impartía asignaturas que yo no había recibido a mis mismos compañeros de aula. Todo eso porque aquella fue una época muy convulsa en el orden político en las universidades cubanas, pues muchos profesores emigraban y la necesidad de docentes aumentó considerablemente. Por esa razón, tenía que prepararme doblemente y esforzarme más que la mayoría.

A finales de ese segundo año de la carrera, se presenta la segunda lucha contra el burocratismo. Entonces, a mí se me autoriza matricular Matemática también, porque las clases de Contador eran por la noche y las otras, por el día. Así, hice el primero y el segundo de Matemática, fecha que coincidió con mi graduación como Contador Público.

En ese momento se presenta una situación delicada en la Escuela de Matemática y se decide que yo ocuparía, de manera provisional, el cargo de director. A todas ellas súmale que todavía estudiaba el tercer año de esta otra carrera y tenía otras responsabilidades. Cuando apenas llevaba un año en la dirección, decidí dejar la carrera, porque muchos de mis profesores eran también mis subordinados, y hasta cierto punto se me creó un conflicto ético que resolví lo antes posible.

Otra cuestión que recuerdo vivamente de mi vida en la Universidad, no ya como estudiante pero sí como parte del claustro de profesores, son varias de las visitas de Fidel en las que pude estar presente. Recuerdo, por ejemplo, cuando vino a verificar la construcción del Instituto de Biotecnología de las Plantas, momento en que yo ocupaba la vicerrectoría de inversiones.

Usted se refería a los cargos que ocupó durante su etapa como estudiante, pero tengo entendido que, hasta la fecha, también ha estado frente a otras numerosísimas responsabilidades.

Sí. He sido Jefe de departamento, Vicedecano docente de la Facultad de Economía, Decano de la misma facultad, aunque con sus diferentes nombres y estructuras. Responsabilidades que me sirvieron para el desarrollo como persona y profesor, porque me tuve que vincular con todas las áreas de servicios de la Universidad, lo cual fue una experiencia enriquecedora.

También, en mi historia laboral como directivo, participé en la fundación de las Universidades de Camagüey y Cienfuegos. Ah, por cierto, además de todo lo que ya te dije, fui Vicerrector de Inversión y Vicerrector Económico.

Durante el Período Especial y en condiciones precarias…

En efecto, durante los años más difíciles del período especial, cuando en los almacenes solo había arroz y azúcar y contábamos con siete mil estudiantes. Por eso, todos los días me reunía con los estudiantes para explicarles la situación real en las que estábamos, lo que creó grandes vínculos entre la FEU y yo. Tanto, que un día ellos vinieron con una proposición. Me dijeron: Profesor, en la zona de Corralillo, los campesinos han tenido una gran cosecha de frijoles, pero se les ha echado a perder toda la cosecha de arroz. Y están dispuestos a cambiar un grano por el otro.

Y ya te puedes imaginar. Como la universidad solo tenía arroz, había que hacer lo imposible por diversificar lo que se ponía en la bandeja, más allá del arroz y el agua con azúcar. Por eso, me decidí a realizar el cambio, una libra de arroz por una de frijoles. Claro, todo eso totalmente controlado. Así, pudimos agregar los frijoles a las comidas.

Pero la historia que te quiero contar, comienza realmente cuando llegué un día al vicerrectorado y estaban esperándome tres oficiales del MININT. Resulta ser que habían detectado a un ciudadano en Corralillo vendiendo arroz chino. ¡Y el arroz que había en la universidad era chino! Entonces, ellos arguyeron que ese arroz era de la universidad.

Yo les contesté que era muy posible y les conté sobre los cambios que habíamos estado realizando. A lo que uno de los oficiales respondió que no nos estaba permitido hacer eso. Por supuesto, yo les expliqué que a los becados solo les estábamos dando el arroz y el agua con azúcar, nada más. Pero la discusión continuó, hasta que les propuse reunirse con los miles de estudiantes en el teatro y que ellos mismos aclararan a los becarios que el cambio no se podía hacer más.

Todavía me acuerdo de la expresión de aquel pobre hombre.

¿Cómo vinculaba sus responsabilidades como directivo y las labores como docente?

Imagínate que he impartido un total de trece asignaturas diferentes. En determinado momento, me fue complicado atender ambas facetas de mi vida universitaria, las directivas y las docentes, porque ambas conllevaban esfuerzos extra, pero ello no impidió que las cumpliera satisfactoriamente. Al menos, espero haber dejado una huella, aunque mínima, de mi paso por estos pasillos.

Entonces, ¿cómo le gustaría que lo recuerden cuando usted ya no forme parte del claustro de esta universidad?

Como alguien que quiso mucho a la UCLV y que se siente agradecido de ella. Como una persona que, a pesar de los errores y las insuficiencias en el trabajo, siempre tuvo la intención de solucionar los problemas y de ayudar.

Deudas

Yo no llegué a ser un gran científico. Ni siquiera soy doctor en ciencias. Por eso, recibir la categoría docente especial de Profesor Emérito requiere más compromiso de mi parte. Saber que, a pesar de mi edad y mis problemas de salud, debo estar dispuesto a servirle a la universidad en todo lo que pueda, en todo lo que requiera de mi experiencia, porque yo no me considero un sabio, solo un hombre de experiencia.