Podría decir que ella es mi Sigmund Freud, para explicar, desde razones personalísimas, el uso de un titular que tendría que tener, de forma obligatoria, un nombre de mujer.

A veces ni siquiera imaginamos cuánto han calado las concepciones machistas en los imaginarios propios y colectivos y, justamente la realización de esta entrevista, me llevó a indagar sobre científicas descollantes que marcaron pautas en el ámbito de la psicología.

Así supe de Mary Whiton Calkins, la primera presidenta de la Asociación Americana de Psicología, y de Melanie Klein, con sus terapias de juego.

Sus nombres y el de muchas otras también deberían estar instalados en mi cerebro cuando quisiera crear un símil en el que pudiera englobar mi admiración por la Dr. C. Evelyn Fernández Castillo y que me permitiera, en el plano simbólico, argumentar, con pocas palabras, todos los logros que ha alcanzado.

Con tan solo 35 años ya ostenta una hoja como investigadora que la prestigia y ha merecido, recientemente, el premio como joven investigadora, en la categoría de Ciencias Sociales y Humanísticas, que otorga la dirección general de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente del Citma.

Su modestia también la hace brillar y la distingue como una buena persona que ha conseguido sus logros a fuerza de sacrificios propios y familiares. Desde su etapa como estudiante, en la Vocacional, ya comenzaba a nacer su amor por su profesión: la psicología.

«Cuando estaba en el preuniversitario formé parte de un grupo gestor y fui sujeto de una de las prácticas de producción de estudiantes de la carrera. A partir de esa experiencia, que fue tan satisfactoria, me interesé por la psicología. Comencé a preguntarles a estudiantes de la especialidad y eso hizo que cambiaran mis preferencias. Desde ese momento dije: “yo quiero ser psicóloga, pues me gustaría llevar a otras personas este tipo de experiencias que acabo de vivir”. Hoy puedo decir que no me equivoqué.

«La psicología te permite estudiar la complejidad del comportamiento humano, de la subjetividad, y eso te posibilita no sólo ayudar a otros, lo cual es, muchas veces, el motivo inicial por el cual uno se orienta hacia la especialidad, sino también comprender lo que sucede a tu alrededor y ofrecer esos niveles de ayuda que esperan las personas o grupos».

—¿Cuáles son las principales líneas de investigación en las que trabajas?

—Llevo años inmersa en el tema de la prevención de las adicciones en adolescentes y jóvenes. He ahondado en los factores protectores de la salud mental, donde entran temáticas relacionadas con la inteligencia emocional, el control del estrés, la formación de la autoestima y la autovaloración. También he desarrollado el tópico de la intervención psicológica en pacientes con enfermedades crónicas no trasmisibles. De igual forma, aspectos relacionados con el bienestar universitario, y una línea que un poco transversaliza muchas de las investigaciones en las cuales participo, que tiene que ver con la validación de instrumentos de evaluación psicológica en diferentes áreas de actuación donde hemos realizado variaciones, adaptaciones y creaciones de instrumentos.

«A las adicciones tecnológicas me acerqué en el año 2017. Estas comparten criterios similares al de otras adicciones. Se dice que existe un uso problemático que puede desencadenar una tendencia a la adicción a estas tecnologías cuando aparece, en primer lugar, la necesidad persistente de su uso, aun cuando se conocen los aspectos negativos que trae a la vida de las personas. Comienza esta compulsión, esta necesidad y mayor tolerancia, es decir, se necesita cada vez más tiempo practicando la actividad para sentir los mismos efectos. Aparecen los síntomas de dependencia, algunos negativos como: ansiedad, depresión, falta de concentración e irritabilidad ante la imposibilidad de llevar a cabo esta tarea.

«Por ejemplo, hoy se habla de las adicciones tecnológicas en sentido general, pero dentro de ellas la adicción a los videojuegos sí se reconoce por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como una adicción, un trastorno adictivo; sin embargo, existen otras que, aunque todavía no son contempladas como un padecimiento, los investigadores alertan al respecto, como el abuso de las redes sociales, del teléfono móvil y de la propia Internet».

—Sin embargo, estas nuevas tecnologías ya son parte de la cotidianidad, ¿cómo hacer un uso responsable de ellas?

—Defendemos la hipótesis de que mientras más desarrollemos los factores protectores de la salud mental, estaremos en mejores condiciones de asumir activamente las tecnologías en nuestra vida. Hemos podido constatar que aquellas personas que poseen un desarrollo de estos factores protectores de la salud mental —habilidades de comunicación, sociales en sentido general y una adecuada autovaloración—, están en mejores condiciones de asumir y de marcar los límites de ese uso responsable de las tecnologías. Resulta importante fomentar el vínculo con los otros, sobre todo desde la edad temprana. El juego con otros niños, que no todo el tiempo sea mediado por las pantallas.

«Debemos ampliar la esfera de intereses, disfrutar de disímiles formas de esparcimiento. Se recomienda determinar responsabilidades desde la niñez. Organizar un horario de vida donde usted pueda compartir el día en diferentes tareas y que haya actividades que no impliquen el uso de las pantallas. Dentro del mes, dejar un día sin usar las tecnologías, un poco para desintoxicarnos».

