Corría 1944. Años antes, un joven cubano hijo de corsario francés se había involucrado con una Comandante de la República Española durante los días de Guerra Civil.
Luego de años de desencuentro el campo de batalla los volvería a unir cuando él, entonces miembro del Ejército Norteamericano, avanzaba por el Sur de Italia en tiempos de la Segunda Guerra Mundial. Y fue allí, dentro de un tanque de guerra y bajo ese pacto de amor y fuego, donde nació hace 77 años Rafael Quintana Puchol.
«Esa es la versión anecdótica, oficialmente, por documentos, nazco el 27 de abril en un materno en la calle de Las Flores, en Madrid».
En el intento de desentrañar el mágico paralelismo entre una vida nómada y la excelsitud del ser, anclamos, como él, en el silencio de «la nave de soldadura» donde la UCLV parece caminar con menos prisa, justo cuando al Dr. Cs. Rafael Quintana Puchol le brotan las pasiones a pocas horas de haber recibido la Categoría Docente Especial de Profesor Emérito de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas.
«A un año de mi nacimiento mis padres viajan a Portugal. Luego nos asentamos unos años en La Habana, cerca de Mazorra, recuerdo que montaba bicicleta, debía tener unos 4 años. Nos vamos a México y nos establecemos unos cuantos años; luego, por un conflicto político el Presidente le da a mi papá un plazo de 72 horas para que se vaya del país. Pasamos el río grande, ese que ahora no hay quien lo pase, cogí a mi hermanita y mi mamá a mi hermano Alberto y cruzamos para los Estados Unidos, nos asentamos en Houston y nos cogió el FBI, apresaron a mi mamá y a los tres niños en una casa de dos pisos, con cercas electrificadas, nos mandan para Cuba, parece que habían papeles en mi papá que lo ratificaban como cubano, ahí lo encierran en el Castillo del Príncipe y le echan 105 años, así que no fue una cosita chiquitica, ahí sin la protección de papá comenzamos nosotros a andar, yo vendía periódicos con 9 o 10 años, caramelos, limpia botas. Sale mi papá cuando hacen la amnistía de Fidel. Ahí empezó otra vida y cuando triunfa la Revolución pasado un año lo cogen preso nuevamente, ya yo tenía como 15 o 16 años, me voy a Camagüey, a Manzanillo donde me establecí un buen tiempo, allá me alfabetizan porque en todo ese transcurso yo no había recibido clases, era un analfabeto funcional, sabía leer deletreando pero no sabía escribir».
¿Y por qué se estableció solo, sin su familia, ese tiempo en Manzanillo?
Porque yo me fui para liberarme, la vida en mi casa era muy compleja. Luego regreso a Camagüey y de ahí viajo a Santa Clara, el 10 de febrero de 1962 llegué a la terminal de ómnibus, detrás había un prostíbulo donde dormí la primera noche, salí a buscar trabajo y me dicen que había en la universidad y vine, este edificio no existía, el de enfrente tampoco y aquí había una letrina para que los trabajadores hicieran sus necesidades. En el 62 esto aquí todavía era Capitalismo, a mí que nadie me diga que no, se trabajaba sin condiciones, sin papeles, así estuve un mes y pico dando pico y pala para hacer los cimientos de lo que es hoy el taller de Mecánica, un bloque de esos cimientos pasó por mis manos, ahí me desmayé de desnutrición y de cansancio y me llevaron para el hospital, tenía unos 16 o 17 años.
¿Cómo logra iniciar los estudios?
Yo observaba a muchachos que con mi misma edad caminaban por aquí bien vestidos, y me decía, cómo yo puedo hacer esto, y en la Anexa, donde hoy está la Facultad de Matemática, Física y Computación, abajo era una Primaria hasta sexto grado, voy a allí y hablo con el director y le digo que tengo sexto grado, mentira, no tenía nada, pero había poca matrícula y él me dice que necesitaba los papeles que probaran eso, yo le digo, mire, yo le puedo decir en qué escuela en La Habana yo estudié, recuerdo que le di una dirección falsa y él me acepta, de caridad, empecé en sexto grado, un muchacho de 17 con muchachos de 10 y 11 años, yo contándole las cosas de los marines, de cómo yo los llevaba a los prostíbulos, ellos encantados con aquel grandote entre tantos chiquiticos. Descubren que yo no sé nada, en las pruebas parciales se dieron cuenta y el director me expulsa, pero yo lo chantajeo con la secretaria, porque ellos tenían un romance y yo muchacho habanero mala cabeza lo sabía, igual él me dice que en julio me tenía que ir.
