“No pongas el perfil muy alto”, me dice con toda modestia al terminar la entrevista, y yo, víctima de las inseguridades de los principiantes, me lleno de confianza y le digo “no se preocupe, muchas gracias por todo”. Ya alguien me lo había anunciado, tendría el honor de entrevistar a uno de los grandes hombres que ha dado esta universidad; quizás por eso la tensión inicial. Solo inicial, porque a los veinte segundos de conversación me sentí compartiendo vivencias con un amigo. Un poco mayor que yo pero que como gran profesor sabe borrar las brechas del tiempo y te hace revivir momentos, aunque no los hayas vivido.

Además de docente, el Dr.C. Gilberto Hernández Pérez, fue alfabetizador de la Brigada “Conrado Benítez” y jugador de baloncesto en su etapa universitaria, un detalle que le llena de orgullo y le mantiene en forma a pesar de peinar canas y acumular más de 47 años de trabajo en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas.

“Yo fui de los primeros becados de aquí en la universidad” y es que desde mediados de los años sesenta del pasado siglo desanda este campus universitario, primero como estudiante de Ingeniería Industrial y, una vez graduado, como profesor. Para Alemania fue a hacer el doctorado e hizo amigos que le durarían toda la vida, me dice mientras sonríe: “estos vínculos académicos desarrollan amistades que se convierten en familia; eso significa que uno no es un robot que solo sabe dar clases, sino que siente y confraterniza”.

Según me explica, ha dedicado la mayor parte de su tiempo a la formación doctoral y para demostrármelo, habla de sus cifras como un atleta de su mejor marca: “tengo 29 doctores formados, una cantidad que me sitúa en el número uno entre los Ingenieros industriales de Cuba, no de la UCLV porque aquí se forman muchos doctores y algunos colegas superan mi cifra”.

En el año 2005 llega a Argentina con el propósito de apoyar a la Universidad Nacional Autónoma de Misiones para la acreditación de la carrera de Ingeniería Industrial, pero su reputación hizo que no pocos se le acercaran en busca de doctorados. “Así empezó mi labor fuera de la acreditación, impartí algunos cursos de postgrado a los compañeros interesados y trabajé en proyectos gubernamentales de la provincia de Misiones a través de la universidad”.

Más de 14 años de trabajo continuo en el país sudamericano y su labor como profesor, investigador y conferencista en eventos, avalan su más reciente e inesperado mérito, me aclara. “Cuando fui a participar en el último programa doctoral me pidieron un currículum, ¿qué me imagino yo?, que era para darme alguna categoría de Profesor Invitado y cuando llego me dicen que el Consejo Superior de la universidad decidió unánimamente otorgarme el título de Doctor Honoris Causa con mención académica-científica“.

Ya casi llegamos al final y, mirándolo frente a mí, pero sabiéndolo en lo más alto, le pregunto qué se siente. Él, simplemente me repite sus palabras de agadecimiento en el acto de entrega de la distinción: “recibo este premio a título personal, pero en nombre de la universidad que represento y de mi familia, es un tremendo honor“.