—Concluir un doctorado antes de los 30 años constituye un gran logro, ¿cómo conseguiste vencer ese reto?

—Entre muchas otras razones fue gracias a la motivación personal. Siempre he disfrutado mucho la investigación científica, es como si fuera mi hobby, no lo veo como una obligación, sino como un disfrute. A ello hay que sumarle la preparación que recibí durante la carrera y mis cursos de postgrado, en este caso la Maestría en Psicopedagogía, los cuales me sirvieron para la formación de competencias en la investigación científica que me posibilitaron alcanzar este grado en una etapa inicial de mi carrera profesional.

«Fue un logro y, a la vez, un reto, porque una vez que se alcanza el título comienza otro camino que incluye la formación de otros. Además, considero que un factor clave tiene que ver con el apoyo familiar. Sin una retaguardia resulta muy difícil alcanzar esos anhelos profesionales».

—Luego llegó la maternidad, ¿cómo conjugar, de forma saludable, la familia, la pareja, los hijos, el trabajo investigativo y la docencia?

—Resulta complejo congeniar todos esos roles. La investigación la veo como un pasatiempo y durante mi etapa de maternidad se convirtió en una forma de cambiar de actividad. Cuando el bebé estuvo más grande retomé muchos de los proyectos que había iniciado. La prioridad la tiene el niño, pero trato de buscar un tiempo para la investigación. Aquí también juega un papel importante el apoyo familiar; además, el aprender a colaborar y a hacer contribuciones. La dinámica de la investigación científica en los tiempos actuales demanda el trabajo en equipo, porque ningún problema de investigación es tan simple que uno solo lo pueda resolver. Un ejemplo de ellos fue la pandemia, tiempo en el cual obtuvimos un buen cúmulo de resultados científicos, pero como equipo. «Trato, durante la semana, de poder dedicarle tiempo a todo y también a mí. A veces nos olvidamos de nosotras, y es importante dedicarnos un tiempo, para hacer las cosas que nos gustan».

—Dentro de las cosas que te apasionan también está la docencia, ¿qué ha representado en tu carrera profesional?

— Me gradué y me inserté en el Departamento de Psicología de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas. Eso fue muy satisfactorio. En primer lugar, porque siempre me gustó mucho la docencia. En segundo año me inserté en el movimiento de alumnos ayudantes, y disfrutaba estar frente al aula. La docencia representa para mí un área importante que me permite transmitir los conocimientos que adquiero durante la investigación científica.

«El ámbito de la docencia es un contexto clave de investigación. Muchas de las cosas que a veces hago en el aula tienen la finalidad de ir perfeccionando métodos de enseñanza. Por lo tanto, el ámbito docente tiene un doble rol: me permite transmitir el componente de investigación y ese amor por el estudio para que, una vez egresados, continúen este camino».

—La psicología ofrece herramientas para gestionar una adecuada salud emocional. ¿Ser psicólogo de profesión cura contra la depresión y la ansiedad, tan de moda en los tiempos actuales?

—Poseer conocimientos de psicología, si bien no te excluye de sentir ansiedad o depresión en determinado momento, sí brinda herramientas para manejar estas situaciones. Resulta difícil para el psicólogo aplicar la ciencia a sí mismo, pero posees una mirada más profunda de la dinámica del comportamiento humano que te permite comprender el comportamiento de los otros y aplicarlo en el análisis del propio y, sobre todo, saber el momento en que debes buscar ayuda, porque no se debe ser el psicólogo de uno mismo.

—¿Cómo te describes como persona?

— Soy soñadora, muy persistente, positiva, me gusta tratar de hacer las cosas lo mejor posible. Mi capacidad de soñar, de querer hacer las cosas bien, me caracterizan. Me gusta estar siempre rodeada de personas. Odio la soledad.

—¿Qué significó el premio de investigadora joven para ti?

— Sin dudas, se trata de un logro profesional importante, un reconocimiento al desarrollo de la investigación científica en mi carrera profesional, y fue muy satisfactorio poderlo alcanzar. Por supuesto, genera un mayor compromiso con la investigación y con la formación de otros investigadores.

—¿Cómo sueñas la vida que quieres tener?

—Me encantaría seguir combinando el ámbito familiar con el profesional. Creo que ahí está el principal reto de la vida que quisiera: lograr congeniar el desarrollo profesional, investigativo, docente, mi vida personal y el disfrute como madre, esposa, hija y amiga.

Y en todas esas facetas puedo asegurar que Evelyn es un ser humano excepcional. Debo confesar que sé muy poco sobre Freud, pero conozco en profundidad a esa muchacha risueña que ha escrito toda su obra científica en una computadora del siglo XVIII, que ha sabido luchar por sus sueños profesionales. Una persona honesta y entregada, humilde, sencilla y empática. Sus sueños son aparentemente simples, pero su talento, del que todavía nos falta mucho por apreciar, toca, como en el caso del conocido neurólogo austriaco, la genialidad.

Por Leslie Díaz Monserrat, periodista del semanario Vanguardia y profesora adjunta del Departamento de Periodismo de la UCLV

Publicado originalmente en el semanario Vanguardia