En ese tiempo abren los cursos de nivelación donde hoy está Economía, una formación especial que de sexto grado en dos años te ponían en la universidad, venían estudiantes de cuarto y quinto año y profesores de la universidad a darnos clases, el nivel era alto, ahí había que hacer un test de Matemática, Química y Física y un test psicológico para el ingreso, cada prueba era una sesión. Yo convenzo a José Luis Díaz Morera, un muchacho muy destacado en sexto grado con una cultura muy por encima de todos, que ya era mi amigo, le dije, vamos que tú entras con sexto grado y te metes en la universidad. Fuimos, igual yo seguía trabajando en ese tiempo porque había que buscarse la comida.
En nivelación también descubren que yo no sé nada, no aprobé ningún examen, pero trabajando aquí con carretillas volteando tierra veo a Enrique Peralta, el director de la nivelación, con un montón de expedientes bajo el brazo y pido permiso al capataz de la brigada para ir detrás, donde está hoy Humanidades se cogía la ruta 3 de ómnibus, la guagua vacía porque aquí la mayoría de la gente tenía carro, la guagua vacía solo para nosotros y yo me siento al lado de él, cosa que le extrañó, y le dije a rajatabla, esos son los exámenes de ingreso verdad, mire, yo me llamo José Luis Díaz Morera, «sí sí excelente examen, muy bien», yo tengo un amigo que se llama Rafael Quintana Puchol, era el último expediente, me dice «esto es un desastre, dile a tu amigo que es un desastre», y le dije, le voy a hacer la historia de ese muchacho, le conté y me invitó a comer. En su casa y sigo con aquella historia fantaseada, le dije, si usted le da una oportunidad a ese muchacho y con mi ayuda haremos una gran contribución a su desarrollo, «pero mire si aquí no tiene ni dirección cómo yo le mando el telegrama», le dije, mándemelo a mí. Un día viene mi amigo José Luis corriendo, «mira aprobados, aprobados, qué bien».
Cuando empecé los cursos me dieron cama, ropa, toalla, jabones, para mí aquello era Francia, así pasé un tiempo, ponché las pruebas y Peralta me llama a mí, a Rafael Quintana y cuando entro me dice, no pero yo no lo llamé a usted, y le dije, sí es que en realidad yo soy Rafael Quintana, y me saca de la nivelación, y algunos profesores que eran estudiantes hablan con él, y la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR) también, porque habían visto mi interés en superarme, hice un cuartico con cartones debajo de una escalera para estudiar de noche, entonces lo convencen y me traen de nuevo a los cursos de nivelación para obtener el equivalente al Bachiller y entrar a la universidad.
El primer año lo aprobé por los pelos, y a propuesta del profesor de Matemática y de los colegas de la AJR me pusieron en un concentrado de estudiantes de tercero y cuarto, en seis meses fui uno de los más destacados, viene el Che y habla sobre la importancia de la Química, yo quería Eléctrica pero a partir de aquello un grupo cogimos Ingeniería Química, ahí me seleccionan para estudiar en Alemania, donde acabo estudiando Licenciatura en Química.
En Alemania el camino tampoco fue fácil…
Voy al Goethe Institut donde se aprende Alemán, es un anexo de la Universidad de Leipzig, por los resultados en el examen de español me ponen en un grupo de 6 meses, yo no sabía ni lo que era un adverbio, se dan cuenta que no sé español y no me entra el alemán y piensan que hice fraude, no entendían que las notas de Química y Física que era lo único que había en mi cabeza no tuvieran nada que ver con la de español, me hacen un nuevo examen y en todos saco la misma nota, entonces era una contradicción que una persona que no dominara su idioma sacara esas notas en otras materias.
Me pusieron en un grupo de vietnamitas, que asimilaban el alemán también de una forma más lenta, a esa velocidad a mí me resultaba fácil, muy sencillo, me aburría y me iba a la calle, a la vida nocturna, a las borracheras, entonces aprendí el idioma de la calle y yo ya era una cosa anacrónica en ese grupo, al año y pico me mandaron para la universidad de Mercebul casi sin hacer exámenes de alemán.
Ahí hice mi carrera en 5 años y vine para acá en el año 1971, me albergan en Las Antillas y me asignan a la antigua Facultad de Ciencias Exactas como profesor, fue difícil porque había olvidado casi el español, tuve dificultades en la comunicación y me pusieron a dar mucho laboratorio. Sí recuerdo que me destacaba más en la investigación, así pasé 6 o 7 años y de repente me dice el Decano Primelles, tienes que hacer el Doctorado.
Empecé a mandar telegramas a autores de los libros que yo leía, a varios países del mundo, entonces recibo uno de Alemania aceptándome para hacer el Doctorado, ya yo había pasado también por una asesoría soviética en Mineralogía y Cristaloquímica que me valió una formación fuerte, todo eso y los resultados de las investigaciones me los llevé para Alemania donde estuve 24 meses nuevamente hasta que me hice Doctor en Geología. Regresé a Cuba en 1980.
Usted tiene 5 patentes de invención registradas ante la Oficina Cubana de la Propiedad Industrial, su labor investigativa es muy amplia; ¿qué líneas de investigación no puede dejar fuera de su agenda?
No puedo olvidar la investigación en pos de la búsqueda de materias primas para la producción de cemento en la fábrica Carlos Marx, un período de 7 u 8 años bajo la tutela del asesor soviético Olexis Shenko, luego vino un período del mineral del siglo, aquí se hizo un grupo, yo participé en su dirección, y me formé mucho haciendo y caracterizando zeolita, luego vino un momento en que se formó esto, el Centro de Investigaciones de Soldadura, fundado en 1987, necesitaban un centro para respaldar las soldaduras especiales que demandaba la Central Electro Nuclear de Cienfuegos, yo dije que no sabía nada de soldadura e igual me metieron para allá porque era una tarea de la Revolución, ya yo era militante del Partido, un proceso bastante engorroso porque lo que me salía en las investigaciones era un desastre.
Estaba Erenio como aglutinante de ese grupo con otros destacados investigadores, acepté y aquí me dicen, la tarea es desarrollar materiales para soldar , yo dije que no sabía nada de eso y era la tarea, desde ese día y hasta hoy esa ha sido mi tarea, aquí hice el Doctorado en Segundo Grado.
En ese tiempo fui tutor de 16 doctorados con ese tema del desarrollo de materiales para soldadura, la gente pensaba que ya esto era una escuela, la verdad era la única que existía en Cuba.
Ayer se veían muy contentos sus discípulos en la ceremonia de entrega del Profesor Emérito, ¿cuántos han pasado por sus manos?
Han pasado cerca de 100 tutorados por mis manos, alumnos 40 y tantos, cerca de 30 maestrantes y unos veinte y tantos doctores. Recuerdo que un año fui el tutor del 13% de todos los graduados de la universidad.
De todo ese tiempo, ¿cuáles son los momentos y las personas que usted recuerda con especial gratitud?
No puedo dejar fuera de mi historia a José Luis Díaz Morera, que me ayudó a hacer de todo, a estudiar, no puedo olvidar a los dirigentes de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, lo que soy hoy se lo debo ellos. Tampoco puedo olvidar mi grupo de estudio en Alemania, fui jefe de grupo y fuimos el más destacado de todos los países socialistas, hicimos un coppelita a base de trabajo voluntario, de ahí está Nilo Castañedo, Quincoces. Tampoco olvido a José Luis el Rector. Aquí adentro no puedo olvidar a Lorenzo Perdomo, a Amado Cruz Crespo, a Duffus, mi jefe en Física. Allí di clases en cuarto año y la gente dice que mis clases eran buenas, son sus ojos, yo no creo que sea un buen pedagogo, mi clave es decir lo que siento como es, sin mucho lío. A Erenio no lo puedo olvidar, con las 50 mil fajasones con él y otras cosas, pero me ayudó mucho. Es que le debo a tanta gente que tengo miedo de dejarlos fuera. A la dirección de la universidad, porque tuve un problema y me dieron la calificación de 2 y fui con el Rector Remedios y le dije que me iba de aquí, me dijo eres Investigador Titular y fuera catarro.
En aquel momento yo había acabado de llegar del Doctorado en Alemania, había obtenido varios premios, pero estaban repartiendo los carros y se formó una situación alrededor de todo aquello al punto que mi mujer acabó marchándose de la universidad. Pero esos son cuestiones circunstanciales. Los momentos buenos son muchos y los malos son pocos. El malo fue cuando me quejé con esa nota que no fue correcta porque me dieron 4 verbalmente, luego 3 y me bajan a 2 en el documento. Recuerdo con mucho agrado el día que aprobé la nivelación y cuando me hice Doctor de Segundo Grado.
Su familia debe haber acompañado tantas aventuras…
Éramos tres hermanos, uno falleció y otra se fue a España, mis parientes más cercanos son los parientes de mi mujer, no tengo tantos propios, mis sobrinos me quieren mucho, viven en La Habana y Matanzas con los que tengo buenas relaciones, en sí tengo poca familia.
Mi primer matrimonio fue con una Química, Josefina Jover, tuvimos un hijo, luego nos divorciamos y me casé con una Física en el 80 hasta los días de hoy, 40 años, ella me ha soportado bien y seguimos, vivimos aquí en el Reparto Universitario.
Tengo un nieto que me quiere mucho, un joven extraordinario, hijo de mi único hijo oficial con el que me llevo bien, él tiene sus ideas y yo las mías, pero tenemos muy buena relación.
¿Cuánto dista la universidad que usted vivió a la de hoy?
La universidad de hoy es increíble, la que yo viví al principio tenía muchos recursos pero la formación de las personas no era la misma. Aquí lo que más vale hoy es la cantidad de muchachos y gente súper inteligentes que lo que necesitan es base material.
Los profesores de esos muchachos, los viejos, pasamos por los países socialistas y por otros países desarrollados y nos adaptaron al pensamiento analítico y una pedagogía fuera de liga, si no fuera por las restricciones económicas que tiene el país avanzaríamos más. Un día le dije a José Luis García Cuevas, cuánto hace falta para respaldar la base material a la altura de esas universidades que vimos nosotros, y me dijo, más de mil millones.
La gente aquí tiene muchos conocimientos, mucho talento, mucho, pero a veces tenemos que vivir de favores de otros países. Ellos ven que cuando un cubano interpreta o hace un razonamiento está preparado a nivel del primer mundo.
¿Deudas?
Conmigo no, con la universidad sí, y por mucho que haga no la puedo pagar, el único pago que puedo hacer es ser fiel hasta la muerte con la universidad y con la Revolución, porque la universidad y la Revolución es una sola cosa, no es que yo sea chovinista o fanático, es la realidad, solo la puedo pagar siendo fiel.
La voz popular universitaria le atribuye a usted muchas anécdotas…
Yo digo las cosas que me salen, yo creo que tengo la capacidad de ver el sentimiento de la gente y expresarlo por ellos, espontáneamente como te digo las cosas a ti, sin buscar palabras, a mí no me interesa que me estén grabando ni nada de eso, es lo que yo siento. A mí me atribuyen muchas cosas que yo he dicho y digo, bueno, está bien, puede ser. Ahora, yo lo que digo es lo que siento, hasta la muerte. También me puedo equivocar, y cuando veo que me equivoco o me hacen ver mi error lo acepto, lo acepto porque es humano, no niego mis errores cuando vienen con buena intenciones, porque hay críticas con malas intenciones y esas sí no las acepto aunque tengan razón. La gente sabe que no hay dificultad para hablar conmigo, ni los alumnos más malos que yo haya podido tener, que a veces quisiera ahorcar por las cosas que me hacen, pero bueno, esos vienen y los atiendo con cariño y con honestidad.
¿Cómo quiere ser recordado?
Como una persona apasionada por la vida y por el trabajo, que he aprovechado cada instante de la vida, el recurso tiempo es irreversible. Una persona que ha reconocido los reveses, los errores y que no se ha angustiado por ellos, sino que ha saltado para hacer cosas mejores. Yo he cometido errores enormes, pero hay que seguir luchando en esta universidad que como dice mi mujer es mi segunda casa.